Sin agotar el tema del coronavirus que al parecer ha venido para quedarse por un largo tiempo, presentamos algunas ideas sobre la crisis más grave que ha tenido el país en toda su historia y las posibles salidas en el mediano plazo, sobre todo ahora que estamos encerrados en la incertidumbre; impotentes y aislados por el Estado de Emergencia Económica y Social, para poder contener el crecimiento exponencial de la pandemia con el aislamiento social, preventivo, obligatorio y “voluntario”, como dicen algunos noticieros de televisión mientras descubren la vacuna salvadora de la humanidad.
En este ambiente de inseguridad e incertidumbre se habla de lavarse las manos con agua jabón y de guardarse en la casa hasta el 13 de abril, llamando a un pacto de solidaridad por la vida, que en la práctica contradice los principios del modelo de acumulación capitalista neoliberal; todo un laberinto sin solución en el que se ha embarcado el gobierno, el país y la comunidad internacional, con la perspectiva de no encontrar remedio a esta situación hasta que no se descubra la vacuna del COVID-19.
Estamos, pues, entre la vida y a la libertad, encerrados en casa hasta que venga la muerte por inanición o el certificado de defunción por coronavirus, algo así como escoger entre la vida o el mercado neoliberal, es decir, plena libertad para elegir quien nos va a cortar la cabeza mientras llega la vacuna del oronavirus. El “el olvidado asombro de estar vivos”, como decía Octavio Paz.
El aislamiento va más allá del 13 de abril para poder contener la pandemia, adecuar el sistema de salud y mantener la economía con el mínimo vital, hasta encontrar la vacuna salvadora de la humanidad. ¿Si será posible sostener la calidad de vida hasta que los científicos descubran una solución? Lavarse las manos con agua y jabón.
¿Mientras tanto qué va a hacer el movimiento democrático encerrado en la casa? Nada distinto a pensar con la imaginación. Con la soga al cuello y en la cuerda floja, va tener que responder en las redes sociales hasta que pase el coronavirus con la vacuna de la inmunidad.
Dicho con otras palabras: la micro, pequeña y mediana empresa, que mueven el 90% del empleo en el país, ¿se van a quedar con los brazos cruzados apacentado la resignación y esperando que pase la vacuna del COVID-19? Muy difícil.
¿Entonces cuál es la alternativa al teletrabajo y al trabajo en la casa para estos sectores desprotegidos de la población?
“No a la cuarentena con hambre”, dice la gente del común. “Es la hora de unirnos”, declara el Movimiento Defendamos la Paz. ¿Pero hasta cuándo se puede aguantar con esta incertidumbre?
No obstante la capacidad de agitación de las redes sociales, hace falta la movilidad de la ciudadanía, que es precisamente el factor que tiene a su favor el gobierno para tratar de contener el crecimiento del coronavirus, y para conservar la fuerza de trabajo que le permita sostener su modelo de acumulación. Y el movimiento popular con la soga al cuello.
Para eso se ha decretado la emergencia sanitaria: transformar el sistema de salud, sostener la fuerza de trabajo, y enfrentar la pandemia sin sacrificar el mercado laboral neoliberal, lo cual es un contrasentido imposible de resolver.
No basta con las buenas intenciones del Banco de la República de pasarse por la faja la regla fiscal, ni con la voluntad caritativa del Banco de Colombia, de Almacenes Éxito, de Confenalco y de otras empresas y gremios de la economía para resolver la recesión económica, la estabilidad del empleo, y el día a día de las familias colombianas.
Hace falta cambiar el sistema de salud para que este servicio deje de ser la mercancía de un negocio multimillonario, y se convierta en el derecho fundamental de la democracia colombiana, además para que pueda servir en la contención y mitigación de coronavirus.
Estamos en una guerra total donde el arma principal es la capacidad de respuesta del sistema de salud, no solamente para atender a los enfermos sino para controlar y prevenir la pandemia con las pruebas masivas de laboratorio.
No basta con las adulaciones presidenciales para los trabajadores de la salud; hay que reconocer los bajos salarios, la tercerización de los contratos temporales y a término fijo, y todas las deficiencias que caracterizan sistema de salud colombiano.
Empezando por la corrupción: Saludcoop, Medimás, y toda una serie de EPS que se han convertido en nidos de corrupción politiquera y en cuevas de ladrones de los recursos para la salud. ¿Dónde quedaron los miles de millones de pesos que se robaron de Saludcoop y de Medimás, ahora cubiertos por la impunidad de la Ley de Punto Final?
Es el momento para adelantar una profunda reforma estructural del sistema de salud, si es que el estado de conmoción sanitaria y los intereses creados alrededor de la crisis le permiten al Congreso legislar al respecto, con diligencia, responsabilidad e independencia. Muy difícil, encerrados como están “trabajando” en la casa.
Tener las camas y las unidades de cuidados intensivos que sean necesarias, construir, adaptar y transformar grandes extensiones para el tratamiento de las personas infectadas; ambulancias técnicamente apropiadas y funcionales, helicópteros para el traslado de enfermos graves de zonas lejanas; más recursos humanos, administrativos, técnicos, científicos, logísticos, institucionales y financieros, para poder enfrentar esta guerra en condiciones que puedan asegurar un desenlace favorable para el desarrollo del pueblo colombiano y de toda la humanidad.
Precisamente de eso se trata, teniendo en cuenta que el aislamiento es necesario pero insuficiente para obtener resultados positivos en esta guerra mundial. Hay que ir al fondo del problema con una estrategia fundamental: defender la vida para la construcción de la democracia, la justicia y la paz, por encima de toda otra consideración. Entonces viene la pregunta: ¿de dónde sacar los recursos para financiar esta guerra?
Aquí es donde entra a jugar la construcción de un Estado democrático y popular, pues aunque hay una tendencia prevaleciente en algunos medios académicos y políticos, de que el Estado-Nación ha pasado a ser una reliquia en el museo de la historia, pasando a jugar un papel de subalterno en la globalización de las multinacionales del gran capital imperialista, neocolonial y patriarcal, todavía tiene vigencia como aparato de dominación de clase para el manejo de la economía y de la sociedad, en función de los intereses de los sectores dominantes empotrados en el poder.
¿De dónde van a salir los recursos financieros para la guerra contra el coronavirus si no de las profundas reformas democráticas que hacen falta para poder darle viabilidad a la sociedad colombiana?
Precisamente en estos días la prensa del país ha publicado el balance financiero de algunas de las grandes empresas colombianas y extranjeras en el 2019, con sus ganancias y utilidades como resultado, en gran medida, de las exenciones tributarias que les dio la Ley de Crecimiento Económico, donde aparecen las ganancias netas multimillonarias del Sistema Financiero, del Grupo Empresarial Antioqueño (Celsia, Nutresa, Bancolombia, Isa, Sura), el Grupo Aval de Sarmiento Angulo, el Grupo de Ardila Lülle, Grupo Gilisky, Grupo de EPM, las multinacionales minero energéticas; las multinacionales de la información y las comunicaciones, como Claro, Tigo y Movistar.
Un Estado democrático y popular tiene que hacer uso de la emergencia económica y social con medidas de fondo que beneficien a los sectores populares y no solamente con declaraciones sentimentales y acciones asistenciales y caritativas de mercados temporales que no resuelven el problema, sino que se prestan para la corrupción y la división interna de las comunidades, mientras el Banco de la Republica autoriza 17.000 billones de pesos para salvar la liquidez de la banca nacional.
Hay que convocar al país con la autoridad moral que le devuelva al pueblo la confianza en sus instituciones y en sus dirigentes, empezando por el presidente, atrapado en el escándalo de la compra de votos de la “Ñeñepolítica” para su elección presidencial, por lo cual está impedido políticamente para convocar a la nación contra la pandemia del corona virus.
Desde la casa pero con dignidad. “Esta y otras pandemias se han utilizado por los poderes dominantes para modificar mediante vacunas el ADN humano suministrándole elementos bioquímicos y psicológicos que anulan en el hombre su capacidad de pensar por sí mismos y acentuar su sentido de obediencia, que llaman ladinamente disciplina”.
En estas circunstancias el ciudadano está acorralado en la falsa disyuntiva de ser libre o tener salud; en la cuerda floja y con la soga al cuello tiene plena libertad de escoger su verdugo: morir de coronavirus o sucumbir por inanición; hay que evitar que el avance científico y tecnológico convierta al hombre en un esclavo autómata de quien controla la ciencia y la tecnología y los medios de comunicación.
Esta batalla es parte de la lucha contra el neoliberalismo salvaje mientras termina de morir. La agonía será terrible y producirá sufrimientos y angustias indecibles, mientras acaba de nacer un nuevo mundo. Sin embargo, una vez que enterremos los últimos estertores de este cadáver insepulto, la vida será distinta para las nuevas generaciones.
* Para Luzmila Roldán Posada