SAG: síndrome de anestesia generalizada, el virus mortal que ha llegado a Colombia. Síntomas: adormecimiento, apatía, confusión, pérdida de sensibilidad ante el dolor, alienación, enajenamiento, amnesia, indiferencia frente a la realidad. Evolución: pocos días después del contagio la persona presenta en su rostro gestos propios de los oligofrénicos, pues una sonrisa tonta no desampara a la víctima. Sin embargo, los expertos aseguran que ese rictus es el signo más relevante de una enfermedad siempre mortal y terriblemente contagiosa, en cuanto puede acabar con todo un pueblo, una ciudad, una nación.
Origen: tropical. La fuente principal de esta noticia asegura que llegó a Colombia; pero los facultativos creen que se originó precisamente en Colombia, probablemente en un sector de Medellín o en algún municipio cercano al Valle de Aburrá. Pronostico: reservado. Una vez avanzada la enfermedad el individuo solo muestra interés por sí mismo, aumenta la indiferencia hacia el entorno y la cotidianidad, y su grado de credulidad es tan descomunal que le pueden decir mentiras y las tomará por dogmas, o será proclive a la hipnosis, a la sugestión y al fanatismo político asociado a un marcado fervor por lo religioso. Mejor dicho su nivel de tolerancia frente al abuso, la injusticia, la violencia, el dolor ajeno, la corrupción, la maldad es de un nivel jamás antes visto en la especie humana. De hecho, el SAG deshumaniza y en términos evolutivos o involutivos genera un retorno a la edad de las cavernas, de los primates, al oscurantismo del garrote o la piedra en la mano, y Dios no permita del canibalismo.
A la víctima le pueden clavar cualquier impuesto o ley corrupta, le pueden robar su futuro y sus sueños, incluso la vida y a él solo le interesarán la farándula, sus ídolos, el programa traqueto de la tele, la película porno, el partidito de fútbol, el dispositivo móvil de alta gama, el reguetón, lo guache y el espejismo fácil de los pajazos mentales. Si, por ejemplo, se hunde en el Congreso el proyecto anticorrupción sonríe; si Colombia va al abismo a él le importa un bledo, pues en su diccionario de 500 escasas palabras Colombia es el nombre de un equipo de fútbol, el mejor del mundo sin haber ganado nada, y con el mejor jugador de la historia, pero en el arte de la pasarela, el llanto y la flojera. Si están matando al vecino, o si hay un exterminio continuo de hombres que no están afectados del virus SAG, el portador del virus se hará el de la vista gorda, y a lo sumo saldrá a leer las noticias en los pasquines amarillistas: ver sangre y curiosear como roedor de ojos saltones es lo suyo.
El síndrome de anestesia generalizada llega a Colombia, dicen, para quedarse. Pero me pregunto, ¿cómo así que para quedarse si nació aquí, se incubó y prosperó aquí? Lo que siempre estuvo presente ni llega ni se queda, y para ser pesimista ni se va, pues hace parte de la idiosincrasia del país infelizmente más feliz del mundo que ha tenido mil guerras y anhela mil más; y el más rico en sus pobrezas, porque los que padecen SAG, que son mayoría, se creen ricos, y vaya dígale pobre y verá que mata y come del muerto. El final del SAG es lamentable: los veréis caminar como zombis o muertos vivientes con la mirada clavada en el suelo, pues desde los comienzos de la enfermedad se les olvida que existe un arriba, un abajo, un cielo, un aquí, un acá, un ahora, y lo que es peor: quiénes son, de dónde vienen y para dónde van.
Hasta pronto amigos míos, y si saben de alguien portador del SAG ni se les ocurra ofrecerle ayuda porque lo lamentarán. Además, para ese síndrome no existe vacuna ni existirá. Ya saben, la anestesia es deliciosa y la víctima prefiere permanecer en un letargo eterno. Consejo final: ante un enfermo de SAG hágase el idiota sin serlo. Los idiotas son los más felices del mundo; pero los que se hacen los idiotas son los únicos que pueden transformar su mundo y el mundo.
Diagnóstico: en una Colombia afectada de SAG, todo cuanto diga, haga u opine para evitar su conflagración es quemar pólvora en gallinazos. Este país no merece el gasto de 8 calorías ni el consumo de una neurona.