El moribundo que dio las gracias a quien diagnosticó su cáncer
Opinión

El moribundo que dio las gracias a quien diagnosticó su cáncer

Oliver Sacks, médico y escritor, en su último año de vida nos enseñó a bien morir

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diciembre 25, 2015
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Acaba de morir un gran escritor: Oliver Sacks. Que ese escritor fuera científico, médico y neurólogo son características casi secundarias. Pero no estoy seguro que los críticos literarios tengan en gran estima su obra ni que los científicos lo consideren un investigador importante. La mayoría de sus libros están fundamentados en el relato de casos personales sin tablas ni pruebas estadísticas por lo tanto no serían considerados producción científica en muchas universidades. Y la descripción detallada y meditada de enfermedades no es usualmente considerada escritura creativa. Creo, basado en mi experiencia personal, que Sacks es considerado un médico escritor por algunos y un popularizador por otros. Y ninguna de las dos cosas alcanza justa apreciación por los profesores de literatura o por sus pares científicos.

A finales de los años cincuenta del siglo pasado C. P. Snow. químico y novelista británico publicó un célebre artículo titulado Las dos culturas y la revolución científica.  Su tesis principal era que la sociedad contemporánea posee dos poderosas culturas generales, la científica y la humanística, que no dialogan ni se entienden.  Decía “Hoy mientras se construye el gran edificio de la física moderna la mayoría de las personas más inteligentes de nuestro tiempo no tienen más comprensión de ello que nuestros antecesores del neolítico”.  Podríamos decir lo mismo de las ciencias médicas. Luego de esa seminal publicación de Snow la intelligentsia se dedicó a discutir quien tenía la culpa de la situación, los científicos o los humanistas. Pero quien se empeña en cruzar la brecha no es apreciado de un lado nidel otro. El mismo Snow fue calificado como un científico mediocre y un pobre novelista. Pero su intuición de dos culturas impermeables la una a la otra nos interroga hoy seriamente.

A Oliver Sacks no le faltaron honores durante su vida. Hasta un asteroide de 3.2 km. fue denominado 84928 oliversacks.  ¿O será que el lugar de los médicos literatos es un asteroide? Pero también se le criticó ácidamente. Un activista de los derechos de los incapacitados (Sacks escribió mucho sobre déficits y discapacidades neurológicas) lo llamó “el hombre que confundió a sus pacientes con una carrera literaria”  Otro crítico dijo que sus escritos parecían “un espectáculo de circo para intelectuales”. Según Wikipedia Bill Murray lo caricaturizó  en la película Los excéntricos Tenenbaums (2001). Este film ganó un Globo de Oro y el guión estuvo nominado para un Óscar.

Desde la orilla médica de la cultura sus trabajos fueron llamados poco científicos porque no seguían el modelo habitual de estudios cuantitativos al azar con doble ciego, los idolatrados estudios clínicos controlados. Sacks explicó que su método emulaba la clásica y cuidadosa publicación de anécdotas clínicas típica de la medicina europea, por ejemplo en Freud y A. R. Luria. Sus colegas no lo entendieron así y algunos menospreciaron sus publicaciones considerándolo “mejor escritor que clínico”.

Esta incomprensión de la obra de Sacks se debe al prejuicio en publicaciones científicas que todo lo que no lleve cuantificación, tablas “baconianas” y pruebas de significancia estadística no es ciencia legítima. Cuando yo era un joven profesor llevé a una revista de medicina una colección de aforismos y meditaciones cortas, seguramente de menos valor que los escritos de Sacks, y el editor me preguntó con doble sentido en que bolsillo del pantalón tenía la mano cuando las escribí. Yo les digo hoy a mis estudiantes que en esas revistas se prefiere la significancia estadística de los hallazgos al significado de ellos.

Pero un buen clínico debe ser capaz de explorar con cuidado, sin tablas ni números, las narraciones de sus pacientes. “Los hechos deben envolverse en narraciones. Las narraciones, las historias personales, es lo que verdaderamente engancha”, afirmó Sacks.

Este neurólogo brilló como escritor durante este año 2015, último de su vida. El 19 de febrero publicó una magistral pieza anunciando que tenía cáncer terminal.

Quiero concentrarme en una afirmación que hace en los párrafos finales:

“Me alegro cuando conozco jóvenes talentosos por ejemplo aquel que hizo la biopsia y diagnosticó la metástasis de mi cáncer”

Entonces he titulado esta columna El moribundo que dio las gracias a quien diagnosticó su cáncer. No es nada frecuente que un paciente agradezca un diagnóstico grave.  Pero éste puede llevarle a experimentar lo que el Dr. Sacks sintió:

Una repentina concentración y perspectiva.  Ya no hay tiempo para nada superfluo. Debo concentrarme en mi persona, mi trabajo y mis amigos. No miraré noticieros por la noche ni pondré mi atención en la política y las discusiones.

     Si el Dr. Sacks enseñó a mucha gente a aceptar sus discapacidades neurológicas, por ejemplo en algunos casos recibir la ceguera como un don en su último año de vida nos enseñó a bien morir.

Nota final: El de la foto es el Dr. Sacks en su amada moto.

Publicada originalmente: 11 sep. de 2015

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