María del Pilar Rincón tenía 13 años cuando desapareció de su casa. Desde tan corta edad se dedicó a consumir drogas en el centro de Bogotá. Fue hallada en 2015, 13 años después, asesinada y enterrada en medio de una montaña de basura en las laderas orientales de la ciudad, donde Fredy Armando Valencia Vargas la escondió luego de matarla. No fue la única víctima del llamado Monstruo de Monserrate.
Luego de ser capturado por miembros de la Sijin de Bogotá, en noviembre de ese 2015, Freddy Armando Valencia confesó ante la Fiscalía –pero no ante el juez—que había asesinado al menos a unas 30 mujeres.
La policía, con las pistas que entregó en sus primeras versiones, solo encontró 11 cadáveres; luego no volvió a colaborar y las otras supuestas 20 víctimas, quedaron guardadas en su siniestra mente.
Todas las mujeres que asesinó eran drogadictas o habitantes de calle a quienes les ofrecía ayuda, dinero, drogas, un techo en su cambuche a cambio de sexo. Las que mató –según lo dijo— lo hizo porque ellas no cumplían lo pactado. A su primera víctima la mató en 2010.
Este hombre de 38 años se volvió drogadicto desde los 19. La muerte de su mamá y una decepción amorosa lo llevaron a consumirse entre calles, drogas y delincuencia. A sus 23 años, ya consumido por el bazuco, robó, pidió limosna y empezó a vivir en la antigua calle del Cartucho, la que fuera la zona de drogadicción más peligrosa de Bogotá.
No tardó mucho en encontrar un lugar donde montó su cambuche. La falda de la montaña del cerro la Paz, en donde, en 1920 se levantó en su cúspide el popular santuario iglesia de Monserrate, fue el lugar en el que con latas y maderas armó la que fue su casa, a donde llevó, según él, a unas 100 mujeres. Años después convirtió su cambuche en escenario de asesinatos y violaciones.
A sus víctimas las escogía deambulando por las calles. Elegía a mujeres jóvenes y necesitadas de drogas, ropas o dinero a quienes llevaba a su resguardo con el compromiso sexual pactado. Los cuerpos hallados por las autoridades criminalísticas no sobrepasaban los 25 años.
En noviembre de 2015 el perro de una pareja de recicladores que husmeaba por el sector, mientras estos buscaban dónde quedarse, fue el que halló el olor nauseabundo de los cadáveres que se entremezclaba con la fétida basura. Los recicladores, luego de conocer a Valencia, quien les cobró 10 mil pesos por habitar el mismo lote, bajaron de la montaña y al primer policía que encontraron le contaron que allá arriba, a pocos metros de la Avenida Circunvalar, ocurría algo extraño.
Al cabo de un par de días el país conoció otro asesino en serie que mataba mujeres y que al parecer las violaba aún después de muertas, lo llamaron el monstruo de Monserrate, apelativo que odia que le digan.
Valencia hoy está recluido en el pabellón seis de la cárcel la Picota, en el sur de Bogotá. Sobre él pesan dos condenas. En 2016 el Tribunal Superior de Bogotá lo condenó a 18 años y un año después el juzgado segundo penal del Circuito lo condenó a 36 años.
Este martes Valencia volvió a ser noticia. Aun cuando ante la prensa y fiscales –cuando fue capturado—confesó aterradores actos de crímenes y violaciones, no sostuvo sus palabras en el estrado y ante el juez no aceptó crimen alguno.
Para el juez 30 penal del circuito de Bogotá su culpabilidad en los homicidios está demostrada, pero el acusador no ha logrado demostrar que el ‘monstruo de Monserrate’ también violó a sus víctimas y por tal razón tumbó las imputaciones de por acceso carnal violento en su contra. Una batalla ganada por el criminal.
El juzgado consideró que las pruebas no logran acreditar que Valencia, antes de proceder a quitarles la vida, las accediera sexualmente con violencia. En las audiencias siguientes se conocerá si la decisión del juez 30 modificará las condenas que ya hay en su contra.
Por su parte la Fiscalía levantó su voz contra la absolución en favor de Valencia y el próximo 27 de octubre presentará el escrito de apelación contra esta decisión, mientras que el llamado monstruo de Monserrate espera sin afán el veredicto final de cuantos años pasará tras las rejas.