Las acusaciones eran demasiado serias y por eso este 24 de febrero del 2020 al monstruo por fin lo descabezaron. Hace unos años Angelina Jolie y Gwyneth Paltrow, explotaron y se sumaron a otras divas como Rosanna Arquette y Mira Sorvino que denunciaron acosos sexuales por parte de Harvey Weinsten, productor creador junto a su hermano Robert de la compañía Miramax quien impulsó figuras como Quentin Tarantino y todo el cine independiente de los años 90.
Jolie, hija del mítico actor John Voight, denunció que había tenido una horrible experiencia con Weinstein en su juventud y por eso no había vuelto a trabajar con el rey midas del cine independiente. La británica Gwyneth Paltrow, quien a finales de los 90, después del éxito arrollador de Shakespeare enamorado, película que protagonizó, se convirtió en la cara de Miramax y andaba tomada del brazo de Weinstein a cuanto festival la invitaran, la emprendió contra el magnate y aseguró que la invitó a su habitación de hotel cuando estaba rodando la película 'Emma' que él producía. Cuenta que él le puso una mano encima y le pidió "un masaje". "Yo era una niña. Me quedé petrificada".
La historia de Weinstein se remonta a comienzos de los años sesenta. Harvey era un gordo de Brooklyn que tenía un hermano casi tan gordo como él. La madre los había criado, como a tantos otros judíos, bajo los preceptos de la más feroz de las competitividades. Después de darles a sus dos hijitos un pantagruélico desayuno abría las cortinas de su espaciosa casa y les mostraba cada una de las casas que componían el vecindario. Iba nombrándole a Harvey y a Bob cada uno de los niños que vivían allí y porque cada uno era mejor que ellos. Si Mira, la mamá de los hermanitos Weinsten, quería crear un espíritu competitivo en sus hijos vaya que lo consiguió, sobre todo en el mayorcito.
Harvey Weinstein tiene la ferocidad de un Terminator para destrozar las cabezas que pueden salir a su paso. Comenzó viendo y comprando todas esas películas de Kung-Fú que hacían a finales de los setenta en los pantanosos archipiélagos que rodean Malasia, además estaban todos esos conciertos de Rock de Peter Frampton que nadie quería ver. El gordo, voraz e incisivo como una navaja fue convenciendo a la gente para que entrara a las salas. Si fuera por él se hubiera vestido de payaso afuera del cine con un megáfono o mejor con una metralleta y a cada peatón le hubiese gritado "Compra la boleta o te mueres". Se sed de sangre hizo que su carácter adquiriera una tenacidad inusitada. Su cuerpo nunca paró de crecer.
Su primer éxito importante se lo debió a un concierto de Amnistía Internacional donde sin piedad se quedó con un gran porcentaje dejándole a la ONG unas cuantas monedas. Con lo que ganaron lograron por fin independizarse de sus padres. Mira y Max veían orgullosos como el meteórico ascenso de sus robustos hijos les daba incluso para comprarse una mansión en la soleada california. Había un balcón en esa casa en donde Mira podía ver con comodidad como su hijo se atragantaba de hamburguesas y de papas fritas a la orilla de la piscina.
Pero Harvey no se conformaría con eso, él quería volver a la época donde el productor era la estrella, ser un Harry Cohn un Irving Thablerg. Y casi lo logra. A finales de los ochenta siguiendo su política de buscar en el tacho de la basura de las grandes compañías rescató una película que todos despreciaron, se llamaba Sexo, Mentiras y Video y la había dirigido un tal Steven Sodenbergh del cual nadie había oído nada.
Al ver el copión Harvey sintió como la boca se le llenaba de saliva, allí en esas tres horas había una película que seguramente tendría mucho éxito "Pero muchacho- Uno se imagina hablando con el entonces joven y desconocido director- debes confiar en mí, vamos a cortar" Las tijeras eran una extensión de sus manos. Le cortó casi cuarenta y cinco minutos, Soderbergh se indignó al principio pero al ver el éxito arrollador que tuvo su película (llevándose incluso la Palma de Oro en Cannes algo que ni siquiera soñó)se tuvo que callar la boca. Hubo una época donde nadie podía contradecir a Harvey Manos de tijera, simple y llanamente porque él siempre tenía la razón.
Sexo, Mentiras y Video fue el comienzo de lo que en los noventa se conocería como el nuevo cine independiente norteamericano. El epicentro de este terremoto estaba en la cabeza y el estómago de Harvey. Fundó una compañía que sería como el albergue para aquellos locos que todavía querían contar una historia, algo que desde finales de los setenta con el descalabro de La puerta al cielo de Michael Cimino, ningún director podía pensar: obtener de nuevo independencia creativa para poder contar la historia que quisieras. Esta compañía la llamó Miramax en honor a sus exigentes padres. Harto de que lo compararan con sus vecinos Harvey y Bob Weinstein crean un imperio en el corazón de Hollywood y no solo serían los clásicos magnates inescrupulosos, no señor, ellos serían además unos refinados mecenas, los Medici del Nuevo Hollywood.
Pero con la misma pasión que apoyó el cine independiente Harvey hubiese podido traficar con fusiles R-15. Todavía recuerdan los noveles cineastas la manera como los trataba el gordo, como les escupía en la cara pedacitos de hamburguesa mientras los gritaba porque el resultado final de la película no había sido lo que él hubiera querido. "Hay que cortar" ese era su lema y casi nunca le importó quien estuviera al frente de él, así fuera Hal Hartley, Bernardo Bertolucci o Martin Scorsese.
Pero igual gracias a él los noventa no fueron una década cinematográficamente predecible y fascistoide como fueron los ochenta. Películas notables como Pulp Fiction, Pi el orden del caos, Trainspotting o el Paciente inglés se hicieron gracias a los Weinstein, ellos se encargaron de darle una patada en el culo a las grandes compañías que estupibilizaron al público con sus interminables sagas en las estrellas.
En un principio Miramax creía en el autor y apostó a historias pequeñas, baratas, casi miserables como Clercks del genial Kevin Smith que costó menos de un millón de dólares. Esta historia sin pretensiones que contaba la vida de un chico que trabajaba en un supermercado recaudó más de cincuenta millones de dólares en todo el mundo. Creer en el arte también podía ser un buen negocio.
Desde esa iniciativa pudieron tener voz cineastas que una década atrás hubiesen estado condenados al silencio por lo radicalmente personales de sus obras como fue el caso de Harmony Korine, Todd Haynes, Darren Aranofsky, Larry Clark o la joya de la corona: Quentin Tarantino.
Gracias a su arrolladora tenacidad los Weinstein lograron sacar de las salas de arte y ensayo películas que unos años atrás no hubieran tenido ningún tipo de visibilidad y las convirtió en rotundos éxitos de taquilla.
Se le critica mucho a Harvey su temperamento monstruoso y su terquedad a prueba de balas a la hora de elegir el montaje final. Dicen que hizo llorar a Bernardo Bertolucci al cercenar sin aspavientos El pequeño buda o la guerra sin cuartel (Y que lamentablemente perdió porque sin duda Harvey tenía razón) que sostuvo con Scorcese al querer cortar la parte final e incongruente de ese fiasco llamado Pandillas de Nueva York.
Con el paso del tiempo Miramax fue apostando a súper producciones como la ya citada Pandillas de Nueva York, Could Montain o El aviador y en esa apuesta perdió. Bob creó a mediados de los noventa Dimension que sería un área de entretenimiento barato de Miramax y que tuvo un inesperado éxito con Scream y su saga.
Miramax ha dejado de existir. Los hijos de Mira se renovaron creando The Weinstein company. En sus escasos años de existencia han logrado éxitos como El artista, El discurso del rey o Bastardos sin gloria. Son casi siempre favoritos en la noche en que se entregan los premios de la Academia. Siguen llenando sus barrigas con oro pasando por ser los refinados mecenas de cientos de jóvenes que sueñan con hacerse una carrera en el mundo del cine.
Imagino que Harvey todavía sueña con ser el rey de Nueva York. Con los años dejó de querer parecerse a Zelznick para querer convertirse en su ídolo: Bill Clinton del cual dicen es su perrito faldero. Escondido en alguna mansión en Long Island, Harvey se atiborra de hamburguesas y papas fritas pensando en la cara de su madre cuando se entere que dentro de poco lanzará su candidatura a la presidencia de Los Estados Unidos.
La megalomanía va desapareciendo a medida que la doble carne se consume entre sus fauces. Entonces recuerda que afuera de esas paredes de mármol la gente lo llama el monstruo. Harvey el monstruo.