Mónaco, el prostíbulo más lujoso del mundo. Es sábado en la tarde y nada parece perturbar a los príncipes que liberan sus tensiones en las ruletas. Algunos pocos se han cansado por un rato de los casinos para encender el televisor y observar el debut del equipo desde el terraplén de un yate. Solo un puñado de jovencitos, hijos condes morfinómanos o duquesas insatisfechas han decidido viajar con el Mónaco disfrazados de piltrafas sudamericanas hasta Bourdeaux para presenciar el primer encuentro de la temporada. Descamisados y con cortes de pelo estrafalarios corean el nombre de Falcao y de Ocampo, el delantero argentino que fue la figura en la temporada pasada cuando el conjunto monaguesco logró ascender a la Ligue 1. Pareciera como si el millonario y excéntrico Dimitri Ryboloblev hubiese no solo comprado a los mejores jugadores de Europa sino que hubiera sumado a su causa a los más enfebrecidos hinchas suramericanos.
Un partido es muy poca cosa en un paraíso fiscal. Es imposible que se encienda la pasión futbolera cuando las paredes de tu casa están adoquinadas con lingotes de oro. Por eso es que a pesar de que el estadio Luis II tenga apenas 18 mil butacas, pocas veces en sus 18 años de historia se ha llegado a llenar. Ahora con esta versión potenciada del A.C. Mónaco sus pocos hinchas esperan multiplicarse. Sin embargo el número de hinchas de este aristocrático club crecerá ostensiblemente desde esta temporada. Y es que al otro lado del Atlántico, un país pobre y que a pesar de su alegría ha tenido pocas cosas que celebrar, ha decidido adoptar al equipo. El poderoso club será desde ahora en adelante una segunda Selección Colombia.
Desde temprano en las calles de nuestras ciudades, cientos de personas caminan con la camisa blanquiroja. Ya se han desteñido los uniformes del Porto y del Atlético, ahora lo que importa es lucir la casaca del principado. Sobre las dos de la tarde en las tiendas de barrio cientos de borrachos se bautizaban como hinchas del Mónaco. Muchos de ellos nunca habían visto un partido de la Liga de Francia, por eso no sospechaban lo tedioso que iba a ser el partido.
Era el primer encuentro de la temporada y no se podía exigir demasiado. Los músculos hasta ahora se estaban desentumeciendo después de dos meses sin competencia. De todas formas algo empezó a convertirse en una constante; la diferencia técnica entre las nuevas incorporaciones del Mónaco con respecto a los pocos sobrevivientes que jugaron el ascenso era abismal. Abidal salía jugando con solvencia, Toulalan nunca se equivocaba, Carvalho era una muralla, James las pocas veces que la tocaba generaba peligro y Falcao empezaba a perfeccionar su nueva faceta de ariete que juega por afuera. A Falcao ese elogio de Guardiola de que era el mejor delantero del mundo “dentro del área” le suena más a un insulto teniendo en cuenta la movilidad con la que están jugando los mejores clubes de europa.
Mientras tanto los muchachos sentían en ese primer tiempo la presión de jugar con cracks. Eran imprecisos, estaban nerviosos. Rodriguez les daba la pelota y ellos devolvían un escupitajo. Era imposible hilvanar una jugada en equipo. Sin embargo llegaron un par de veces, ambas gracias a la habilidad del joven y talentosísimo volante colombiano.
Cuando el árbitro señaló el centro del campo a miles de kilómetros de allí una pila de borrachos cabeceaban sobre la barra. Algunos ya se atrevían a afirmar que Falcao la había embarrado yéndose “A un equipito de esos” incluso su titularidad en el mundial (Los colombianos tenemos esa fastidiosa manía futbolística de adelantarnos siempre al presente) estaba en discusión. Había que ver lo que estaba jugando el nuevo delantero de Millonarios.
En Mónaco mientras tanto 3.250 transacciones se cerraban en ese momento y 42 magnates perdían cientos de miles de euros en el póker. Los pocos ricos que habían encendido sus televisores hacía rato dormían sobre sus reconfortantes sillones. El Mónaco bien podía irse al carajo.
En el segundo tiempo nada parecía ser diferente. El Burdeaux no atacaba y el equipo de los colombianos continuaba errático, como si a las nuevas incorporaciones se les hubiera pegado la impericia de los que jugaron la B. A los 20 minutos de la segunda etapa Claudio Ranieri, el técnico del Mónaco hace un cambio absolutamente discutible. Saca al jugador más claro hasta ese momento del partido para darle paso al delantero de 23 años Emmanuel Riviere. Las alarmas dentro de los locutores de la televisión y los alicorados nuevos hinchas del equipo del principado denunciaron una conspiración contra el joven volante colombiano. Empezaron a sacarle al sol al pobre Ranieri sus sonoros fracasos con el Inter y la Juventus, su postura ultra-defensiva y por supuesto su evidente anti-colombianidad.
Para colmo de males el Burdeaux en medio de su abulia futbolística comenzó a acercarse al arco de Danijel Subasic. “A este paso que va, al Mónaco le va a quedar muy difícil pelear por algo importante esta temporada” afirmaba Jorge “El patrón” Bermudez, atreviéndose a vaticinar en la primera fecha lo que iba a suceder en los próximos diez meses. Falcao a esa altura estaba completamente desaparecido.
Entonces pasó lo impensado. En el minuto ochenta del juego un centro de Carrasco, muy bien bajado con la mano por el recién ingresado Riviere y definido con clase, al otro palo del arquero, ponía arriba al equipo monaguezco. De más está decir que el patrón Bermudez recordó a .Chamorro. Nunca se puede cuestionar la decisión de un técnico antes de que el partido concluya.
En los últimos minutos Riviere, un hombre habituado ya a la dinámica de la Ligue 1, hizo mucho más de lo que pudo hacer James en cancha. Es comprensible, el ex Porto apenas se está adaptando. Faltando un minuto, Falcao, ausente en la mayor parte del partido volvió a demostrar su temible eficacia al aprovechar la única oportunidad real que tuvo en los 90 minutos. Sólo los fuera de serie, los diferentes debutan con gol. Todo el equipo fue a abrazarlo al lado del banderín de corner, demostrando que el conjunto que está ensamblando Ranieri tiene un líder indiscutido dentro de la cancha y es de Santa Marta.
Las tiendas de los barrios estallaron en un solo grito y Jorge Barril cantaba el gol con la alegría que le debe suponer no compartir una cabina con el bobazo del Marocco. En Mónaco una anciana baronesa destapa una botella de champaña y los jóvenes que juegan a convertirse en una barra brava, descamisados y con pasa montañas, divulgaban su alegría a través de sus I Phone.
Para la próxima fecha el Mónaco juega de local. Se espera que una multitud de 15 mil hinchas colmen las tribunas del Luis II. Pocas veces se verán tantos millonarios juntos.
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