Inquietante. Parece como si acabáramos de entrar en un estado de suspensión colectiva por tres semanas, a la espera de un nuevo presidente. Esta es mi sensación. Suspensión que se presenta en un momento en que resulta necesario un brote de transformación; el cambio, la oportunidad del acontecimiento, en palabras del filósofo Derrida. En este momento de posibilidad, es muy inquietante observar un país que quisiese seguir viviendo bajo la misma estructura desigual, empobrecedora, excluyente, atada a la impunidad y al olvido selectivo.
Ahora bien, parece que el gran temor de los seres humanos no solo se presenta ante la muerte. También genera angustia la tarea que implica ponernos en cuestión a nosotros mismos; ver de manera crítica la posibilidad de otra alternativa política, por encima de seguirnos adaptando a una sociedad profundamente enferma. Es por ello que debemos romper con los criterios que se han instalado en nuestro sentido común y generar, al menos, una voluntad política que movilice nuevas discusiones bajo argumentos que no tiendan a desdeñar o anular de entrada otras posibilidades.
Como diría Estanislao Zuleta, es el momento en que debemos esforzarnos por construir un espacio social y legal en el que pueda afirmarse la diferencia, la controversia y producirse un acuerdo real entre los individuos. Sin duda, el diálogo es la exigencia más importante que hoy afrontamos, ya que lo que está en juego en esta coyuntura es precisamente la manera en que la vida cotidiana es organizada y entendida por quienes habitamos este país. Es por ello que a mi mente solo vienen las voces de las personas que han sido víctimas del prolongado y absurdo conflicto armado, de quienes han vivido la violencia en el campo y han seguido valientemente resistiendo en sus territorios. Debemos pensar en ellos cuando llegue el momento de la decisión. Debemos pensar cuáles son las condiciones de justicia que realmente deseamos construir en un país que está acostumbrado a vivir en guerra y que ahora está aprendiendo a construir territorios que se piensan dignamente la paz.
Que este momento histórico no nos lleve a reproducir la violencia más bárbara, responsabilidad que recae sobre nosotros mismos.