¿Qué le pasa a Germán? La pregunta no tiene que ver con un interrogante de Vicky Dávila sobre la campaña de Germán Vargas por la presidencia. Un candidato que, como dicen en mi barrio, está más preparado que un yogur, pero tiene una particularidad que no se puede ignorar: es absolutamente impopular.
Es la metáfora del anticarisma. A pesar de su exitosa trayectoria en la administración pública que lo llevó hasta la vicepresidencia, el voto popular no es lo suyo. Cuando tuvo todo, toda la clase política, todos los caciques regionales, el apoyo de todos los grupos económicos, todo el dinero de los contratistas, todos los medios de comunicación a su favor y toda la favorabilidad de los analistas, perdió. Con todo el pedigree, todos los pergaminos y toda la experiencia de un auténtico animal político obtuvo la derrota más estrepitosa que haya tenido un candidato con todo para ganar, cuando aspiró a la presidencia en 2018.
Pero no, la pregunta fue hecha hace 40 años, casi en coro, por cuatro promisorias figuras liberales con sueños presidenciales, que aupaban por entonces a Ernesto Samper Pizano cuando estrenaba su movimiento Poder Popular, un invento del expresidente Alfonso López Michelsen para hacerle contrapeso a Luis Carlos Galán, quien, a su juicio, había sido el artífice de su derrota en las presidenciales en 1982 frente a Belisario Betancur.
Todos a una me preguntaban qué le pasa a Germán, dígale que se venga para acá, que hoy ante todo hoy hay que ser pragmático. Hablaban David Turbay, su amigo de juventud, Fernando Botero, un delfín sobrado, Joselito Guerra, con voz de poco aprecio, y Cesar Villegas, por entonces mecenas de políticos. Coincidían desde distintos ángulos en enviar conmigo un mensaje sentencioso de fracasado a Germán Bula Escobar, quien acababa de salir del Viceministerio de trabajo y se aprestaba a acompañar a Luis Carlos Galán en su lucha contra la corrupción política dentro del Partido Liberal y en su férrea denuncia sobre la presencia de los dineros del narcotráfico en la actividad política.
Yo cubría para Semana encuentro del Poder Popular en Paipa, Boyacá. Allí estaban Álvaro Uribe Vélez, Horacio Serpa y Guillermo Alfonso Jaramillo, todos también por entonces con marcadas aspiraciones presidenciales, pero terminé de portavoz del mensaje de los pragmáticos a Bula, porque era mi amigo desde la militancia en la izquierda. El Poder Popular era como una incubadora de presidenciables “pragmáticos”.
Lo irónico del mensaje de Paipa a Germán Bula fue que los cuatro agoreros, corifeos en ciernes, terminaron enredados judicialmente, y seguramente traicionados por su pragmatismo. Las líneas éticas del liberalismo se habían comenzado a correr desde el momento en que el líder del Poder Popular, Ernesto Samper Pizano, recibió cinco millones de dólares de manos de Pablo Escobar, jefe del Cartel de Medellín, cuando fungía como tesorero de la campaña de López Michelsen en 1982. Pero los cuatro notables promisorios vinieron a caer en desgracia cuando el mismo Samper decidió recibir cinco millones de dólares de manos del Cartel de Cali, lo que generó efectos colaterales y salpicó a estos políticos en el 8.000. Y hasta ahí llegó la carrera política de los pragmáticos.
Y entonces, ¿qué le pasa a Germán? Recientemente, en varios encuentros regionales se ha planteado la necesidad de una candidatura de origen Caribe, cuya principal batalla es la lucha contra el centralismo y por la autonomía regional. Un lugar común para muchos caribeños es que el centralismo es una forma de exclusión, a su vez un caldo de cultivo para la corrupción, tipo carrotanques de la Guajira. Ahora, entre varios presidenciables del Caribe y de la causa autonomista, ha surgido el nombre de Germán Bula Escobar y ya se dice en grupos de costeños que el man es Germán, pero no Vargas.
Y serán muchos los que se preguntan ¿qué le pasa a Germán? ¿Con qué fuerza política? ¿Con qué dinero? Y muchos los que se responderán que este académico caribeño tiene formación y su vida pública no tiene tacha, pero no llega porque la presidencia es para el que diga Uribe o para el que diga Petro. Y Bula no es santo de su devoción, ni del uno ni del otro. Cosa que resulta un piropo para Germán Bula, ya que es él quien no comulga ni con la cruzada “anticomunista” de Álvaro Uribe ni con la cruzada “antifascista” de Gustavo Petro.
Germán Bula considera que las extremas fracasaron y que Colombia merece un mejor tratamiento. Se podría entonces pensar que geométricamente pertenece al centro, pero no le gusta para nada ese centro que terminaría en el que diga Juan Manuel Santos o el que diga César Gaviria, porque Colombia merece más que eso. Prefiere enarbolar las banderas que hicieron popular a Rodolfo Hernández, al cual, si no es por Armando Benedetti y Roy Barreras, no le logran tumbar las elecciones, porque el santandereano lenguaraz logró sintonizar con lo que más ofende a los colombianos, la corrupción política.
¿Y por qué no apoya a Sergio Fajardo? Se preguntarán muchos otros. De hecho, en pasadas campañas lo apoyó por no estar con ninguno de los dos focos polarizantes. Pero a Fajardo y a los quíntuples centristas les queda de para arriba derrotar al que diga Uribe o al que diga Petro, porque el desafío planteado es un debate descomunal con quien represente esa deuda que dejan estos líderes extremos con el cambio real, que interprete los débitos sociales y, sobre todo, que asuma el déficit ético que dejan las extremas. Un liderazgo capaz de arrebatarles a esos caudillos el poder de fijar significados, poder que han estado monopolizando para entronizar sus discursos polarizantes y ocasionar la confusión reinante. Esa batalla requiere experiencia, credibilidad y firmeza en los principios y Bula tiene formación sociopolítica y económica y fundamentalmente coraje. No tibieza.
¿Pero cuándo empezaría Bula a marcar en las encuestas?, se preguntan otros. No le preocupa porque en Colombia todos están en el partidor y no es que se vislumbre un fenómeno que no esté cobijado de alguna manera por las casas Uribe y Petro, o inflado por las encuestadoras. Colombia es más que los protagonistas de la polarización y esta crisis solo se supera uniendo al país y no atizando el fuego desde las extremas. Hay un gobierno mediocre y una oposición mediocre. Y con la puesta en marcha de la Consulta con que Petro provoca, se van a tensionar las cuerdas desde las extremas mediocres, que no por serlo dejan de ser polarizantes hasta el suicidio político, y ambas extremas de aquí en adelante se jugarán al todo o nada.
Los pudores con Benedetti al frente de la batalla se perderán por completo y el todo vale campeará mientras la extrema derecha no desaprovechará para echarle fuego a la candela. Pero el país entero quiere un verdadero cambio, quiere trabajar y progresar, ya no lo seduce la política in extremis y los incendiarios están ubicados, ya la gente no les cree ni al uno ni al otro.
Aun así, ¿qué le pasa a Germán?, dirán Botero, Turbay y Guerra, (Villegas murió en su ley “pragmática”), si aún sufre de falta de pragmatismo, si no tiene a Semana como Vicky o a RTVC como Bolívar, ni a El Tiempo como Mauricio Cárdenas, o al Espectador como Fajardo, ni plata y contratistas como Claudia. No se baja los calzones como Mockus, ni le da una cachetada a un corrupto.
¿Cómo va a hacer para que lo conozcan? A ese man no lo conoce nadie. Algunos sabemos que fue Ministro de Educación y presidente del Consejo de Estado, pero eso al pueblo no le dice nada. Algunos sabemos que tiene ideas socialdemócratas y expone ideas novedosas sobre la ética de lo público, la justicia, la educación, la reforma agraria y la paz, pero eso no mueve a nadie. Bueno, principio tienen las cosas y como le dijo a Bula un encuestador famoso. Usted tiene la ventaja de que no lo conocen, porque la mayoría son estereotipos conocidos y algunos archiconocidos por su desprestigio. Alégrese de no estar en esa ventana. De repente va y se cuela en la opinión por salirse del libreto.
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