En las últimas dos semanas me ha tomado más de 20 minutos cruzar la calle 127 y más de 30 minutos cruzar la carrera 11. La causa es muy sencilla (tan sencilla que da rabia): falta de autoridad. La movilidad en Bogotá es un infierno y las razones son todas: una pésima infraestructura vial, demasiados carros, una cultura ciudadana inexistente, un transporte público desorganizado, exceso de semáforos, etc. y etc. Sin embargo, en esta ocasión la fuente de esta pesadilla es que no hay autoridad.
Yo soy de esas personas que cree profundamente en la importancia que tiene la ciudadanía en la solución de muchos problemas, incluyendo la movilidad, pero se requiere de autoridad mientras se educa a la gente. La sociedad es como un niño que hace lo que quiere si no tiene un ejemplo de sus padres y si no tiene límites. Y en Colombia no hay ejemplo ni hay límites. Este país es el paraíso de “usted no sabe quién soy yo” y “hagan lo que quieran”.
El fracking (fraccionamiento hidráulico) ha sido prohibido en varios lugares del mundo por riesgoso y por antiecológico. Y en los países que se permite o se permitió, ya ha causado desastres ambientales.Cuando al Ministerio de Minas se le pregunta sobre esta realidad (porque los riesgos y los desastres son una realidad, no una suposición o teoría o imaginación) la respuesta es la más infantil y estúpida: “…no hay peligro de que esto suceda en Colombia gracias a la reglamentación tan estricta, rigurosa y exigente que se expidió en marzo de 2014 para esta actividad…”
¿Qué? ¿Es en serio esta respuesta? ¿Nos creen así de idiotas? El Estado en Colombia no es capaz de sacar un perro a mear cuando se trata de hacer cumplir la Ley, y ahora vienen a decir que estemos tranquilos porque la regulación es perfecta. ¿Puede haber explicación más cínica? Por Dios, si por regulación fuera, Colombia sería un paraíso. El problema en Colombia no es la regulación, el problema es que no se cumple. Ni la cumple el Estado ni la cumple el sector privado.
De las pocas cosas valiosas que tenemos es biodiversidad y recursos hídricos, y no porque lo hayamos construido sino que tuvimos mucha suerte y nacimos con esto, pero ahora ya ni esto vamos a tener. Si el Estado no es capaz de hacer cumplir una regla tan sencilla como no parquear en lugares prohibidos, ¿qué va a ser capaz de hacer cumplir una regulación para temas tan complejos y difíciles?
Estoy de acuerdo que rayar la pared o ventana de otro es un acto violento, pero qué más podemos esperar de unos jóvenes cuando el Estado es el mayor vándalo de todos. Es un vándalo que comete actos de vandalismo (de todo tipo) y que permite el vandalismo (de todo tipo también). De pronto las ciudades se verían mejor sin vandalismo, pero que ciertos muros estén llenos de rayones o que ciertos monumentos estén pintados es nada ante semejante crimen. Ahora falta que nos digan que no están pudiendo hacer cumplir las normas de tránsito porque los policías están ocupados en capacitaciones muy rigurosas y exigentes para hacer cumplir las normas de fracking.
Cuando no hay autoridad, no puede haber justicia. La injusticia genera violencia. ¿Será que estamos firmando la “paz” para distraer a la gente de que estamos haciendo fracking para en el futuro tener otra vez más violencia? ¿Y quiénes son los que se benefician de este jueguito? Pues los mismos de siempre: una manada de políticos y un grupo de privados que se prestan para el juego. ¿Y todavía nos preguntamos por qué hay guerrilla en Colombia o por qué hay vandalismo en las calles? Ahora que lo pienso, el Ministerio de Minas tiene toda la razón: somos imbéciles.
Para quienes no saben qué es fracking: vandalismo ecológico con exploración petrolera.
