La actriz colombiana Luly Bossa acaba de lanzar el libro ‘Fuego entre las piernas’. Un documento en primera persona donde ella hace catarsis de todo cuanto ha pasado en su vida; Bossa cuenta desde lo difícil que es vivir de la actuación hasta la pesadilla en la que se convirtió su existir cuando la periodista Graciela Torres, La Negra Candela, emitió partes de un vídeo íntimo en el que tenía relaciones sexuales con el coreógrafo Beto Pérez. Iniciando el milenio en las calles de todo Colombia se comenzó a vender un vídeo con escenas explicitas donde el coreógrafo e instructor de gimnasio Alberto Pérez, tenía relaciones con tres mujeres diferentes en lugares distintos. Una era una bella jovencita de la que nunca se supo su identidad, la segunda una mujer casada y al parecer bastante adinerada y la tercera era nada más y nada menos que la reconocida actriz Luly Bossa. Por el nombre y la fulgurante carrera de la actriz, el vídeo se comenzó a regar por todas las esquinas, hasta llegar a las redacciones de varios medios de comunicación. Muchos rechazaron emitir las imágenes pero La Negra Candela, sin pudor alguno, sacó al aire 15 segundos de los hechos.
De inmediato el caso pasó a los estrados judiciales, la periodista Torres fue denunciada penalmente y después de varios años tuvo que pagar una indemnización de varios millones de pesos. Pero la herida no se cerró del todo. La situación profesional de Luly se tornó opaca hasta llegar al punto de complicar sus participaciones en novelas y seriados. Han pasado cerca de 15 años y aún no se ha podido establecer quién filtró el vídeo. Sin embargo, todo indica que salió por el lado de Beto Pérez porque era la persona que se había quedado con la cinta. Curiosamente hoy Beto Pérez está en la cúspide de su carrera por haber inventado la rutina de ejercicios Zumba, cuya marca lo ha convertido en un próspero empresario que vive en los Estados Unidos. Mientras tanto Luly sigue dando la pelea por quitarse de encima el estigma de la mujer a la que medio Colombia la vio teniendo sexo con una hombre sin sentimientos. La editorial Ediciones B, generosamente aprobó que Las2Orillas publicara apartes de este libro que ya está rompiendo record en ventas. El ejemplar se puede adquirir en Librería Panamericana, Librería Nacional, Editorial Ediciones B, entre otras.
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Tuve una sensación de desamparo como nunca antes en la vida. Nada se puede comparar con el hecho de que te vulneren tu intimidad; no entendía cómo el hombre en el que alguna vez confié y amé tanto, me traicionara hasta ese punto, no entendía cómo una mujer, siendo madre, sabiendo que yo estaba embarazada, (meses después me encontraría con la maquilladora que nos había caracterizado a Alberto y a mí para la fiesta de Halloween y quien atendió esa noche a la periodista de marras antes de que el programa saliera al aire).
–No le hagas ese daño, mira que está embarazada, piensa en el otro niño.
–¿Quién la manda a dar papaya? Además si no lo hago yo, alguien más lo va a hacer –respondió sin vergüenza.
Esa fue la respuesta de la señora periodista. La levedad del ser humano es apabullante y en esta mujer me topé con uno de los mayores ejemplos. Ni el abandono del padre de Lucciani me había violentado tanto, bueno, ya no era solo lo del padre de Lucciani, ahora tenía que empezar el duelo por el de Ángelo. Comencé a descubrir una soledad que no conocía.
El día transcurría con mucha lentitud. Ya en maquillaje recibí una llamada de quien entonces era mi manager, Marisela Marulanda.
–Luly, mamita, yo sé que estás mal, pero hay que hacer algo. Dime qué quieres que hagamos que yo te apoyo.
–Demandar Mary, no me voy a quedar callada, quiero demandar.
–Perfecto, te tengo el penalista más arrecho de este país. (Marisela había vivido toda su vida en Venezuela, aunque era de madre colombiana, por eso la terminología que empleaba. Me refiero al significado de “arrecho”, que en un muy castizo colombiano sería “verraco”). Espérate que me está entrando una llamada de Paula Jaramillo, quien tiene los teléfonos del abogado. Ya te llamo.
Pasaron cinco minutos y sonó de nuevo el celular.
–Apunta, que el tipo está esperando tu llamada, ya Paula habló con él.
Jaime Lombana estaba esperando efectivamente mi llamada; nos pusimos de acuerdo para vernos y en una hora apareció en el canal con un poder autorizándolo a poner la demanda por los delitos de Injuria, Calumnia y Receptación. Debió verme una cara terrible, porque unas semanas después cuando teníamos un poco más de confianza, me describió como un pollo mojado y temblando. El estado de shock me duró días, pero esa mañana sentía que estaba en algo muy parecido al infierno, pues tenía escenas de cama y mi pobre compañero Salvatore Cassandro no sabía cómo tratarme, cómo abordar la escena para tumbarme en la cama después de una pelea y terminar revolcándonos como los amantes que resuelven todo entre las sábanas. Hice de tripas corazón; claro, el asunto es que nunca habíamos tenido este tipo de escenas y menos en medio de una circunstancia como la que yo atravesaba. Aprovechó un momento de arreglo de luces para secarse el copioso sudor y hablarme.
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–Es que no quiero faltarte al respeto, además te tengo que besar, tumbarnos en la cama y tu embarazo y todo este lío del video, me siento mal.
Era lindo encontrar en medio de todo, que un compañero sintiera cierto pudor, por decirlo así, no queriendo formar parte de la agresión a la que estaba siendo expuesta. En eso, el director de la segunda unidad, Israel, vino para hablarme.
–Mira es un día muy duro, sabemos que no es agradable lo que te está pasando, pero se te está notando y las escenas son todas tuyas.
“El show debe continuar” ¿Han escuchado esa frase? Pues tenía que seguir como el payaso, como si nada hubiera pasado. Me dieron permiso para ir a la Fiscalía con Jaime Lombana para hacer mi declaración. Después de que él se puso al día con toda la información de quién era Alberto, qué hacía y dónde se encontraba, vino la pregunta obvia.
–¿Tienes el teléfono? Quiero hablar con él.
Le di el único número que tenía en mi libreta.
–Alberto Pérez habla con Jaime Lombana Villalba de ‘Lombana & Villalba Abogados’, soy el penalista encargado del caso de Luly Bossa por la divulgación de un video en el que usted está teniendo relaciones sexuales con ella y usted tuvo la vileza, la bajeza y poca hombría de permitir la publicación del mismo.
Lo que Alberto haya contestado fue muy breve, ya que Lombana no le daba tregua.
–¿Si no fue usted entonces quién lo hizo? Ella destruyó la cinta V8 en la que se filmaron, lo mejor sería que usted pusiera la cara. –Silencio–. Pues le voy a poner una denuncia ante el consulado de Colombia en Miami, mientras yo esté al frente del caso usted tendrá que responder por lo que hizo. Toma, habla con ese tipo.
–¿Alberto porque me hiciste esto? Permitiste que saliera a la luz pública algo que era solamente de los dos. ¿Pero lo que no entiendo es cómo pasó si yo rompí la cinta?
–Pero es que nos volvimos a filmar.
–¿Qué? No señor, fue la única vez que lo hicimos, eso lo tengo clarísimo. Pero aunque me hubiera filmado cien veces contigo, era privado, era parte de nuestra intimidad cosa que por lo que veo a ti te vale cinco, se te olvidó que ese día hicimos el acuerdo de destruirlo, no tienes ningún tipo de moral, además entiendo que no vas a poner la cara.
–Lo que pasa es que yo no puedo salir de aquí, ya pasé papeles, acuérdate que me casé con mi amiga puertorriqueña y si me voy pierdo toda la plata que le di a los abogados para sacar la residencia.
–Qué conveniente para ti, que yo quedé como una perra y tú como el héroe que se tiró a Luly Bossa. Hay algo que no entiendo, te filmaste conmigo, luego aparece perfectamente editada “La Señora Bonita” de la que siempre sospeché, pero que tú siempre negaste (su nombre no lo diré por respeto y solidaridad de género además de saber que su vida también se derrumbó cuando todo salió a la luz pública) y luego con una bailarina. Explícame qué clase de persona hace eso.
–Ay, pero eso fue durante una peleíta.
–¿Una peleíta? ¿De modo que mientras yo comía mierda cada vez que peleábamos, tú te acostabas con otras mujeres y de paso las filmabas? Siempre te lo dije, sospechaba de esa mujer y tú me lo negabas. Eres lo peor Alberto y con qué tranquilidad me lo dices.
–¡Pero es que no fui yo, no puedo hacer nada desde aquí!
No había nada que hacer, lo que menos le importaba en ese momento a él era lo que yo estaba sufriendo, así que le pasé el teléfono a Jaime dando por terminada la llamada. Jaime llegó a pensar que yo justificaba a Alberto, por lo absurdo del asunto. Sí, una deshumanizada periodista había sacado a la luz el video, pero era él quien no me había protegido, era él quien se había tomado el trabajo de editar una filmación en la que tenía relaciones sexuales con una mujer que supuestamente había sido su novia por cuatro años, para seguir con otra y luego con otra. ¿Por qué ensuciar el acto más sublime e íntimo entre un hombre y una mujer? ¿Por qué no pensó que él fue concebido por medio de ese acto en el vientre de su madre, que también es una mujer? ¿Por qué no pensó que al no proteger esta vagina (la mía) yo podría ser objeto de burla y de escarnio público, pero que también él vino a este mundo a través de otra vagina que era la de su madre? ¿Por qué no pensó que la segunda mujer con la que se filmó tenía un hogar, un esposo, unos hijos adolescentes que acudían a un colegio, una familia, al igual que la tercera mujer?
No pensó, aunque creo que ellas tampoco pensaron. ¿Pero acaso no es eso lo que nos diferencia de los animales? Todavía están en el aire todas esas preguntas. (Aquí no estoy haciendo una apología o justificación a la infidelidad y el adulterio, pero si puedo despertar conciencias acerca de la vulnerabilidad de la mujer y si logro que se lancen al mar y se unten de esas aguas negras en las que tuve que nadar sola en todo este proceso, me daré por bien servida).
La señora Candela no paraba de hablar de mí en su emisora, se había ensañado, como si yo le hubiera hecho algo malo. Según ella, yo era un perjuicio para el canal, pues estando embarazada y haciendo ese tipo de videos era un malísimo ejemplo para la sociedad, sobre todo para los menores. Esto, sin mencionar las burlas de las que fui objeto en su programa “PICANTÍSIMO”. (Cito apartes de sus comentarios en la emisora, transcritos en las conclusiones de la demanda hechas por el Dr. Lombana. Ref. Causa 327-2003).
“No, pero es que miren, hay una cosa muy particular en el video y es que… no es hecho con mucho amor, eso es lo que nosotros logramos captar. (…) Eso era de la cama al asiento, del asiento a la cama (risas) eh… cogía el control remoto y lo manipulaba: acercamientos, primerísimos planos, luego alejamientos, planos generales. (…) No me digan que dizque fue un encuentro amoroso, pues… romántico entre los dos. No, eso fue una cosa hecha… fríamente para la televisión”.
Las salidas a la calle se volvieron una tortura, entraba a un sitio y automáticamente las miradas se enfocaban en mí; yo era ese oscuro objeto del deseo para unos (supe de banqueros yupis de lo más encopetados reunidos con sus compañeras de trabajo para mirar el video) otros lo compraban para masturbarse, otros para tener relaciones mientras lo miraban, mientras me calificaban morbosamente de perra. La avidez por verme teniendo relaciones sexuales era de todos los estratos. Le había pedido a Jaime que por favor no lo viera, pero un día entrando a su oficina pilló a sus abogados asistentes reunidos frente a un televisor concentrados en la acción de sus protagonistas.
–¡Oigan, no sean hijueputas, ella pidió expresamente que no lo viéramos! Todos se quedaron mirándolo, medio agarrados con las manos en la masa, pero dieron un argumento razonable.
–¿Pero doctor, cómo hacemos entonces con lo del montaje que la Negra Candela está realizando? ¿Cómo podemos saber cuál cuadro es original y cuál no?
Decidimos ponerle una tutela, que en primera instancia una Juez Mujer, reemplazo de la titular, la da a favor de ella. Jaime, decide apelar con el oficio y la mística de quien conoce las leyes y sus recovecos al derecho y al revés, su tesis versaba sobre el derecho a la intimidad, de manera que sabía perfectamente el daño que esta mujer me ocasionó y no descansó hasta lograr un fallo histórico por parte del Tribunal Superior de Bogotá. La señora Torres no podrá volver a referirse a mí nunca más, en ninguna circunstancia, en ningún medio de comunicación. Creo que hasta ese momento la Sra. Torres no tenía idea de quién era Jaime Lombana como abogado. Ese sería su dolor de cabeza a partir de ese momento, situación que la llevó en su desesperación a demandarlo en tres ocasiones y a querer conciliar en otras, a lo que él y yo desde un principio habíamos decidido que daríamos la pelea hasta sus últimas consecuencias.
–Yo tomo este caso, pero la pelea es hasta el final, no te puedes dar por vencida y no vas a responderle a ningún medio de comunicación, a ninguno, que me llamen a mí.
El teléfono no paraba de sonar en mi casa, bien fuera entrevistas para periódicos nacionales, o para medios televisivos o revistas de farándula, pues querían hacer su agosto con la noticia que era la comidilla del día, incluso recibí llamadas de Univisión para hacer el –Talk Show de Cristina Saralegui–, no pensaban en nada más; solo querían lograr un mayor tiraje en su edición u obtener un mayor rating. Aquí debo citar abiertamente a la prensa escrita en cabeza del señor D’Artagnan, columnista, en ese entonces del periódico El Tiempo, quien arremetió sin conmiseración, ni respeto a la consabida confirmación de la fuente, poniendo en entredicho de nuevo mi honra, mi buen nombre, mi salud, el de dos menores de edad, como lo eran mis hijos y de paso su ética profesional. Llegó a decir que con quien yo sostenía relaciones en ese video, no era otro que Alberto Pérez, el famoso Alias “El Pequinés”, que había caído en la operación Milenio y estaba preso en una cárcel de Miami por narcotráfico. El señor periodista nunca se tomó la molestia de investigar, NO PENSÓ, me señaló, sin tener en cuenta que ese señor “Pequinés” era un homónimo de Alberto Pérez, pero a esas alturas yo ya había hecho coreografías sexuales, hasta cuestionaron cuánto tiempo duraba teniendo sexo y para rematar era la mujer de un mafioso, pues el artículo había sido publicado con todos los bombos y platillos un domingo en la página editorial de El Tiempo.
Es tan fácil ensuciarle el nombre a alguien, aunque no se tengan argumentos, hubiera sido muy fácil poner en entredicho las preferencias sexuales del periodista para cuestionar su autoridad moral al hacer este tipo de señalamientos, pero esas son Sus preferencias, es Su intimidad, lo que se cuestiona aquí es Su ética periodística. La respuesta por parte del despacho de Jaime Lombana fue inmediata. En una carta dirigida a la dirección del periódico se hacía el reclamo por haber permitido la publicación del artículo siendo un medio escrito con tanto prestigio y tantos galardones por su veracidad y objetividad. Si bien es cierto que las opiniones de quien escribe en las páginas editoriales son absolutamente personales, también lo es, que ese es el medio que sirve de vehículo para que salgan tales publicaciones. Al miércoles siguiente hubo una rectificación que ocupaba menos de un cuarto de página. Y es que de la abundancia del corazón habla la boca, dijo Jesús por allá en Lucas; nos conocía demasiado bien y eso no ha cambiado.
Diligencia de ampliación de indagatoria rendida por: Graciela Torres Sandoval.
“El supuesto video del cual ella habla y que fue ofrecido a los medios es totalmente diferente a las imágenes del video que emitimos en el programa “Dicen” con la Negra Candela, quisiera que se llamara a declarar a Elkin Coronel, periodista del Noticiero NTC, quien me comentó que a él le fue ofrecido un video en el cual de acuerdo a la descripción que le hicieron, la señora Luly Bossa aparece en actos íntimos con cuatro señores al mismo tiempo. Quiero que se llame a declarar a la periodista Sandra Milena Herrera, quien trabaja en Todelar, quien el año pasado en el 2000 durante sus prácticas en una de las cárceles de Bogotá, junto con otras siete personas vio un video de la señora Luly Bossa en el que sostiene relaciones íntimas con un interno del Pabellón de Alta Seguridad. Pido respetuosamente que revisen las imágenes del video que transmitimos en el que se aprecia en dos cortes a Luly Bossa con dos protagonistas diferentes”.
Pero se recibe un informe del INPEC solicitado por la Fiscalía, por medio del cual se comprueba que nunca puse un pie ni en la mencionada cárcel ni en ninguna otra. De aquí en adelante, entendimos que las versiones más bajas que pudieran enlodar mi nombre serían la bandera de la señora periodista y sus abogados. A lo largo del proceso fueron cambiados algunos de los cuadros del video original por escenas que yo había hecho en Venezuela de la película llamada Rizo, producida por el G tres, Colombia, México y Venezuela a saber, en los que había un desnudo mío de la cintura para arriba, para poder decir que los videos eran profesionales, con hombres diferentes y por ende hechos con fines comerciales.
Mi manager de entonces, Marisela Marulanda, recibió una llamada bastante sospechosa.
–Figúrate que me llama una mujer que nunca se identificó para decirme que ya que tú eras cristiana, que dejaras el asunto así, que perdonaras y que olvidaras. Que ellos tenían en su poder otros videos en los que tú apareces con hombres y mujeres en una orgía.
Se me salió el león que había estado amarrado hasta ese momento.
–Que lo muestren, ya no tengo nada que esconder, me quitaron lo más preciado que tenía, mi intimidad. Si lo hacen, ellos mismos se clavan el puñal, la Fiscalía sabrá que fue un montaje más, como los que ya han intentado presentar.
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Créditos: Ediciones B