En la Miami de finales de los ochenta Porky’s era el club de streaptease más famoso de la ciudad. Allí hacían negocios los más eminentes artistas de esa época, desde el rapero Vanilla Ice hasta Sting, pasando por la mismísima Gloria Stefan. Los clientes que llegaban a tener confianza con la gerencia podían acceder a juguetes tan extraños como un carrito de pilas cuya punta terminaba en un poderoso consolador. Los clientes se lo introducían a las estrellas porno que frecuentaban el lugar y que cobraban comisión por hacer su escabroso show.
El dueño del local era un militar ucraniano, Ludwin Fanberg, quien llegó en 1980 a Nueva York como cuenta Operación Odessa, el documental de Netflix. En esa ciudad encontró trabajo siendo recaudador de los Gambino, una de las cinco familias italianas que dominan el hampa en Estados Unidos. Las tareas de Fanberg eran horripilantes. A veces, cuando se endurecían las cosas, los endeudados que no querían pagar, el ex militar tenía que prenderles fuego a establecimientos, asestar puñetazos con sus anchas manos de cosaco y algunas veces incluso hasta matar. Por eso, no tardó en recibir el apodo por el que se haría famoso, Tarzán.
Después de que los Gambino mataran a su mejor amigo dentro de la organización, decidió trasladarse a Miami con una plata que estaba ahorrando. Como un homenaje a la película que más le gustaba, la comedia Porky, bautizó su bar. Entonces le llegó una posibilidad de negocio que le permitiría taparse de plata. El rapero Vanilla Ice le presentó a un amigo de nombre Juan Almeyda, nacido en Chicago pero de padres colombianos. Era dueño de un embarcadero en Florida de donde salían lanchas rápidas puestas allí como servicio público. Todo no era más que la fachada con la que se lavaban millones de dólares para sus verdaderos jefes, el cartel de Cali.
Sabiendo de los contactos que podría tener Fanberg en el ejército ruso, Almeyda le pidió dos helicópteros rusos para transportar grandes cantidades de droga. Almeyda y Fanberg, aprovechando el vacío de poder en el que había quedado Rusia después de la desintegración de la URSS, viajaron a Moscú en donde, con plata de los Rodríguez Orejuela, compraron dos helicópteros marca Kamov, que fueron enviados directamente a Colombia. El precio de la operación fue de 5 millones de dólares, todo un gangazo.
Entonces el dueño de Porky’s se convierte en hombre de confianza del Cartel de Cali. Por eso Almeyda decide explorar la posibilidad de comprar un submarino nuclear ruso para transportar, en vía marítima, 40 toneladas de cocaína. Entonces Fanberg llama a un viejo amigo de San Petersburgo y la conversación está diáfana, intacta, en Operación Odessa, el documental de Netflix donde se cuentan los pormenores de la compra
-Misha – le dice Fanberg a su amigo- te voy a hacer una pregunta un poco rara, ¿es posible comprar un submarino militar usado?
-vaya pregunta, veré que puedo hacer
A los dos días Misha ya tiene la respuesta:
-El submarino ¿lo quieres con misiles o sin misiles?
Entonces viaja a Rusia y se encuentra con militares del más alto rango. Le ofrecen un submarino nuclear cuyo valor era de 30 millones de dólares. Desde Colombia le pidieron una foto para comprobar que todo fuera bien. Esta fue la que mandó al lado de la súper nave:
El ucraniano viaja a Cali, se encuentra con los Rodríguez Orejuela quienes le dan una maleta con 10 millones de dólares a Tony, un cubano que trabajaba para el ucraniano. Era el primero de los tres pagos en efectivo con los que se compraría el submarino.
Pero pasaron los días y Tony desapareció. El Cartel fue tras Tarzán y Almeyda. Sin embargo Tony reapareció y les dio explicaciones al ucraniano quien contacta de nuevo a los hombres del Cartel y les dice que ya le entregó los 10 millones de dólares a los rusos, que esperan otro pago de 10 millones. Los Rodríguez Orejuela citan a Tony en una estación de trenes abandonada en Nueva York, el cubano llega antes y se da cuenta que el lugar está lleno de sicarios dispuestos a vengar a sus jefes. Huye a tiempo. Tarzán y Almeyda se van a Asia y escapan con su parte del botín. Los Rodríguez Orejuela los buscaron por medio mundo para aplastarlos pero nunca los encontraron. Los tres hombres tumbaron al Cartel de Cali y vivieron para contarlo.
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