Seiscientas familias cordobeses se las arreglaron para tener agua y luz gratis, no comprar en los supermercados y, si se enferman, contar con los remedios en el jardín de su casa
Hace siete años 609 familias se inventaron la manera de vivir sin tener que pagar por el agua, la luz, la vivienda, la medicina y la alimentación. Después del desbordamiento del Río Sinú en Córdoba, que dejó más de cien mil damnificados en el 2007, un grupo de pescadores y amas de casa se unieron para sobrevivir en su tierra y no seguir engordando la lista de desplazados. No necesitaron de la ayuda del gobierno ni de la policía para organizarse. Se armaron de picas, palas y mangueras para levantar sus casas, construir sus huertas e inventarse un acueducto artesanal. Hoy ya no se dejan someter por el cambio climático, no sufren de hambre ni se preocupan por las deudas porque allí no hay cheques, contratos escritos, ni papeles firmados que valgan pues todos sus trueques se cierran con un estrechón de manos.
Para estos ribereños la ley son los saberes ancestrales, esos que han heredado de sus abuelos y se basan, como ellos mismos dicen, en el sentido común. Las soluciones a las sequías y a las inundaciones las encontraron en un espacio que llaman la espiral agroecológica, el ágora donde se exponen desde las discusiones con los hijos hasta los metros de tubo que se necesitan para transportar el agua.
Su mayor riqueza es el río porque este les da para comer, beber, trabajar, bañarse… para sobrevivir. Estos pueblos son autosuficientes gracias al Sinú. Ellos no tiene que pagar por el agua porque la sacan de allí, luego la purifican con filtros y con ella cocinan, lavan la casa, se hidratan y riegan sus huertas; cultivos de 16 especies de plantas como yuca, plátano, berenjena, mangos, papayas y especies aromáticas con las que fabrican sus remedios. Alimentos libres de químicos porque no son fumigados con insecticidas sino que se les combate la plaga con la siembra de otras especies como el ají.
El acueducto lo diseñaron con tanques y mangueras con las que extraen el agua y la depositan en un aljibe. De allí se distribuye con ayuda de un motor que funciona con fotoceldas es decir luz solar, hacia los tanques de las casas donde es purificada por cada familia. La que queda con residuos de jabón y detergentes se limpia con trampas de grasa para luego devolverla a la tierra sin contaminar los agroecosistemas. También se han ingeniado la manera de redireccionar el agua para crear jagueyes -pozos para alimentar a sus cerdos, vacas y burros-, y lagos en los que cultivan cachamas y bocachicos que después de la construcción de la Hidroeléctrica de Urrá se extinguieron en las aguas de la zona.
Lo que sobra de la pesca y de las huertas después de separar lo del consumo de cada familia, se recoge semanalmente y se lleva a una tienda comunitaria que tienen en Lorica. El dinero de las ventas se guarda en un fondo común que se reparte en diciembre entre las mujeres de cada casa que la mayoría utilizan para comprar los útiles escolares y los uniformes de sus hijos.
Pero además de los beneficios, el Sinú también les deja temporadas austeras. Las sequías que azotan a estos pueblos del margen izquierdo del Río secan los acueductos y restringen la pesca. El 80% de los humedales de la cuenca del Sinú se encuentran allí, por eso quienes habitan esta ciénaga giran su vida en torno al agua. Hoy después de un año sin lluvias, sólo el 20% de estas fuentes de agua se encuentran funcionando. Pero ellos no encuentran respuesta en el fenómeno del niño sino en la falta de recolección de aguas lluvia en las zonas altas de las montañas. Estos campesinos de Córdoba no se sientan a esperar las ayudas del gobierno porque saben que tres mil familias dependen de la pesca, sino que ponen a funcionar sus aljibes. Así pues mientras en San Bernardo del Viento, el municipio urbano más cercano, sufren de sed, ellos le hacen el quite a los cambios del clima.
Para las inundaciones también han generado alternativas. Con los bosques de galerías han reforestado las orillas para que el agua no se coma el suelo. Jarillones naturales que amarran la tierra a través de la siembra de árboles evitando que el agua se lleve consigo casas y cosechas. Estos bosques además han ayudado a la preservación del aire limpio por ser captadores de carbono y a la conservación de los humedales. Desde la plaza de Mercado de Lorica se puede ver cómo los árboles se han convertido en muros de contención.
Pero aunque estos bosques impiden que el agua arrase con el pueblo, en temporadas de lluvia el agua alcanza a metérseles en sus chozas de bahareque, viviendas que aunque vulnerables, muchos prefieren antes que una de concreto. Ellos no quieren que el gobierno les regale una nueva, porque a algunos ya les dieron y son cajas hirvientes de concreto que hoy están vacías; un fracasado proyecto de vivienda al que los nativos bautizaron “casa atrás” por ser un barrio en el que todos tienen dos casas, las de madera en las que viven y las de cemento que recibieron sin alegría porque no las necesitaban. Por eso hoy lo que quieren es adaptar las suyas. Casas frescas que lo único que necesitan es ser despegadas y elevadas unos centímetros para que cuando llegue la inundación no les toque dormir mojados.
Si se quiere llegar allá desde Bogotá hay que tomar un avión hasta Montería, luego un carro hasta el municipio de Lorica y finalmente una canoa hasta estas veredas cordobesas llamadas Río Ciego #1, El Playón y Purísima. Estos pueblos remotos se organizaron con ayuda de OXFAM quién les donó 121 millones y de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo que les entregó 333 millones como ganadores del concurso nacional de adaptabilidad en el que se enfrentaron a las mejores universidades del país, alcaldías y gobernaciones.
Por ser comunitario y abarcar poblaciones enteras se ha convertido en un modelo a seguir. Desde 2006 cuando se dieron las peores inundaciones de la década estos campesinos se organizaron y generaron soluciones. Adaptaron sus casas a las condiciones climáticas con el dinero que les entregaron y hoy sólo se encargan de mantenerlas e pie. Cada una de estas comunidades se diferencia de las otras. Riociego #1 es el matriarcado del Sinú, Purísima un eco hotel en potencia y El Playón un cultivo de peces donde el agua escasea.
Río Ciego # 1
En este pueblo ubicado a las afueras de Lorica las mujeres llevan la batuta. Ellas se han encargado de organizar a sus hombres para que desarrollen sus proyectos. Así pues, las mujeres han puesto la materia gris y ellos la fuerza física como lo cuentan a continuación:
Purísima
Es el único municipio urbano de los tres. Aquí trabajan las 72 familias del pueblo ya sea en la pesca, el restaurante o en los cultivos. Estos campesinos buscan convertir su pueblo en un destino turístico a través de un proyecto de seguridad alimentaria en el que se le ofrezca al visitante la posibilidad de hospedarse, comer y pescar en un ambiente lejos del ruido y la contaminación de la ciudad.
El Playón
Aquí la pesca es para la superviviencia y el autoconsumo. De las 106 familias que habitan El Playón, 33 manejan el negocio. Lo que se prepara en las cocinas proviene de los lagos que ellos mismos han construido para el cultivo de bocachico y cachamas.
- Fotos y videos: Isabella Bernal.