Con el gobierno de Petro no se acaba la lucha social.
Ante la fabula marxista de que la “tierra será el paraíso bello de la humanidad”, siguiendo el fetiche del materialismo histórico y la inevitabilidad, Eduardo Bernstein (1850-1932), proclamó: “el movimiento lo es todo; el objetivo final no es nada”.
Esa afirmación está contenida en el libro “Las Premisas del Socialismo y las Tareas de la Social Democracia”, lo que significa que en Colombia con la llegada de Gustavo Petro al gobierno, por ningún motivo queda cancelada la lucha social, que hábilmente ha sido utilizada por el comunismo para su proyecto político totalitario, pero nunca para las reivindicaciones más sentidas de las masas, lo que demuestra su oportunismo ramplón.
Y en Colombia lo vimos en los paros de 2019 y 2021, en donde se utilizó principalmente al sindicalismo para convocar las movilizaciones, sin embargo lo que se buscaba era acumular fuerzas para llevar al poder al denominado sector alternativo, como había sucedido en otros países de Latinoamérica, especialmente en Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Rafael Correa y Chile con Gabriel Boric; lo que demuestra a las claras la inocencia de los dirigentes de la democracia liberal, que no saben percibir los momentos políticos, ante la astucia de las fuerzas totalitarias.
Así que el movimiento sindical, especialmente el democrático, tiene un gran reto para los próximos años en el país, siendo su principal tarea conservar su autonomía ante el gobierno de Petro.
A lo que se agrega que las convocatorias a las movilizaciones sociales deben genuinamente enfocarse hacia las reivindicaciones de la población y no a los intereses políticos partidistas de la llamada izquierda, que desvían completamente la esencia de la lucha y que buscan consolidar un bloque de poder hegemónico, como lo enseñó el comunista Antonio Gramsci (1891-1937).
En atención a lo cual la independencia sindical es de capital importancia para la defensa de la democracia y la libertad, debido a que estas no solo se defienden desde un gobierno, sino que también se protegen desde las organizaciones populares y desde la oposición.
El movimiento sindical chileno no se ha dejado obnubilar por las entelequias comunistas del presidente Gabriel Boric, quien participó activamente en las protestas de 2019, para materializar sus ambiciones políticas, sino que el sindicalismo chileno, a través de la Federación de Trabajadores del Cobre (FTC) convocó el 22 de junio a un Paro Nacional indefinido en la estatal chilena Codelco, por el cierre de una planta llamada Fundición Ventanas.
Al ser altamente contaminante, pero sin dar soluciones adecuadas a los trabajadores, lo que demuestra que los caprichos burocráticos izquierdistas buscan imponerse por encima de las necesidades de los obreros; entonces hay que resaltar que cuando un Boric o un Petro llegan al poder, no significa que el pueblo es el que manda, ya que el termino pueblo es muy genérico y tiene muchas acepciones, y los comunistas saben utilizarlo de forma audaz.
Queda claro que al marxismo solo o aliado con otros partidos y movimientos, en el gobierno o en la oposición, nunca se ha interesado por el bienestar de las masas, porque históricamente lo que ha buscado es mantener y reproducir la miseria de la población, como estrategia para desarrollar su absolutismo.
Así pues, en sana lógica el sindicalismo debe asumir una postura libertaria frente a cualquier gobierno, especialmente si un régimen tiene en su ADN componentes comunistas, que pretenden crear nomenclaturas para expoliar a la sociedad.
Hay que estar alerta ante la Reforma Tributaria, que presentará el próximo gobierno que se instala el 7 de agosto, puesto que puede ser lesiva y nociva para los estratos medios y bajos, debido a que hay que superar esa falacia acerca de que hay gobiernos que representan absolutamente en todo al pueblo.
Porque así como en el pasado se movilizaron las organizaciones sindicales y sociales en la protesta, no habría excusa razonable para que próximamente no lo hagan, dado que no son las insignias de un gobierno lo que determina si se realizan o no, las luchas populares.
Son grandes los desafíos que tiene el sindicalismo democrático en Colombia, pues debe de convertirse en la fuerza fundamental que convoque al pueblo a la movilización, cuando se requiera, ya que es un instrumento pluralista que permite el avance cuantitativo y cualitativo del movimiento de los trabajadores, en aras del bienestar social y humano de la población, que es la aspiración sagrada y legitima de un sindicalismo de valores, rechazando todos las perversiones que encarna el totalitarismo comunista, cuyo fin es la esclavitud política.
Con la llegada de Gustavo Petro al poder, la ciudadanía no se va a tomar “el cielo por asalto”, en vista de que continuarán las dificultades, que se pueden incrementar grandemente, si se aplican a la rajatabla los dogmas comunistas, porque las ilusiones que ha vendido el próximo gobierno, se anteponen a lucha que desarrollan diariamente las personas del común para tratar de vivir dignamente, haciéndole elogio a las dificultades, como lo planteó sabiamente el filosofo colombiano Estanislao Zuleta(1935-1990), de manera que con el gobierno de Petro no se acaba la lucha social.