“El miedo es el más ignorante, el más injurioso y el más cruel de los consejeros. (Edmund Burke)
El miedo según la psicología es una emoción negativa que nos ha acompañado desde nuestros orígenes brindándonos la capacidad de reacción frente a diferentes situaciones a lo largo de nuestra vida, en algunas ocasiones aparece como repuesta al peligro que presenciamos en nuestro entorno, indicándonos que estamos frente a una situación de riesgo, situaciones en muchas ocasiones que traen dificultades para pensar y actuar racionalmente.
Son muchos los tipos de miedo que experimentamos a lo largo de nuestras vidas, y son escasas las personas que no le temen a nada, sin embargo, la expresión más natural en la especie humana es experimentar en algún momento de nuestras vidas la sensación del temor, en muchas ocasiones el miedo desarrolla conductas defensivas, pero cuando el miedo es tan profundo nos bloquea y nos paraliza emocionalmente; como nos enseña el historiador Tito Livio que “el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”
En la medida que experimentamos esta conducta tenemos que medir nuestras fuerzas para poder comprender hasta donde somos capaces de enfrentar las situaciones que ponen en Jacke la misma existencia. Lo que al principio puede ser una conducta defensiva terminará por bloquear todos nuestros juicios sobre lo real, tanto es así que debido al miedo terminaremos por negar cualquier fenómeno que se nos presente en la vida práctica, a veces la sensación de miedo es más catastrófica que el peligro real. El temor, la agonía, la angustia, el insomnio, son los hijos predilectos del miedo, aunque este sentimiento se presenta de manera individual se generaliza después en términos colectivos.
Con individuos y comunidades aterrorizadas no se puede esperar una respuesta racional y un comportamiento adecuado para enfrentar los peligros que se nos presenta a diario, la atmosfera de temor que estamos viviendo hoy nos está paralizando lentamente de tal forma que el pánico colectivo nos está atravesando lentamente todas nuestras emociones y sentirnos atados para buscar una respuesta a los fenómenos reales. Tanto es asi que en situaciones catastróficas socialmente hablando, terminaríamos reconociéndolas como situaciones normales, es decir normalizando lo anormal. Es por esto que hoy en plena crisis social vemos a nuestra gente desorganizada, negando el fenómeno del covid, el mismo miedo ha obligado a un sector de nuestra población a refugiarse en espacios que lo alejen del peligro inminente actuando sin el derecho a pensar.
El solo hecho de aislarse por un tiempo produce una serie de conflictos emocionales que son expuestos en la medida que pasan los días, estos conflictos se pueden definir como trastornos de ansiedad, depresión, estrés, perdida de sueño, ira y desmotivación, sumando a esto el incremento de violencia intrafamiliar. El hecho de no poder compartir estas preocupaciones con las demás personas indica ya un problema de fondo, y no solo es que la gente tenga que comunicarse, también necesita sentirse en espacios comunes para manifestar simpatía y en muchas ocasiones sentirse seguro.
Desgraciadamente cada día que pasa se altera más la tranquilidad de la gente en medio de la cuarentena, soportando momentos de angustia de no saber si mañana continuará con su empleo, si mañana tendrá como pagar los servicios públicos, como asegurar el bienestar de la familia, todos estos problemas agudizan la crisis. En resumidas cuentas, nuestra población está asustada y la respuesta para ello no debe ser la misma de todos los tiempos, la mano dura. Esto lo confirma el estudio de solidaridad realizado por profamilia donde indican que, de 3549 personas encuestadas, en 10 ciudades diferentes, “el 75% asegura haber tenido alguna afectación mental durante la cuarentena, el 54% dice haberse sentido nervioso, el 53% cansado, el 46% impaciente y el 3 % ha sentido rabia o ira por el aislamiento, siendo los jóvenes entre los 18 y 29 años los más afectados por la situación”
Creo que la crisis existencial que dejará el coronavirus en nuestras sociedades será de una magnitud sin precedentes en la historia de la humanidad, para efectos de la misma los gobiernos a posteriori a la pandemia se deben preparar para desplegar una campaña de prevención y el cuidado de la salud mental a efectos de controlar el otro enemigo invisible, el estrés; en este escrito solo he mencionado los efectos psicológicos y psiquiátricos de las personas que han logrado salir victoriosos frente al contagio, ahora fijemos la atención en los efectos negativos de la población que ha estado vinculada directamente con las enfermedad, por ejemplo, el personal de la salud, según el informe realizado por profamilia, manifiestan que durante la pandemia han experimentado sensación de miedos, cansancio, se sienten con rabia, desesperanzados, y muchos de ellos están presentando una carga de estrés laboral debido a las altas horas de trabajo.
En estas circunstancias es difícil esperar una respuesta inmediata de la gente, creo que el miedo no debe convertirse la plataforma política para que los gobiernos profundicen medidas económicas adversas a las condiciones sociales que estamos viviendo, el miedo por estos días está siendo capitalizado por los gobiernos para fortalecer el imperio de la ley y el resurgimiento de las sociedades disciplinadas.
