El miedo a decir Sí o la valentía de promoverlo
Opinión

El miedo a decir Sí o la valentía de promoverlo

Le tenemos miedo al Sí por aquello del temor a lo desconocido. En una sociedad acostumbrada al odio al contrario resulta muy difícil convencer a medio país que la paz es un camino posible

Por:
agosto 12, 2016
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 Un fantasma recorre a Colombia. Entre espesa niebla y humo de las últimas escaramuzas de las emboscadas de los viejos guerreros, algo transita, cansino y torpe; como medio muerto y medio vivo. Entre estertores cocinados con la terquedad de quien concibe a la guerra como un tiempo delirante y perpetuo.

No digamos mentiras. Eso ante cualquier cruzada moral —tan de moda ahora— no queda bien visto. El No está ganando frente al Sí por culpa de nosotros mismos. No es culpa de la oposición al gobierno de Santos. Es el mismo gobierno y nosotros mismos los que estamos siendo derrotados por la falta de coherencia para defender la paz como el último paraíso perdido en esta tierra de impuros.

No busquemos responsables en la otra orilla. Están acá. De este lado. Juntos todos. Revueltos en el mismo merengue.

La Paz es algo tan serio y complejo como para dejárselo a los partidos políticos que son lo menos serios para tratar esos temas. Ellos se alimentan de la confrontación y de la contrariedad. Pero como nuestra racionalidad de primates suramericanos es tan mínima, concebimos como el cacareado aforismo, que la guerra es la continuidad de la política, pero por otros medios. Vaya aforismo en estos tiempos de paz premonitoria y de agazapados contradictores en firmeza y cantidad.

Lo que se pensaba iba ser un trámite de legitimidad social y de reivindicación de confianza social hacia una reflexión política seria, desde una negociación de un conflicto armado de más de medio siglo, terminó convirtiéndose en un escenario de disputas mezquinas y de egoísmos partidistas que le cierran la posibilidad a la civilización y atizan la barbarie.

No es gratis entonces, que toda la conspiración contra el Sí que proviene del No, resulta en mejor forma y más efectiva, por cuenta de la falta de coherencia entre quienes se aferran a la terminación del conflicto armado a partir de sus particulares hipótesis:

Los partidos de la Unidad Nacional pegados con baba intentan mostrarse como uno solo frente al Sí, pero tras los intereses del posconflicto y sus raciones de recursos para la Paz.

Las Farc-EP intentan creerse el cuento de haber dado el paso correcto en estos tiempos de decadencias y obsolescencias programadas de las ideologías reivindicativas.

La sociedad civil (si es que existe) aún respira confundida y no sabe que vientos correrán para acrecentar la llama de los incendiarios o la fresca brisa que traerá la calma de la convivencia.

La oposición con sus fundamentalismos y apegos al viejo país rural y de gamonales rancios, hace todo lo posible por satanizar hasta al mismo papa, con tal de ver el fracaso de la negociación del posconflicto.

La izquierda confundida y decidida le apuesta al Sí para no dejar pasar el momento histórico, pero sabe que no encaja en las pretensiones políticas de un país derechizado y mediocre en su evolución política.

Los actores y amigos del escenario internacional están expectantes y casi mudos frente a las contradicciones y ambigüedades de un país, de una sociedad y de un Estado que ni siquiera considera serio llegar a la Paz por vías dialogadas y de negociación como las construidas durante tanto tiempo.

 

Preocupa que el No siga creciendo entre la gente que solo se mueve
por la firme convicción que nace desde los rumores
que se fabrican a diario y por los desatinos de la mala prensa del Sí

 

De verdad preocupa que el No siga creciendo entre la gente que solo se mueve por la firme convicción que nace desde los rumores que se fabrican a diario y por los desatinos de la mala prensa del Sí. La defensa de la Paz debe ser un propósito de intelectualidad, inteligencia y pura ciudadanía que esté por encima de las mezquindades políticas de los partidos alrededor del Gobierno y de una oposición exacerbada en el odio y las malas intenciones hacia la mayoría de los colombianos.

Le tenemos miedo al Sí por aquello del temor a lo desconocido. En una sociedad acostumbrada a la inquina, el odio al contrario y en la posibilidad de eliminar físicamente al que piensa diferente; resulta muy difícil convencer a medio país que la Paz es un camino posible. Difícil, duro y complejo, es verdad, pero más seguro y confiable para la posteridad. ¿Cuál es la prisa en el andar si no vamos a disfrutar el largo camino hacia la convivencia, el respeto y el disenso?

Coda: cada vez que regreso a los Montes de María en este Sucre que sufre, por los lados de Toluviejo y Colosó, recorro mis primeros pasos cuando la infancia era la única patria y la guerra se escuchaba en historias a la luz de pábilos tristes; luego vuelvo al ahora y también contemplo en medio de la tranquilidad prometida que el fin del conflicto armado es tan valioso como cualquier aguacero imprevisto en un marzo ardiente.

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