La Habana.- Ha estado movida la primera semana del ciclo 29 de los diálogos de paz entre el gobierno y las Farc. Las partes acordaron hacer públicos los acuerdos alcanzados a lo largo de dos años y la guerrilla lanzó novedosas consideraciones sobre los temas del perdón y la dejación de armas. Humberto De la Calle dejó plantados a unos 30 periodistas citados de urgencia en el Palacio de las Convenciones el sábado al medio día y todo ello sin mencionar que los insurgentes cambiaron durante unos minutos a Lenin por Lennon al abrir una de las jornadas al ritmo de la mítica canción Imagine, que parafrasearon a su manera, igual que lo había hecho el presidente Santos en Nueva York.
El 24 de septiembre podrá considerarse como un hito en el proceso de paz, luego de que gobierno y guerrilla anunciaran, en el comunicado conjunto número 44, que desde ese día se haría pública la totalidad de borradores de todo lo acordado en la Mesa de Conversaciones. Las partes explicaron que lo hacían para salirle al paso a las especulaciones “producto de una intención clara de desinformar a la opinión pública”.
El gobierno interpretó este paso como una medida necesaria para enfrentar a los enemigos de la paz y las Farc reclamaron una pequeña victoria, asegurando que siempre han estado opuestos al “inútil secretismo que rodeaba los acuerdos parciales”.
El comunicado conjunto también dejó ver las grandes diferencias que todavía separan a los negociadores en cuanto a la interpretación de lo alcanzado hasta hoy. Las Farc insistieron en que hay por resolverse una serie de salvedades que –en su opinión- se refieren a temas cobijados por el Acuerdo General. Sin embargo, el gobierno consideró que la mayoría de los asuntos que están en el congelador no hace parte de la agenda que dio inicio a los diálogos.
No habían pasado ni seis horas desde que se difundió el comunicado número 44, cuando el gobierno convocó a la prensa para una declaración de Humberto De la Calle, a la inusual hora de las cinco de la tarde. En ella, el jefe de la delegación defendió la importancia de preservar la confidencialidad, pero reconoció que lo difundido hasta ahora, lejos de ofrecer claridad y transparencia a los ciudadanos, “ha dejado un margen demasiado grande a la especulación e incluso a la especulación malintencionada”. Sin referirse a cuáles, dijo que “ha habido filtraciones de los acuerdos que han contribuido a confundir aún más a la población”. El ex vicepresidente tampoco señaló quiénes habrían hecho las filtraciones.
Con transmisión en directo del canal Telesur, De la Calle leyó seis páginas explicando el alcance de lo acordado hasta ahora, deteniéndose en cada uno de los puntos pactados. Dijo que los pilares del denominado “acuerdo hacia un nuevo campo colombiano” son el acceso y uso de la tierra (que incluye la formalización de la mediana y pequeña propiedad y la creación de un Fondo de Tierras para distribuir en forma gratuita a los campesinos); la reconstrucción de las regiones más afectadas por el conflicto; la puesta en marcha de planes nacionales para reducir la pobreza rural en 10 años (vías, distritos de riego, electricidad, conectividad, salud, educación, vivienda y agua potable); y la creación de un sistema especial de seguridad alimentaria.
Respecto a lo conseguido sobre participación política dijo que se propenderá por una “nueva apertura democrática que promueva la inclusión política como mecanismo para consolidar la paz luego de la terminación del conflicto”. Explicó De la Calle que la idea de este punto es facilitar la creación de nuevos partidos políticos que, transitoriamente, no dependerán de los umbrales electorales vigentes. También subrayó la creación de Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz “en las regiones más golpeadas del conflicto”. Mencionó el desarrollo de una ley de garantías para las organizaciones y movimientos sociales; medidas para promover una cultura de tolerancia y garantías para la protesta social. Según el jefe de la delegación gubernamental, se busca “asegurar que se rompa para siempre el vínculo entre política y armas”, para lo cual el gobierno deberá poner en marcha un Sistema Integral de Seguridad para el ejercicio de la política.
Tampoco pasó mucho tiempo para que las Farc dieran su versión sobre la razón por la cual se decidió hacer público lo parcialmente pactado.
Pablo Catatumbo, también con transmisión de Telesur, habló ante la prensa el día 25 y exhibió la divulgación de los acuerdos como un trofeo de la insurgencia en la batalla sin armas que libran en la Mesa. “Queríamos, y lo hemos logrado, que este diálogo se desarrollara de cara al país, y no podría ser de otra manera porque en La Habana se está forjando un futuro de dignidad para todos los colombianos”, dijo el jefe guerrillero. Y pidió, en tono pausado, que se implemente una estrategia de difusión eficaz sobre lo que sucede en La Habana. “Al respecto debemos decir que existe aún mucha deficiencia”, señaló.
Las Farc dijeron que el acuerdo parcial sobre asuntos agrarios “tiene formidables avances que no ponemos en duda” pero al mismo tiempo demandaron que se incluya en él lo que han propuesto las organizaciones y movimientos campesinos, los indígenas y los afro-descendientes “que son los que trabajan el campo”. E insistieron en que buena parte de los acuerdos logrados son elementales reivindicaciones que se pueden poner en práctica ya mismo, “de tal forma que se refleje en la realidad lo que se promete para el futuro”.
Hay otras acciones que, según la guerrilla, se pueden ejecutar desde ahora, tales como modificar la normatividad para garantizar la protesta social, redefinir la tenencia sobre los medios de comunicación y tomar medidas para “desmilitarizar la sociedad y el Estado colombiano”.
Ambas partes se adelantaron bastante en la agenda y dieron inicio a uno de los pulsos más intrincados de estos diálogos: el de la dejación de las armas. De la Calle aseveró que “el fin del conflicto requiere, por supuesto, que las guerrillas dejen las armas y se reintegren a la vida civil. Esa es una condición necesaria pero no es una condición suficiente para construir la paz”. Y las Farc contestaron: “Estamos de acuerdo, esa es una condición insuficiente, porque la dejación de las armas debe entenderse como el acto de renuncia de ambos lados a la utilización de las armas como forma de hacer política (…) eso es dejación de armas: la fuerza pública regresa a su rol natural, constitucional, que no es precisamente el de inmiscuir sus armas en la política interna sino el de atender la defensa de las fronteras y la soberanía patria”.
Mientras gobierno y guerrilla sentaban sus posiciones en la Mesa, la vida cubana transcurría a su ritmo apacible de siempre, brevemente interrumpido por las celebraciones de un nuevo aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y por la estruendosa paliza que le propinó el equipo de Industriales a su archirrival Santiago de Cuba en el mítico diamante del Estadio Latinoamericano.
Los medios locales e internacionales se entretenían además con la curiosa noticia de las sanciones anunciadas por el gobierno para los funcionarios que lanzaron al mercado dos perfumes bautizados con los nombres de “Hugo” y “Ernesto”. Toda una afrenta a la memoria y a las familias de dos grandes revolucionarios, según se publicó en periódicos de la isla.
En medio del ciclo, las emisoras de radio transmitieron el discurso del canciller cubano, Bruno Rodríguez, ante la Asamblea general de la ONU. Rodríguez aludió a agresiones imperiales contra Venezuela, a ataques financieros contra Argentina, a amenazas contra el medio ambiente en Ecuador y, por supuesto, al conflicto entre Palestina e Israel. Entre los periodistas que cubren los diálogos llamó la atención que, siendo Cuba el país donde posiblemente se firme el fin de una guerra de más 50 años, no hubiera hecho ninguna referencia a los diálogos de paz entre el gobierno y las Farc.
Un par de días antes, en el mismo recinto donde Rodríguez pronuncio su discurso -que fue largamente aplaudido, sobre todo después de anunciar que Cuba enviará a África un contingente de 200 médicos para luchar contra el ébola-, había estado el presidente Juan Manuel Santos evocando a John Lennon y su canción Imagine. A unas pocas cuadras del lugar donde fue asesinado el ex Beatle, Santos dijo que “sería lindo poder trasladar eso a Colombia, para que los colombianos nos imaginemos el país en paz”.
Por esa vía fue que el legendario músico de Liverpool viajó de Manhattan a La Habana en la calurosa mañana del 24 de septiembre. Su música retumbó por un altoparlante del Palacio de las Convenciones mientras la delegación de las Farc descendía de las dos “guagüitas” blancas que todos los días los llevan desde El Laguito hasta el Palco.
Y con las últimas notas del piano de Imagine, Iván Márquez leyó un breve texto que tituló “Somos soñadores, pero no los únicos”. Citó un par de párrafos de la canción y le dijo a Santos que “se debía proceder a brindar no solo una canción de paz, sino el anuncio de un cese bilateral de fuegos que evite más derramamiento de sangre, el armisticio que nos sitúe en la recta final de nuestra reconciliación”.
A lo largo de la semana, llamó la atención lo diezmada que se veía la delegación del gobierno cuando hacía su entrada a la sede las conversaciones, siempre a eso de 8:30 de la mañana y siempre después de que llega y habla la guerrilla. Hubo un día en el que solamente arribaron al Palco el jefe de la delegación, el general Mora y María Paulina Rivero. Con los días reapareció el comisionado de paz, Sergio Jaramillo, y hasta el mismísimo Frank Pearl que estuvo perdido durante varios ciclos, según algunas fuentes oficiales dedicado a conseguir por fin el inicio de conversaciones oficiales de paz con el ELN. Al que no se vio ni una vez en el primer tiempo de este ciclo fue al general Oscar Naranjo.
Tal vez por tener tan disminuido su equipo fue que De la Calle tuvo que dejar plantados a más de 30 periodistas que la delegación de gobierno había citado, de urgencia y a última hora, en la mañana del sábado 27.
Esta es la pequeña historia de cómo fue que De la Calle repitió la historia de la silla vacía de Marulanda en el Caguán, pero no con silla sino con atril y micrófono: corrían las siete y media de la mañana del citado día cuando miembros del equipo de prensa del gobierno repartieron a algunos (y sólo a algunos) periodistas un resumen de prensa con los principales hechos noticiosos del día en Colombia. El documento, muy bien impreso, con los logos del medio que era citado, subrayaba los hechos violentos ocurridos en el Bajo Cauca e incluía algunas columnas de opinión, entre ellas una titulada “La verdad revelada” (sobre el tema de hacer públicos los acuerdos). A las ocho a.m. hablaron las Farc, a las 8:30 desfiló el gobierno rumbo a la Mesa y 15 minutos después, en el lugar de los hechos no había periodistas, ni fotógrafos ni camarógrafos, sólo la enorme mole de cemento rodeada de una exuberante vegetación desde la que juguetean y trinan centenares de aves. Todo el mundo se había ido a trabajar con el material obtenido durante la jornada, cuando de repente comenzó a circular “la bola” (que es como en Cuba le dicen a un rumor creciente) de que Humberto de la Calle haría una declaración de última hora. El rumor resultó cierto y todos tuvimos que “virar” (que es como en Cuba se le dice a devolverse o a regresar). Por segunda vez en el día los equipos pasaron a revisión técnica y por segunda vez los trípodes fueron instalados, las cámaras fueron montadas y el sonido fue probado.
Como de costumbre, el gobierno instaló un baking con los logos de la presidencia y puso al frente del atril la enorme luz artificial que se enciende cada vez que habla De la Calle. Con la escena montada, comenzó la espera. Pasó media hora y el ex ministro no aparecía. Una hora y no había ni señales ni explicaciones, hasta que 90 minutos después circuló otra “bola”: el jefe de la delegación hablaría en media hora.
En casi dos horas de espera lo único que pasó fue que las especulaciones entre los periodistas subían como espuma: la mayoría apostaba a que De la Calle se referiría a la quema de buses por parte de las Farc en el Bajo Cauca, tal como ya lo había hecho en Bogotá el presidente Santos. Alguien arrancó un par de carcajadas apostando a que De la Calle anunciaría el cese bilateral al fuego, mientras miembros de la delegación de las Farc, al mando de Andrés Paris, rondaban el lugar, atentos a lo que se decía en los corrillos.
La crónica del micrófono vacío termina cuando dos integrantes del equipo de comunicaciones del gobierno se aparecieron en el lugar para anunciar que “el doctor De la Calle está muy atareado y no podrá aparecer ante las cámaras, pero aquí manda esta declaración”.
En ella, el doctor denuncia que han infiltrado sus comunicaciones personales mediante operaciones ilegales, según le han dicho autoridades en Colombia. Precisa que “en al menos 17 oportunidades intentaron acceder a mi computador y a mis correos electrónicos, con lo cual no solo pueden conocer la información que manejo, sino que tienen la capacidad de enviar mensajes a mi nombre que jamás he escrito…”
Con la imagen del micrófono vacio aun rondando en su memoria, los camarógrafos y fotógrafos volvieron a instalar sus equipos el domingo 28 para grabar a Ricardo Téllez (Rodrigo Granda) diciendo que las Farc recibieron con preocupación la denuncia hecha por De la Calle y manifestándole su solidaridad. La guerrilla llamó la atención sobre el hecho de que la Fiscalía no haya producido resultados en la investigación sobre Andrómeda y otros casos de espionaje y se preguntó que si esto ocurre con los plenipotenciarios del Estado “qué no estará pasando con la delegación de Paz de las Farc”.
Esta movida semana, sin embargo, puede agitarse aún más a partir del 1 de octubre, cuando se anuncia la llegada a esta capital de la tercera delegación de víctimas, que incluirá al general de la policía Luis Mendieta, quien cayera en poder de las Farc luego de más de 10 horas de combate en la ciudad de Mitú, en noviembre de 1998. Mendieta pasó más de 10 años de cautiverio en la profundidad de la selva esperando que tres gobiernos sucesivos llegaran a un acuerdo con las Farc para canjear prisioneros de ambas partes, lo cual nunca sucedió. El entonces coronel de la policía fue liberado en una operación militar en el año 2010.