La ciencia, como se reflejó ante el ojo de la senadora colombiana Vivianne Morales –como una esas apariciones que la virgen María les concede en las tazas de chocolate a las viejitas–, también se develó ante mi desorbitada mirada.
Lo primero, para hacer un experimento que me dé unos resultados concretos, es tener claridad sobre el problema a investigar, eso dice un tutorial de esos que se consiguen en la web. Alá quiera que no vaya ser el mismo método que se bajó la congresista.
A ver, a ver. ¿El problema son las parejas de los homosexuales que quieren padecer los trastornos de sueño que traen consigo los adorados niños, esos mismos que crecerán y que desangrarán las, de por sí, desnutridas cuentas bancarias de sus padres? Puede ser. En la ciencia hay que tener en cuenta todas las variables.
¿O el problema es de Vivianne Morales con los homosexuales?, la pregunta rima, qué chistoso, lo habrá notado la senadora. Lo segundo es enfocarse, no distraerse. Eso debería ser lo primero, así no hubiera comentado la estupidez del apellido de la congresista con las personas que, a su parecer, en su sapiencia, no son convenientes para educar a niños huérfanos que sobreviven en casas de paso, preguntándose, quizá, qué será de su mañana, si acaso, en su encierro, tienen la idea de futuro.
Ya tengo un acercamiento al problema, que debe ser una pregunta concreta: ¿los gays y las lesbianas son un peligro para el futuro de los niños colombianos que algunas parejas heterosexuales abandonaron y maltrataron, entre otros casos?
¿Esto cómo se mide hombre? ¿Se podrá explicar en una ecuación elegante, sencilla y fácil de resolver? Qué tal esta: (Ds= na+(m)²), (Ds= na+(l)²), donde 'na' equivale a niño adoptado, 'm' a marica y 'l' a lesbiana que, elevados a la potencia 2, dan como resultado a un desadaptado social, que es lo mismo que 'Ds'.
Ahí se la dejo a Morales, de pronto le sirve para argumentar, desde la ciencia pura, el referendo que pretende quitarle el derecho a las parejas del mismo sexo de ser papás. Se lo puse en una ecuación porque usted cuando le da por interpretar lo que lee trastoca un poquito las cosas, sino pregúntele a Kyle Pruett, el psiquiatra infantil que casi propone un referendo pero para que usted no vuelva a escribir en Google el tag “homosexuales no pueden adoptar”.
Bueno, superada esa fase de la ciencia, me voy al método cuantitativo-cualitativo, así pesco dos bagres con la misma mano. Si señores y señoras, si senadora, la estadística. Formulo una entrevista de afán. Pero a quién se la hago… Ya sé, a quién le debería importar de verdad, a los niños. ¿Y a cuántos? Solo a uno, a mi hija, así el margen de error se reduce a cero por ciento.
Otro problema resuelto. Para no trastocar los datos suministrados por la muestra decido hacer un cuestionario con preguntas abiertas. Primero sus datos: Penélope Gualdrón Goméz, Edad: 7 años. Lugar de residencia: Armenia, Quindío. Orientación sexual: aún sin definir.
La contextualizo del tema. Le cuento que Vivianne Morales es una señora muy importante que desde 1991 ha trabajado para el Estado colombiano: fue senadora, hizo parte de la Comisión de Notables que persiguió a los parapolíticos, fue Fiscal General de la Nación, hizo el intento de ser periodista, volvió a ser senadora y desde ese día, bueno, no específicamente desde ese día, sino un poco después, se la montó a las parejas homosexuales asegurando que ser criado por dos mamás o dos papás era inconveniente para los niños.
—¿En serio esa señora dice eso? —esto empezó bien, ahora el entrevistado seré yo.
—Si hija, dice que estudios científicos demuestran que es inconveniente que los niños no pueden ser criados por gais.
—¿Y por qué?
—No sé, ella ha tratado de explicarlo pero nadie le entiende, bueno, algunos sí, como el exprocurador Alejandro Ordóñez y los dos millones de moralistas que firmaron para que el referendo pasara al Congreso que ya lo aprobó.
—¿Qué?
—Nada, mi amor.
—Papi, pero qué tiene de malo en que uno tenga dos mamás y dos papás, después de que a uno lo quieran no hay nada de malo en eso —Penélope calla un momento, no entiende, le es incompresible. Acomoda sus ideas y continúa —papi, ya casi se me cae la caracha de la rodilla, me pica mucho.
—Déjesela ahí —le respondo entre risas—. Oye, ¿tu molestarías a algún amigo por tener dos papás o dos mamás?
—¡No! Jamás haría eso —no lo duda—. ¿Papi, tú conoces a algún gay?
—Claro que sí: a Leo, a ‘Morocho’, a Adriana…
—¿Morocho es gay —me interrumpe—, tu amigo, el que toca la quena? ¿Leo también? ¡El amigo de mi tía!.
—Sí.
—Bueno, pero eso no tiene nada de malo, eso es normal, solo es que a un hombre le gusta otro hombre y que a una mujer le gusta otra mujer. Papi —sigue con la conversación— mira que Juan Pablo (un compañero del colegio) dice que gay es una mujer a le que le gustan los hombres o un hombre al que le gustan las mujeres, está loquito…
—Así le gustaría que fuera a la senadora Morales, si fuera de esa manera no hubiera propuesto el referendo para que el pueblo decida si los homosexuales pueden ser, o no, padres.
—Papi, un referendo es parecido al plebiscito por la paz, donde hay que poner solo un ‘Sí’ o un ‘No’ para que se acabe o siga la guerra.
—Algo así amor.
—¡Entonces esa señora le quiere prohibir a los gais que sean papás!
—Entendiste muy claro. Si la mayoría de gente que vaya a votar responde que los gais no pueden adoptar, pues ya no podrán —con cada palabra que pronuncio la confundo más, hora de los ejemplos—. Es como si yo tuviera un novio…
—Que tu novio sea Alex. —No me pudo poner hombre más feo sobre la tierra que ese tipo del cual no voy a dar más descripciones.
—Bueno. Yo llego con Alex al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y les decimos “buenas, queremos adoptar un niño” y que allá nos respondan: “Ah, no. Ustedes no pueden porque son maricas”.
—¡Grosero!
—Está bien, porque somos gais.
—Eso no me parece justo. —calla un momento, no mucho—. ¿Papi, qué son ‘lesbianos’?
—Lesbianas, quisiste decir. Es una pareja mujer de mujeres que se atraen sexualmente entre sí.
—¿Y la señora (Vivianne Morales), es lesbiana?
—No sé mi amor. No creo, tuvo hijos y se casó dos veces, con hombres, por supuesto como lo manda Dios.
—Pero esa es la misma de la que usted me está contando, esa misma que le quiere quitar a todos los gais el permiso de adoptar.
—Sí.
—¿Y porqué hace eso? —hace una pausa, su voz empieza a reflejar tristeza—. Los niños allá sufriendo, esperando unos papás y nadie los adopta. Eso no está bien. Esa señora tiene como el cerebro al revés la parte redondita para abajo y la de abajo para arriba.
—Eso parece —, reímos a carcajadas.
Con lo anterior, que resultó ser una muestra representativa de 2 en vez de 1, como se estableció al inicio, se puede inferir que los entrevistados no entienden la discriminación de la señora frente a las parejas homosexuales, como tampoco comprenden los argumentos que usó para autoproclamarse la madre sobreprotectora de alrededor de 4.000 menores que esperan ser adoptados en Colombia.
Que el Dios de la ciencia –al que acude la legisladora para impedir la adopción de niños por parte de parejas homosexuales y solteros– intervenga para que todos los huérfanos que buscan un hogar quepan en sus propiedades para ser criados junto a su, más o menos, nuevo esposo. Es así que deben ser las cosas, no de otro modo.
