El Acto Legislativo 01 del 9 de enero de 1986 permitió que dos años más tarde en 1988 se eligieran por primera vez alcaldes en Colombia con el principal objetivo de fomentar la democracia y descentralizar el Estado. No se puede negar que produjo buenos resultados, pero ha perdido su norte y su verdadera naturaleza jurídica, ya que la democracia y el sufragio universal fueron remplazados por los intereses personales de los mercaderes de provincia.
La elección de alcaldes tiene más connotación en la vida pública que cualquier otra elección popular, aún más que la misma presidencia de la república; ya que la cercanía directa de estos funcionarios con el pueblo crea más interés en las personas. Los pequeños grupos políticos de un municipio encuentran en estas campañas su oportunidad de hacerse con el poder local, para de este modo liderar y aprovechar los diferentes contratos que tiene el municipio.
Estos líderes de municipio aprenden rápidamente las mañas y estrategias que realizan políticos de más altas esferas, como la corrupción, clientelismo, coimas etc, aplicándolas en sus pequeños emporios municipales.
Los municipios se crearon para expandir la descentralización administrativa del Estado y de este modo mitigar la centralización que se guarda en un sistema político centralista como el de Colombia que le ha hecho tanto daño a la historia del país.
Inicialmente se logró el objetivo, pero rápidamente estos alcaldes y sus administraciones, muy audazmente empezaron a entender y a evolucionar la idea de que el poder municipal puede dejar grandes beneficios económicos, tales como contratos, puestos, dineros y muchas otras cosas.
Comenzó entonces la degradación del objetivo único y filosófico de la descentralización, llegando a tal punto que hoy en día existen municipios que son financieramente inviables y otros monopolizados por unos pocos que se reparten el poder gobierno tras gobierno.
Lo primero que hacen los candidatos y deben hacer para no perder terreno en estas contiendas es el trasteo de votos, muchos candidatos saben que sin la trashumancia es difícil alcanzar la tan anhelada alcaldía.
La compra de votos es imprescindible en una elección de alcalde ya que todos saben que a puertas del día de elecciones juntos bandos empiezan a comprar votos, haciendo regalos, favores, prometiendo puestos, contratos, fiestas, conciertos, y no falta el que vende el voto por un almuerzo o un desayuno con tamal.
El 25 de octubre del presente año nuevamente como se hace cada cuatro años, se vuelven a decidir quienes administran los municipios; como si fuera una gran plaza de mercado donde lo único que no se encuentra son unos cuantos gramos de democracia, ya que no alcanza para los mercaderes de conciencias.
En muy pocos municipios de Colombia se puede encontrar trasparencia y respeto por las instituciones, por el contrario es fácil detectar en cualquier municipio del país ya sea del altiplano, la costa o la Orinoquia, el trasteo de votos, la compra de votos, la campaña sucia y una gran lista de focos de corruptela que se respira en el ambiente como si ya hiciera parte del patrimonio inmaterial de los colombianos.
“El hombre es lobo para el hombre”, Hobbes; y un ejemplo de ello es el gran deterioro que tiene nuestra democracia ya que es difícil encontrar personas que confíen en sus administradores públicos y la gente se acostumbra a ver esto a tal punto que es normal ver presos políticos y no son condenados socialmente.
Las elecciones municipales no son campañas electorales, son ferias donde se subasta y se entrega al mejor postor la administración de un municipio por cuatro años; para que este recupere el dinero invertido, se gane otra platica y si le queda algo, hace algunas obras para poder hacer compaña en las próximas elecciones.
Lo más curioso de todo esto es la manera como las personas se apropian de estas contiendas políticas, llenándose de pasión y fervor a tal punto que se convierte en un tema personal la victoria de su candidato, sin importarle lo más mínimo si su candidato llega a ser un buen alcalde y sin conocer sus planes de gobierno.
En un país donde la violencia no da marcha atrás y en los albores de un proceso de paz se podría considerar que el próximo gran desafío de los colombianos es erradicar la corrupción y la politiquería de los entes estatales.
Toda sociedad se conoce por los líderes que elige, y esta es una buena oportunidad para que los colombianos analicemos el modo como labramos el futuro de nuestros hijos, ya que el valor del sufragio universal desapareció, junto con el compromiso social, el respeto por lo público y el futuro de Colombia.
Quien vende o regala su voto, quien no vota por que no le importa lo público, le está entregando el futuro, la salud, la educación, las vías y el progreso a unos mercaderes de la democracia que tienen a Colombia sumida en la violencia, pobreza y desigualdad.
Luego nos quejamos y decimos que todo político es corrupto que el congreso es un nido de “”… Pero los responsables somos todos nosotros por no saber elegir a quienes nos representan.
La filosofía del voto popular consiste en elegir a las personas más idóneas, capaces, con las competencias necesarias, en función de la meritocracia, basadas en la ética, la moral, la trasparencia y el respeto por lo público; esa filosofía se diluye como niebla ante el sol, en los profundos bolsillos de aquellos que encontraron en las administraciones municipales la caja menor de sus negocios.
Como dice Pepe Mujica, si les gusta tanto el dinero, no lo busquen en las entidades públicas, dedíquense a la empresa privada y al comercio.