Siete mil millones de seres humanos pendientes del rodar de un balón; una cancha de noventa metros, dos arcos y veintidós guerreros dando todo de sí, mostrando en cada pase, gambeta y anotación, el espíritu, la fuerza, la alegría de su nación.
Esa nación que les ha dado todo, que les ha brindado salud, educación, libertad, una democracia transparente, un sistema político que les representa, una nación que ha entendido que el desarrollo está en manos de las ciencias y no del capital, que vale más la vida de un niño que el brillo de un diamante.
Un mundial de naciones justas, de personas con ideales, perspectivas diferentes unidas por la misma pasión, la demostración del poder de un pueblo tras el grito de un gol.
Y todos lo veríamos en los estadios o la televisión, desde cualquier parte del mundo sin restricciones pues todos tendríamos acceso a la información, un mundial donde los ganadores seamos todos sin importar credo o raza. Donde el deporte sea ese afán de demostrar que se es el mejor en dar a los demás, que se es el mejor entre aquellos que comparten.
Un mundial que hace tiempo olvidó el afán de riqueza para unos pocos, en un lugar que olvidó lo que significa frontera o pasaporte, un pueblo que recibe a otros con el potente cantar de los goles, una fiesta para celebrar la comunión de los días, que los viejos tiempos de guerra y barbarie, de niños en las calles, de pueblos hambrientos y explotados son solo ya viejos mitos que deben ser recordados para no ser revividos jamás.
Un mundial que sea un premio para las naciones que acabaron con la hambruna, con las enfermedades o la violencia. Un mundial que nos ayude a recordar lo bueno, lo humano, lo importante de estar vivos y no un distractor de la mierda en que vivimos.
Un mundial que solucione conflictos; una corte internacional que dirima litigios por tierra o agua, una corte que cree naciones y equipos, el reflejo de una sociedad fuerte que prefirió morir de un infarto al cobrar un penal que en un campo de batalla, que prefirió manchar de verde y no de rojo su bandera.
Un mundial para todos, donde juguemos todos con el estómago lleno, donde la violencia sobre, donde la fiesta sea un reflejo del día a día y no una escapatoria a la vida misma.
Un mundial en donde importe más la vida y quienes lo ven que un lingote dorado de 5 kilos.
