Peter Tabichi no es un profesor convencional. Aparte de ser un fraile franciscano, vive en una árida zona de Kenia (África) y dona el 80% de sus ingresos para ayudar a los menos favorecidos. Trabaja en una secundaria en donde el 95% de los estudiantes son pobres, una tercera parte son huérfanos y todos tienen que caminar más de 7 kilómetros para asistir a clase. Es un panorama desalentador el que enfrenta a diario y, sin embargo, no se rinde ante las adversidades. Tabichi cree que el mundo puede ser un lugar mejor. Ese fue el mensaje que transmitió a sus colegas durante su estadía en Medellín.
En una conferencia que se llevó a cabo en el Centro de Innovación del Maestro, Tabichi explicó cómo ha logrado generar oportunidades en su comunidad, agobiada por problemáticas sociales y económicas, a través de la enseñanza de la física y la matemática. Recordó la forma en la que, con el club de ciencias que creó, abrió la puerta para que sus alumnos soñaran en grande y se adentraran en proyectos de investigación en temas de tecnología e innovación.
“Para mí es un placer estar en este país tan maravilloso para motivar a los maestros y resaltar el rol esencial que juegan en la sociedad” afirmó el franciscano después de hablar ante más de 300 profesores de los diferentes colegios de Medellín.
El año pasado, en una competición científica de carácter nacional, sus alumnos crearon un dispositivo que permitía medir objetos a personas ciegas. Obtendrían el primer puesto y se ganaron un cupo para un concurso científico que tendrá lugar en Estados Unidos. Este y otros logros hicieron que la Fundación Varkey le otorgará el Global Teacher Prize, un reconocimiento equivalente a un Nobel en educación.
Su mensaje, sin embargo, fue más allá de sus consecuciones. Tabichi enfatizó en los motivos que deben guiar el quehacer de un educador y fue claro que la enseñanza debe perseguir una integración de las habilidades del estudiante hacia la creación de una sociedad mejor. Inspirar, dijo el keniano, ha de ser la principal razón de un maestro.