Hay asuntos que no se entienden, a los que les falta una pizca de lógica, pero hay que empezar diciendo que es muy importante que organizaciones como Colombia Líder —que cuenta con socios tan importantes como Findeter, Asobancaria, Fundación Bolívar y Semana, y que enarbolan la misión corporativa de contribuir con el desarrollo de gobiernos regionales y locales eficientes, transparentes, innovadores e incluyentes— se fijen en las acciones puntuales de los gobernadores y alcaldes para destacarlas y premiarlas.
Ahora bien, es relevante que entre esos premios muy publicitados salga elegido el gobernador del Cauca como "el mejor del país", después de lo que se supone es un análisis juicioso y concienzudo desarrollado por nada menos que once universidades, entre las cuales se encuentran la de Santo Tomás, la del Rosario, la del Norte, la del Cauca, la Salle, la Nacional, la Tadeo Lozano, entre otras. Es importante que esta organización promueva y estimule las buenas prácticas en la gestión de lo público, porque hay que agradecer que no se destaque siempre la corrupción, la desidia, el desgreño de las administraciones municipales y departamentales... y es bueno para el Cauca que su gobernador se sienta orgulloso por haber desarrollado procesos que han llamado la atención de los evaluadores.
Este es un logro a nivel personal que lo honra y seguro le servirá para construir un futuro político en otros escenarios. Sin embargo, aquí el problema es que solo con echar un vistazo por encima a la situación general del departamento del Cauca —al atraso profundo, sistemático e histórico en materia económica, política, social, de infraestructura, educación, seguridad y la calidad de vida de sus habitantes; a la crisis de derechos humanos en la que deja el departamento la presente administración, es fácil concluir que hay algo entre la imagen de un gobernador exultante (con todo el derecho a estarlo) y la realidad del territorio que gobierna, que no cuadra— hay un elemento que falla, hay algo que no se corresponde, que rompe la relación de causa y efecto.
Viendo el campesino caucano que sufre terribles vicisitudes, que debe aventurarse por kilómetros de vías (que no alcanzan a la categoría de carreteras por su estado deplorable) para sacar sus productos a las plazas, al ciudadano de a pie que lucha con la pobreza y la falta de oportunidades, los líderes perseguidos, el medio ambiente expoliado y envenenado por la minería ilegal, a la violencia rampante e impune, es casi un chiste malo decir que el gobernador es el mejor de Colombia.
Claro, no se trata de una encuesta de satisfacción dirán algunos, no se recoge la opinión "sesgada" de los ciudadanos que son los que deben sufrir las bondades y las perniciosas acciones de sus gobernantes, por lo tanto el malestar no debe ni puede entorpecer el logro de un mandatario por haber hecho algunas cosas bien. Y tendrán razón, por supuesto; hay indicadores que lo demuestran desde la objetividad y el rigor, aunque nosotros como caucanos no lo lleguemos a comprender. Pero si ellos lo dicen, pues así será, habrá que creerlo.