En relación con la indagatoria de Uribe, esta es mi postura:
Primero, no apoyo a ninguna de las marchas, ni las que lo defienden, ni las que lo condenan.
Segundo, quiero que la justicia obre de acuerdo a las pruebas que hayan, si son lo suficientemente fuertes, que lo condenen, sino que lo absuelvan.
Tercero, sea cual fuere el resultado de este juicio, que apenas empieza y que se estima que durará varios años, yo apoyaré, incondicionalmente, a las instituciones de justicia de mi país. No caeré en el juego de desacreditarlas, como estrategia de ambos bandos para destruir las instituciones.
Cuarto, yo no sueño con ver a Uribe en la cárcel, prefiero que, de hallarse culpable, cuente la verdad, pida perdón y ofrezca reparación, cualquier posición en contrario, va en senda opuesta a la paz.
Quinto, por transparencia, la audiencia no debería ser privada, sino pública, con transmisión por medios de comunicación, tal y como nos ha enseñado Perú.
Sexto, creo que el mejor castigo que puede recibir Uribe es ser condenado al olvido y al ostracismo. Es hora de pasar esta página de la historia y que Colombia inicie el camino del perdón y el reencuentro de hermanos de patria, para que construyamos un país justo, equitativo, en el que todos vivamos con bienestar.
Epílogo. El mesianismo ha conducido a las sociedades latinoamericanas a dar prelación al líder sobre el pueblo, a creer que el líder es una especie de semidiós que los conducirá al paraíso y cada vez que el líder los abandona, todo posible reemplazo es acusado de traidor, porque los seguidores de estos mesías son más papistas que el Papa, más ortodoxos respecto a la doctrina de su mesías que el mismo mesías. La tragedia latinoamericana solo se superará cuando entendamos que más que mesías requerimos institucionalidad. El reto en Colombia es superar a Uribe, Petro, Santos, etc. y construir un país en paz.