El Real Madrid salió con sed de venganza. Un año antes, el 8 de enero de 1994, el ‘Dream Team’ del Barcelona que dirigía Johan Cruyff lo había arrollado y con un 5-0 demostraba que sus eternos rivales no eran nada. Pero esta vez el Madrid venía con las baterías enfiladas y el Bam Bam Zamorano, dueño indiscutible de la nueve, lo sabía.
Todo lo que tocó esa noche lo volvió gol, y a los 40 minutos del primer tiempo ya había marcado su tercer gol. El killer rompió la red con su cañón que tenía en la pierna derecha en cada oportunidad, y le demostró a Jorge Valdano que no estaba acabado, que no debía conseguirse otro equipo como le dijo cuando comenzó la temporada. Incluso, le marcó los pasos a un joven Raúl que años después haría historia en el club blanco, que irónicamente lo sacó por la puerta de atrás.
Bam Bam Zamorano terminó siendo el pichichi 94-95 y consiguió acabar con la racha del Dream Team barcelonés que ganó durante cuatro años seguidos La Liga. Pero se fue para el Inter de Milán, seducido por el fútbol italiano que también pasaba por un buen momento. Llegó convencido que sería el nueve titular, un chileno conquistador de Europa. Pero los planes le cambiaron cuando supo que al equipo llegaría el mejor delantero del mundo: Ronaldo. Nadie como el brasilero. Zamorano no tuvo problema en cederle la 9, valía más la emoción de compartir camerino con el astro que dos años antes ganó el mundial en Estados Unidos. Eso sí, se las ingenió para no perder el número nueve y ahí nació la famosa dorsal 1+8, la más vendida del club hasta el sol de hoy.
Sin embargo, sí quedó sorprendido cuando supo que el Inter también compraba al Toro Vieri. ¿Cómo competir contra esos dos monstruos? Fácil, no quiso figurar, y se convirtió en el primer defensa del equipo milanés. Zamorano mantuvo la titular, pero Ronaldo y Vieri tuvieron que alternarse para acompañar al chileno. Años después, Ronaldo confesaría que estudiaba en silencio los movimientos de Bam Bam, alucinado por la manera en la que se movía entre los defensas para hacer goles de un solo toque: lo hacía ver como un entrenamiento más.
El retiro de Iván Zamorano en el Colo Colo fue uno de los más recordados en Chile. Pero la vida después de las canchas no lo trató tan bien. Parecía increíble los 2.5 millones de euros que quedó debiendo en 2014 tras embarcarse en un proyecto que lo dejó en la quiebra. Las demandas le cayeron encima a la Ciudad Deportiva en Santiago de Chile que lleva su propio nombre. Perdió doce canchas, modernos gimnasios, y todo un complejo de ensueño. Pero Iván lo perdió casi todo. Perdió su casa, un apartamento, los carros, las oficinas y una bodega; quedó bloqueado económicamente.
El barrio donde construyó la Ciudad Deportiva era un anillo de pobreza en la capital chilena, y Zamorano no desistió en su proyecto. El país le puso el ojo al caso del tercer goleador histórico de La Roja y lo convirtió en un espectáculo mediático, más cuando fue su cuñado uno de los señalado como responsable de la quiebra del exjugador.