Hace más de quince años, el colombiano Jaime Gilinski se lanzó en un audaz proyecto inmobiliario en donde estuvo localizada la base aérea Howard en el Canal de Panamá. Una movida empresarial que significó un importante empujón en la consolidación de su conglomerado.
La base aérea, además de su valor económico, tiene un gran significado en la historia de las relaciones de Estados Unidos con América Latina ya que desde allí se coordinaban las intervenciones militares que se dieron en distintos países hasta que la abandonaron en 1999. En ese entonces, Jaime Gilinski tenía a Londres como residencia que, para el caso de esta inversión, resultó definitivo.
Cercano a los sesenta años y con experiencias exitosas en estructurar negocios, pensó en un socio. De inmediato, se le vino el nombre de su vecino en la capital inglesa, el desarrollador urbano Ian Livingstone, quien junto con su hermano Richard han sido unos de los pesos pesados en proyectos de bienes raíces en Europa.
Gilinski aprovechó que Ian estaba de vacaciones en Las Bahamas y lo invitó a sobrevolar el terreno que había divisado en Panamá para desarrollar un megaproyecto.
Los vínculos de Gilinski con Panamá son estrechos y de vieja data por cuenta de su matrimonio con Raquel Kardonski, perteneciente a una influyente y poderosa familia con grandes intereses en el negocio inmobiliario.
Los lazos políticos y empresariales de los Kardonski, una fortuna iniciada por su tío Sam Kardonski, uno de los fundadores de la Zona Libre de Colón y propietario del Towerbank International, contribuyeron a financiar la expansión de la Zona Franca.
De origen británico, la familia llegó a Panamá en 1936 durante el éxodo de los judíos procedentes de Europa. Se arraigaron en el país centroamericano, se convirtieron en un referente social y económico y tuvieron buenas relaciones con todos los gobiernos del Istmo.
Un vuelo sobre el canal lo define todo
El inversionista inglés se entusiasmó y tomaron la decisión al vuelo: comprar el terreno de búnkeres y cuarteles baldío, rebautizarlo como Panamá Pacífico y construir una nueva ciudad a partir de cero. Armaron una sociedad de facto y comenzaron a proyectar el que se convertiría en el más audaz proyecto inmobiliario del mundo, según la revista Forbes.
Ian cogió un trozo de papel, un marcador y comenzó la proyección de una ciudad capaz de albergar 70.000 personas. El asunto entre los dos estaba claro: el inglés se ocuparía de los diseños y Gilinski debía conseguir la financiación y hacer el lobby con el alto gobierno panameño para convencerlos de la viabilidad del megaproyecto.
Todo se alineó
El acercamiento con el gobierno de Panamá no tuvo dificultades. Su esposa Raquel proviene de una influyente familia del Istmo. Sin esas profundas raíces en Panamá ni siquiera se habría enterado de la antigua base de la Fuerza Aérea desde donde mandaron misiones bélicas para intervenir los gobiernos de Honduras, El Salvador y el propio Panamá en los tiempos del dictador Noriega que terminó detenido el 3 de enero de 1990.
Antes, cuando los estadounidenses todavía controlaban la tierra, él y su esposa visitaban el supermercado cerca de Howard para comprar productos estadounidenses como chicle y papas fritas. La base en sí, estaba fuera de los límites urbanos.
Desde cuando el gobierno de Panamá se hizo cargo de la base en 1999 empezó a buscar maneras de vender pequeños trozos a diferentes desarrolladores. En el momento en que aparecieron Gilinski y Livingstone con su propuesta, el negocio llevaba cinco años quieto.
Aunque la contraprestación que le pedían al Gobierno para asegurar su inversión no era de poco monto, la respuesta llegó con prontitud: habría exención de impuestos para estimular la inversión extranjera, se crearía la Agencia Panamá Pacífico y se convocaría un concurso.
En efecto, 17 grupos presentaron propuestas de proyectos, aunque sólo cuatro, entre ellos Gilinski-Livingstone, fueron preclasificados. Al final, quedaron solos, enfrentados a un consorcio de las familias más ricas de Panamá.
El precio del suelo lo establecieron inicialmente en menos de US$5 por pie cuadrado, la mitad del valor de mercado y el ganador debería garantizar las inversiones por más de 40 años.
Con una inversión de US$705 millones, un depósito de US$20 millones, el Presidente de Panamá, Martín Torrijos, firmó en el 2007 el acuerdo con los recién asociados Gilinski-Livingstone. Las riendas del proyecto las tomó Henry Kardonski, cuñado de Gilinski.
Llegaron los árabes y los petrodólares para acompañar a Gilinski
La crisis de 2008 frenó las pretensiones de venta después de haber invertido US $80 millones en el trazado de la infraestructura básica. Gilinski decidió entonces mirar hacia el Oriente Medio como fuente de recursos. La realidad económica allí era otra. El precio del petróleo estaba en $140 dólares por barril y los jeques árabes buscaban negocios en todo el mundo para invertir.
El Royal Group de Abu Dabi entró en la mira y su cabeza el jeque árabe Tahnoon bin Zayed Al Nahyan, que después de dos años de negociaciones se convirtió en su gran aliado en 2010 con un 50 % de participación en Panamá Pacífico.
Para Tahnoon bin Zayed Al Nahyan, hijo del fundador de los Emiratos Árabes Unidos - EAU, Sheik Zayed bin Sultan Al Nahayn, el negocio inmobiliario no le era ajeno, ni tampoco su relación con los Gilinski que trasciende incluso a Panamá Pacífico.
Con 52 años, administra un amplio portafolio de negocios y es presidente de ADQ, una sociedad de cartera estatal; del First Abu Dhabi Bank, el mayor prestamista de la EAU; y del Royal Group, un conglomerado internacional de 60 empresas grandes y medianas con sede en EAU, desde donde invierte en Nugill, compañía controlada por la familia Gilinski y a través de la cual lanzaron la propuesta de la toma de la multilatina Nutresa.
Gilinski se quedó con una participación del 25 % pero conservó su condición de Presidente y su cuñado panameño continuó como el CEO con dos representantes de los árabes en el Consejo Directivo. La sede de una planta productora de cerveza de la multinacional SABmiller con un costo de US$400 millones es uno de los proyectos empresariales bandera de Panamá Pacífico con el que busca jalonar nuevas fábricas con esta localización privilegiada para exportar a Latinoamérica.
Según el acuerdo de 2007 con el gobierno, Gilinski y sus socios cancelarán el costo de la tierra a medida que el proyecto avance y va amarrado al dinámico mercado inmobiliario en Ciudad de Panamá. El gobierno recibe el 25 % de los beneficios de las ventas, una vez se hayan amortizado las inversiones en la infraestructura que corrió por cuenta de los privados.
Los excedentes de este Panamá Pacífico empezaron a verse en el portafolio global de la familia Gilinski que cada vez se consolida más y se convirtió en un vínculo con los árabes que llegó a su culmen con la compra de Nutresa que acaba de consolidarse.
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