Francisco Lopera era un neurólogo residente en el Hospital San Vicente de Paul en Medellín cuando conoció el primer caso le cambiaría la vida. Era la década de los ochenta apenas dejaba la veintena y estaba evaluando un paciente de 47 años que padecía un caso rarísimo de Alzheimer.
Indagó sobre su familia y encontró a varios miembros de ella con la misma enfermedad. Así que viajó hasta Belmira (Antioquia) y allí arrancó su aventura, la que lo tiene, cinco décadas después, muy cerca de encontrar la cura de la enfermedad del olvido.
Nació en el corregimiento Aragón, del municipio de Santa Rosa de Osos en Antioquia hace 74 años. Lleva la mitad de su vida intentando revertir uno de los grandes males de la humanidad cuyas consecuencias las describió el escritor Santiago Mutis como si a una persona le hubieran arrancado el alma, sus ojos se vuelven huecos, como si no tuvieran nada por dentro.
Como Director del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, Lopera ha hecho un descubrimiento vital para intentar entender aún más los misterios de la peste del olvido y podría abrir la puerta a una probable cura.
En el mundo, hay 46 millones de personas diagnosticadas con Alzheimer y a medida que aumenta la expectativa de vida, se multiplican los casos. Por eso, se estima que para 2050 habrá 131 millones de personas con la peste del olvido padecida también por sus familias.
Ante estos pronósticos, en los últimos años la ciencia ha estado obsesionada con hallar una cura para el Alzheimer. Por eso, se han estudiado 800 medicamentos de los que 98 % han fracasado y el médico antioqueño se ha metido de lleno en esta carrera.
La abuela de Francisco Lopera lo olvidó todo
El primer caso de Alzheimer que vio fue el de Rubiela, su abuela. Su papá no sabía qué hacer. Ni siquiera era capaz de reconocerlo. Ante el drama familiar, Lopera le pidió a su papá que la llevara a donde algún especialista, pero él le dijo que todo estaba perdido, que ya la había llevado a cuatro y que todos le decían lo mismo: esto no tiene cura. Lopera se prometió que, algún día, esto cambiaría y ahora está cerca de lograrlo.
Al médico y científico no le tiembla la voz a la hora de comentar cuáles son los dos casos más importantes en la historia de la enfermedad. El primero fue el de Auguste Deter, la mujer con la que se reunió el médico Alois Alzheimer y le terminó diagnosticando la enfermedad que lleva su nombre.
El otro caso es el de Aliria Rosa Piedrahíta, el único registrado de una persona que, además de tener la enfermedad, tiene el gen que lo cura. Nació en Yarumal, el lugar del mundo donde existe la mayor cantidad de personas con Alzheimer genético o hereditario –el otro, el más común, es el esporádico- y Piedrahíta estaba protegida por una mutación que no le permitía a la enfermedad desarrollarse.
En la familia hubo Alzheimer a los 40 años y murieron dos décadas después. Cuando Lopera la conoció, Aliria Rosa tenía 70 años y no tenía problemas ni físicos ni mentales. Había logrado retrasar 30 años la enfermedad. A los 72, se empezaron a manifestar algunos síntomas que fueron tratados. Piedrahíta murió de cáncer a los 76 años. Al morir, la familia de la mujer donó su cerebro para ser estudiado. Lopera sabe que este caso le abrió a la ciencia la posibilidad de prevenir la enfermedad.
Un cerebro clave para Francisco Lopera
La importancia del cerebro de Piedrahíta la destacó el propio médico Lopera durante una conferencia en España: “Encontramos que era portadora del gen de Presenilina 1, la mutación e280a, que la enfermaba, y de la mutación APOE 3 Christchurch, que la protegía. Como yo les digo a mis estudiantes: la naturaleza, a través de Aliria, nos está enseñando la prevención o la cura del Alzheimer. Creo que si logramos imitar lo que hace la mutación Christchurch en las personas que tienen la enfermedad, podríamos retrasar 30 años el inicio de los síntomas”.
Desde la década del ochenta, en el laboratorio en la Universidad de Antioquia, ha investigado 25 familias de Yarumal y a 6.000 de sus miembros. De ellos, los portadores son 1.119. El Alzheimer genético llegó desde Europa y se estableció en este lugar de Antioquia. La enfermedad empieza a gestarse a los 28 años cuando el cerebro comienza a alojar basura cerebral, almiloides.
A los 44 años surgen los primeros síntomas. Luego vendría un periodo de 20 años hasta la demencia. Hay formas de prevenir el Alzheimer, al menos el esporádico. El ejercicio físico, compuesto de caminatas de más de una hora, siete horas de sueño y una buena alimentación, pero el neurólogo Lopera tiene en sus manos un descubrimiento que podría cambiar la historia de la medicina.
Un anticuerpo monoclonal que limpia el amiloide del cerebro, o dicho en plata blanca, una escoba para barrer la impureza que termina dándonos la peste del olvido. Desde 2013 hasta 2022, probaron la sustancia con 252 personas. Sin embargo, el doctor Lopera y su equipo tuvieron un golpe tremendo: el medicamento Crenezumab no funcionó y no tuvo los resultados esperados, pero se levantaron de las cenizas.
A comienzos de mayo de 2023, encontraron otro caso tan raro como el de Piedrahíta: un hombre que tenía el gen de la enfermedad y el gen de la cura. Portador de la mutación antioqueña, no había desarrollado síntomas entre los 45 y los 60 años y llegó a esa edad cognitivamente perfecto.
El hallazgo salió publicado en la edición de mayo de la revista Nature Medicine en donde, sin que tiemble el pulso a la hora de escribirlo, se podría pensar en un tratamiento, una terapia curativa que retrase la enfermedad hasta edades donde el paciente esté a punto de morir.
En el estudio se han juntado científicos de los departamentos de Psiquiatría y Neurología del Hospital General de Massachusetts y del laboratorio de Neuropatología Molecular de la Enfermedad de Alzheimer de Hamburgo. El camino cada vez es más expedito.