El médico de la muerte digna en Colombia

El médico de la muerte digna en Colombia

Gustavo Quintana ha ayudado a morir bien a más de 230 personas. Un camino que va empezar a recorrerse con bendición legal en Colombia

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abril 23, 2015
El médico de la muerte digna en Colombia

La primera vez que el doctor Gustavo Quintana vio los ojos de la muerte tenía 32 años. Salía de un congreso médico en el Club Militar en Girardot. Había estado despierto las últimas cuarenta y ocho horas y buscaba afanoso un motel para pasar la noche. Los párpados caían cuando la luz de un auto que venía en sentido contrario lo encandiló. En su afán por esquivarlo dio un volantazo. Cuando despertó el techo del auto le oprimía el pecho. De una patada abrió la puerta y salió. Caminó unos pasos cuando vio el rostro pálido de una mujer que le señalaba la coronilla. Quintana se tocó la cabeza y la encontró blanda y húmeda. Al mirarse la mano notó que estaba empapada en sangre. Aún en estado de shock se devolvió al auto y sacó, engarzado entre los hierros retorcidos, el cuero cabelludo que se le había desgarrado en el accidente.

Lo subieron a una ambulancia y en el camino al hospital notó que de la cintura para abajo cientos de hormiguitas invisibles caminaban por su cuerpo. “Por favor- le dijo al enfermero que lo asistía- si tengo la médula espinal rota déjenme morir”.

Dos meses después del accidente Quintana realizaba su primera eutanasia. Se trataba de una mujer que tenía cáncer cerebral. La última esperanza para salvarla era practicarle una operación a cráneo abierto. Esperaron a que reaccionara durante un año pero la paciente  se negaba a salir del profundo estado de coma en el que había quedado. Negándose a verla secarse a como un pescado al sol, sus familiares decidieron llamar a Quintana.  En un par de minutos el corazón de la mujer se apagó tranquilamente.

Treinta y tres años después Gustavo Quintana ha realizado 103 eutanasias. Entre las personas que ha asistido se encuentran ancianas de 95 años, personas que ante los primeros indicios de Alzheimer prefieren morir todavía acordándose quien son y hasta bebés que han nacido con daños cerebrales degenerativos. Como lo requiere su profesión, cada eutanasia tiene su protocolo. La mayoría de veces lo contactan allegados del paciente, otras le hacen el requerimiento por internet después de ver la página de la Asociación Derecho a Morir Dignamente. Una vez hace la valoración del paciente Quintana llena de un líquido blancuzco cuatro inyecciones de considerable tamaño y procede a darle paz al que la necesite.

A pesar de ser el médico colombiano que más ha practicado eutanasias en el país, Gustavo Quintana es un amante fervoroso de la vida y sus placeres. Es buzo, piloto de carreras y se ha casado cuatro veces. Tiene una colección de autos en el garaje de su casa. Le gusta cocinar y ser el anfitrión. Los dos infartos que ha tenido han mermado su capacidad de aguante en las rumbas pero a pesar de eso sigue siendo una persona festiva.

De todas los llamados que ha recibido para practicar la eutanasia, el más amargo de todos fue uno que recibió desde el Meta. Tomó su auto y llegó hasta Villavicencio en donde un campesino lo esperaba. Se le subió al lado y juntos anduvieron por un camino destapado hasta que el día se volvió noche. Frente a un ranchito, en pleno llano, tres hombres armados lo esperaban. Después de identificarse como guerrilleros de las Farc lo pudieron de cara al suelo y le dieron un par de patadas. De nada sirvió decirles que el era un hombre de izquierdas, que incluso había estudiado en la Nacional. Lo encerraron en un cuartucho húmedo y al décimo día le dijeron que se podía ir. El hombre al que le iba a dar la eutanasia murió mientras él estaba en camino.

Ahora que el ministro de salud Alejandro Gaviria le ha dado luz verde a la eutanasia en Colombia, Quintana espera ser visto con otros ojos. Seguramente ya dejará de ser una especie de ángel de la muerte y lo mirarán como lo que de verdad es: Un hombre que le da la paz a todo aquel que desee dejar de sentir un dolor insoportable.

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