El papa Francisco, acaba de zarpar de Colombia luego de conmover al país con su gran estatura ética y moral, luego de unir y cautivar a millones de colombianos con su alegría, fortaleza, sencillez, pragmatismo, bondad y especial ternura..., su partida dejó un dulce sabor a nostalgia.
Francisco se dirigió a todos los colombianos sin exclusión alguna, a los pobres y ricos, a los políticos y servidores públicos, a la guerrilla, a quienes siembran cizaña, a la Iglesia que comanda, a esa Colombia descalza que pudo palpar en las calles y en las multitudes que con paciencia y contagiadas de su inmenso amor, lo esperaron fielmente bajo el sol y la lluvia, bajo el frío y el calor sofocante, en las tempranas madrugadas, en las tardes y noches de Bogotá, Villavicencio, Medellín y en la heroica Cartagena.
El papa pudo escuchar, ver, oler la tierra de los colombianos; bajo una atiborrada agenda, logró sumergirse en la inmensidad del contexto político y social de una Colombia diversa. Escuchó su rica música, observó la autenticidad de los colombianos, sus esfuerzos y laboriosidad, admiró sus paisajes, sus flores, degustó sus sabores y atendió con paciencia las historias de víctimas; abrazó y bendijo a decenas de desvalidos, agradeció a tantos servidores y retó la fuerza de la juventud colombiana a soñar en grande; a no dejarse engañar, ni robar sus sueños.
Observé del Papa que es un ser humano gigante tanto como de aquí a Roma, pasando por Buenos Aires; está lleno de un sinfín de cualidades; su carisma bondadoso permite comprender por qué es el apóstol sucesor de Pedro y el Pastor que comunica con valor el testimonio del evangelio a millones de fieles.
El papa Francisco hizo ir a misa a quienes hace mucho no lo hacían; obligados algunos por el protocolo escucharon sus homilías llenas de misericordia; al final lo trascendente, fue la semilla que dejó en el alma y el corazón de miles de creyentes y no creyentes, perfumados gratamente con la verdad de sus palabras.
En el valor de su palabra encontramos el significado
del perdón que desata amor puro;
y en su gran corazón, el vigor que ofrece la reconciliación
En el valor de su palabra encontramos el significado del perdón que desata amor puro; en la nobleza de su sencillez descubrimos que sí es posible revitalizar las relaciones con quienes tenemos diferencias y en su gran corazón, apreciamos el vigor que ofrece la reconciliación.
El papa Francisco me zarandeó con una fuerza inusitada y me enseñó que nunca puedo olvidar que vivo en un hermoso país que debo cuidar y respetar. Aprendí que nadie debe poner peajes que obstaculicen involucrarnos en la construcción de una mejor Colombia y en la edificación de una mejor comunidad.
De la visita del papa, aprendí que jamás debo olvidar conjugar los verbos amar, cuidar, dar, servir, respetar, honrar, valorar, agradecer y perdonar; que su profundo mensaje debe convertirse en una norma de vida y comportamiento en la calle, en los campos y ciudades..., en mi hogar; recibí del Papa la orden implícita de cumplir sus preceptos con disciplina y con buena memoria, para nunca tirarlos al olvido en el fondo del mar; entendí que es preciso tomarlo muy en serio si queremos dar el primer paso para hacer entre todos un mejor país.
Olvidar a Francisco es imposible; quedan vivos testimonios y habitan en Colombia millones de fieles que no serán indiferentes a su mensaje; estoy seguro que podemos seguir alimentando esa nueva esperanza que él nos ungió.
Para no olvidarnos de esta suma de testimonios y profundas palabras cargadas de sencillez y humildad, es preciso hacer ejercicios diarios como lo hacen los atletas; dar el primer paso requiere de valor; ese valor que regala la alegría de vivir y la superación del dolor.
Colombia necesita de líderes capaces de zarandear al país con una fuerza repleta de valores; líderes con un gran corazón que vinculen la ética y la moral, con los comportamientos diarios en sociedad; líderes que aceleren el fin de la patria boba que nos recordó el papa Francisco; allí donde existe un espiral de indiferencia, donde persiste un agujero negro que promueve la confrontación, que está repleto de tinieblas, de engaños y de miedos; allí “donde flamea el irrespeto por la vida, las discusiones interminables y los intentos fallidos”; en ese estado etéreo y peligroso, nunca se sacia la tentación de la ley del talión que nos obliga a vivir iracundos y sedientos de venganza.
El papa Francisco nos pidió hacernos señas entre todos para recuperar la confianza entre nosotros mismos; él nos pidió que nos hiciéramos señas “como los pescadores que acompañaban a Jesús en su barca, para volver a considerarnos hermanos, compañeros de camino, socios de esta empresa común” que es la nación con la que siempre hemos soñado todos los colombianos.