El líder detrás del trono saudí es el actual príncipe heredero de 35 años, Muhammad Bin Salman, más conocido por sus iniciales MBS. Uno de los 13 hijos del actual rey, Salman, quien padece la enfermedad de Alzheimer y le ha delegado las funciones de viceprimer ministro, presidente del Consejo de Asuntos Económicos y de Desarrollo, presidente del Consejo de Asuntos Políticos y de Seguridad y Ministro de Defensa. Con tres elementos de las fuerzas de defensa y seguridad bajo su mando, Guardia Nacional, el Ministerio del Interior y el Ejército, la autoridad de MBS parece absoluta.
El poder e influencia en la Península arabiga, lo ejercen más de 200 descendientes del unificador en 1932, Abdulaziz Bin Saud; una familia numerosa que cuenta con cerca de 5.000 príncipes en un país profundamente tribal y conservador. Muhammed altamente ambicioso, está determinado a remodelar su país. Optó por un “islam moderado” para lo cual ha restringido los poderes de la policía religiosa, permitido misas cristianas cortas y una mayor presencia de las mujeres en la fuerza laboral y en actividades anteriormente prohibidas como conducir y asistir aunque de forma segregada a los estados de fútbol y el cine.
Hace tres años, MBS anunció planes para hacer públicas las acciones de la petrolera estatal Saudi Aramco, la productora de petroleo más grande que existe, con cerca del 10 % de la producción mundial y de lejos la más rentable, dados sus bajos costos operativos de producción, que le permiten eclipsar en rentabilidad hasta empresas tecnológicas como Apple el año pasado. Además, de contar con unas reservas probadas de 250.000 barriles de petróleo y gas, a manera de comparación, las reservas probadas de Colombia son de 1.950 barriles.
El pasado 16 de diciembre Aramco salió exitosamente a la Bolsa de Riad, ofertando el 1.5 % de sus acciones. Logró ser la primera compañía en el mundo en recibir una capitalización cercana a los USD$ 2.000 millones, y que llevó a estimar su valor en cerca de USD 25.000 millones. Un éxito que continuó al ida siguiente, cuando la acción aumentó otro 8 %.
El objeto de la salida a bolsa es la financiación de proyectos de inversión alternativos a hidrocarburos. Su ambicioso programa, Visión 2030, apunta a diversificar la economía saudí a través de inversiones en sectores no petroleros, incluyendo la tecnología y el turismo. Muhammad visualiza un futuro, donde Arabia Saudita se convierta en el centro global que conecta Europa, Asia y África. Por lo pronto, dos días después, el 18 de diciembre, Aramco adquirió el 17 % de la surcoreana Hyundai Olibank por USD$ 1.200 millones con el objetivo de elevar las exportaciones de crudo a Corea del Sur.
El príncipe MBS, es uno de los líderes más admirados o más vilipendiados dependiendo de a quién se le pregunte. Sus amigos lo caracterizan como un noble reformador, mientras que sus enemigos lo denuncian como un tirano sangriento. En realidad, parecería que Muhammad es ambos.
En casa, su popularidad se ha disparado, especialmente entre la población predominantemente joven que está cansada de ser gobernada por hombres mucho más mayores que ellos. MBS tiene solo 34 años, y es el primer líder nacional con el que los jóvenes sauditas pueden identificarse. Prefirió estudiar derecho en su país, en la Universidad del Rey Saud, está casado únicamente con su prima la princesa Sara con quien tiene cuatro hijos, en un país donde le está permitido tener hasta cuatro esposas. Le encanta la comida rápida, como los hot dogs, bebe mucha Coca-Cola Light, y es un gran admirador de la tecnología. Se dice que "Arabia no ha visto a nadie de su carisma desde su abuelo, el rey Abdulaziz".
Al mismo tiempo que está transformando y modernizando un país profundamente conservador, arrastró a Arabia Saudita a una guerra en Yemen y encerró a manifestantes por los derechos de las mujeres, clérigos islámicos y blogueras. En septiembre pasado, ante las continuas evidencias de la involucración del Estado saudí, en el asesinato premeditado del periodista Khashoggi en la embajada de Estambul en octubre de 2018, MBS asumió la responsabilidad, pero aseguró, que ocurrió sin su conocimiento.
En términos de política externa, Muhammad fue pionero en el acercamiento rápido de su país con Rusia, también acordó recibir más de $ 130 mil millones de China en inversiones en la Ruta de la Seda puesto que es su deseo vincular esta iniciativa con su Visión 2030. Ha sabido aprovechar los intereses energéticos con Estados Unidos, país que hace todo lo necesario para avanzar en un acuerdo de venta de armas de alto perfil por USD$ 110 mil millones que MBS firmó el año pasado dado su apetito por las armas.
La confluencia de intereses que comparten los EE. UU., Rusia y China, más ahora los inversionistas de Aramco, garantiza que todos se cuiden en desacreditar a Muhammad Bin Salman y poner en peligro sus asociaciones con Arabía Saudita.