Al fútbol le hacía falta un partido como este. Dos equipos jugando por el placer de sentir la pelota en los pies. No estaba en juego el resultado, sólo la alegría de jugar. Esto no sucedía desde los días en que Zaire no entendía la lógica de un tiro libre, desde que los jeques salían a la cancha a sacar a su equipo mostrando su inconformidad por un fallo arbitral discutido o los húngaros vapuleaban 10 a 1 al Salvador.
Las redes sociales intentan mostrar el partido de ayer como una muestra más de lo que puede hacer la FIFA por un voto y aunque estamos de acuerdo de que está corroída por dentro, tampoco hay que caer en la paranoia. No hay que olvidar que el fútbol al ser el más democrático de los deportes (Para jugar un partido solo necesitas dos pares de piedras y una pelota de trapo) es una pasión universal.
La inocencia mostrada por el equipo del Zaire en 1974, Kuwait y El Salvador en 1982 es parte de la historia. El roce internacional, la posibilidad de integrarlos al universo futbolístico profesional permitió que hoy en día un país como Corea haya llegado a semifinales en un mundial (Con ayuda arbitral o no igual son competitivos), que Costa Rica llegara a octavos de final en el mundial del 90 o que Camerún nos impidiera haber estado entre los mejores 8 equipos del mundo.
Es muy probable que en veinte años Oceanía empiece a nutrir de jugadores las ligas más competitivas de Europa. En el último mundial, Nueva Zelanda jugó tres partidos y no perdió ninguno. Se puede mejorar y la única forma de aprender es jugando con los mejores.
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Por eso fue tan emocionante ver la actitud de España, asumiendo que la única forma de demostrar respeto por un rival más débil es atacándolo. A los tahitianos la exigencia física se les notaba en el rostro, estaban extenuados. Sin embargo a pesar del mareo y las ganas de vomitar iban por cada pelota como si el marcador todavía no se hubiera abierto.
Hubiera sido lindo haber visto como celebraban el haberle hecho un gol a la mejor selección de todos los tiempos. Pero sería también sospechoso. Era imposible que ganaron un mano a mano, era imposible hilvanar dos pases seguidos. Si Luis Suárez dijo haberse sentido frustrado de jugar con España porque la pelota nunca le llegaba, imagínense la sensación de inferioridad que debían sentir estos chicos.
Pero pelearon, sudaron, lo vivieron al máximo. Con los años se convertirán en viejos con un sólo recuerdo…. El del Maracaná en Junio, en su resplandor, en las tribunas atestadas de gente, en el abrazo con el Niño Torres, en la camiseta de David Villa. Eran conscientes de que ese momento era único, de que el dedo de la historia los había tocado.
Sí, Joseph Blatter es un canalla, pero qué le vamos a hacer…. No es culpa suya que el fútbol sea la cosa más importante de las menos importantes.