El pasado 20 de julio, en la instalación del nuevo período legislativo, hubo un detalle de bajeza inesperado. El senador Ernesto Macías dejaba al descubierto por error su "jugadita" de la que ya el país tuvo conocimiento. Prueba de que en la presidencia del senado hubo una gestión viciada, que estuvo llena de trampas y prepotencia. No solo hubo retrasos en la tramitación de leyes importantes como el estatuto de la JEP que provocó que otras discusiones importantes no se dieran. Su carácter de moderador de los debates dejó mucho que desear, restando importancia a algunos senadores y la ya caída ley anticorrupción que buscaba quitar la casa por cárcel a los bandidos de esta calaña que ahora hace parte de los productos hundidos con estrategias descaradas.
El senador Macías expuso una doctrina muy clara de su partido, donde no se escucha a los demás porque "solo yo tengo la razón" y esa falta de consenso nos está destruyendo de a poco como país. No es pedir que estén de acuerdo con sus contradictores, es darle la misma importancia que uno también desea a la hora de recitar su discurso, obvio que tenga sentido común, lleno de coherencia y críticas fundamentadas, hay que recordar que el ser mayoría no significa tener la razón, los demás también cuentan a la hora de decidir y si hacen parte del congreso también tiene derecho a participar en igualdad de condiciones.
No quiero decir con esto que todos los opositores sean pulcros en sus posturas, pero para eso debe haber un filtro que cada ciudadano hacer desde su entendimiento y el papel de un presidente del senado es controlar que que los debates se den con altura. El senador Macías tuvo carestía de eso y por el contrario solo ayudó a incendiar más las discusiones. Un poco de objetividad no le hace mal a nadie cuando de dirigir entidades se trata.
En este periodo legislativo lo único que deja el senador Macías es una placa con una alabanza innecesaria.
No solo necesitamos congresistas que asistan a su trabajo, necesitamos personas que sepan asumir sus deberes en las presidencias y vicepresidencias de ambas cámaras, porque es allí donde se pueden juntar las buenas ideas de todos los movimientos políticos para ayudar a construir y acordar los buenos proyectos de ley que no estén llenos de "micos".
Pero sé que esto parece ser una utopía, pero pensar en el Congreso como un esquema de trabajo conjunto y no un lugar para ganar "pulsos políticos" nos daría una visión y ejemplo al país de cómo trabajar desde las diferencias.