Es comprensible que una porción significativa del electorado colombiano, en medio de la indignación generalizada frente a la politiquería y a los partidos tradicionales, que rechaza el continuismo de duque representando por Federico Gutiérrez, decepcionada y exasperada por la tibia parsimonia de Sergio Fajardo, y con temores infundados en relación al cambio propuesto por Gustavo Petro, se haya dejado seducir por la simplona narrativa anticorrupción y la graciosa espontaneidad de don Rodolfo Hernández.
Esa ola o burbuja electoral que se ha registrado en las últimas dos semanas en favor de don Rodolfo, la cual amenaza seriamente el puesto como senador que prácticamente tenía asegurado Federico Gutiérrez, también puede representar deseos y frustraciones profundas del ciudadano de a pie.
Ven en don Rodolfo la posibilidad de corregir con eficiencia una Colombia fallida en donde casi nada funciona, y a su vez la opción de volverse ricos a través de un supuesto “trabajo duro”.
Sin embargo, preocupa imaginarse a don Rodolfo en la Casa de Nariño en medio de sus incontrolables e impredecibles ataques de rabia, cacheteando y dándole coscorrones a la señora de los tintos, a sus ministros, a los guardaespaldas, a los periodistas, etc.
Como sucedió con el entonces concejal de Bucaramanga, aquel artista de noble corazón, Jhon Claro, simplemente porque le cuestionó un caso de grave corrupción del cual aún el exalcalde bumangués no se ha librado.
Esa personalidad iracunda del viejo sería transmitida en vivo y en directo por todos los medios masivos.
Escenario preocupante porque de por sí Colombia en su cotidianidad es una sociedad extremamente agresiva.
Sin duda, el ejemplo del presidente sería replicado y los índices de violencia intrafamiliar, de riñas de niños y adolescentes en los entornos escolares, de borrachos dándose botellazos y machetazos, de maridos cascando a mujeres, de patrones dándole correa a sus empleados o garrote a sus peones se dispararían…
Otro irresoluble y gravísimo problema de don Rodolfo es su profunda ignorancia en temas básicos de cultura general, de historia, de geografía, etc… El viejo iracundo no sabe donde está localizada Vichada, ni Guainía y desconoce de qué se trata el Acuerdo de Escazú.
Alguna vez dijo que admiraba “al gran pensador adolfo hitler”, poco después dijo que había confundido a “Adolfo Hitler con Albert Einstein”. No me lo quiero imaginar en una Cumbre de la CELAC o de la ONU haciendo pasar vergüenzas a Colombia.
El ingeniero Hernández ha argumentado que para ser presidente de Colombia solo basta saber restar y sumar. No estoy de acuerdo. Un tipo tan perdido en el espacio y en el tiempo no está capacitado para dirigir el rumbo de un país.
Finalmente, en el viejo bravucón, existen rasgos psicopáticos, que demuestran una absoluta falta de empatía por el dolor y la tragedia de la gente humilde, a quien despectivamente denomina “hombrecitos”. Por ejemplo, sin ruborizarse, y con el signo pesos tatuado en el alma, en una declaración pública, se vanagloria de disfrutar “es una delicia” de las eternas deudas hipotecarias de sus compatriotas…
