No fue un amanecer cualquiera, las voces en la radio anunciaban la ejecución del presidente de un país caribeño, por cuenta de un comando armado que había entrado a su residencia, la información era confusa, en la medida que el sol despuntaba se iban conociendo detalles de lo sucedido.
Pasadas unas horas, el mundo no salía del asombro: un país sumergido en la pobreza y el desaliento, veía como la violencia le arrancaba la vida al primer mandatario de Haití, como si la divinidad misma se hubiese ensañado en contra de esa nación.
En Colombia era un suceso más, hasta que las noticias comenzaron a arrojar un dato significativo: en el brutal hecho habían participado hombres de habla hispana, que más tarde se confirmaría con sus capturas, eran colombianos.
El país cayó en el asombro, en el reproche, los capturados eran exmilitares contratados por una empresa de seguridad extranjera para ofrecer protección en Haití, la oposición, que guarda simpatía por terroristas hoy llamados congresistas, aprovechó la ocasión para enterrar su espina venenosa culpando al gobierno y señalando a las Fuerzas Militares de solo entrenar asesinos.
Desde aquella oscura noche, son muchas las cosas que se han escuchado, la historia alrededor es toda una conspiración para alzarse con el poder, mientras, los exmilitares detenidos soportan penurias en una cárcel cercana al infierno.
Con el trato inhumano que reciben los prisioneros por las condiciones de la cárcel, que según se cuenta es lo peor del sistema carcelario que tiene el país caribeño, a cientos de kilómetros en Colombia, miles de compatriotas convertidos en jueces implacables dueños de la verdad absoluta, creen que lo que viven es poco en comparación con lo que deberían recibir como castigo.
Sin embargo, las apreciaciones personales de los inquisidores adolece de lo más básico, la prudencia, que es un requisito elemental para abordar una situación de tantas preguntas sin respuestas; hasta este momento a los implicados no se les ha presentado ante un juez, no tienen abogado que los represente, no existe un expediente que documente las pruebas que han sido allegadas al proceso y como si no fuera poco el país vive una crisis muy cercana a la anarquía.
Pero si todo aquello es lamentable, también lo fue la falta de interés y acompañamiento en su momento por parte del gobierno de Iván Duque, que con la reciente declaración del señor Gustavo Petro en calidad de presidente de los colombianos, hace pensar que los exmilitares estarán condenados a una cárcel de por vida.
El perdón público de Gustavo Petro para con el pueblo de Haití resultó un acto irresponsable que raya en la ignorancia, bien debe saber este señor, quien ha fungido como defensor de derechos humanos, que la presunción de inocencia y el debido proceso es un principio universal que cubre hasta las peores bestias humanas.
Su ligereza en la palabra con la que le gusta siempre señalar y su necesidad de figurar, colocó una lápida en la búsqueda de la verdad, y de paso grabó como culpables a unos exmilitares sin haber sido vencidos en juicio.
Si hay algo que como nación debemos exigir los colombianos, más allá de la corriente política y de la pasión, es que se conozca lo que realmente sucedió, es nuestra imagen en el mundo la que fue pisoteada, es la institucionalidad de las Fuerzas Militares lo que está en entredicho. Por último señor presidente, díganos ¿por qué para usted Márquez y Santrich sí pudieron ser entrampados y los exmilitares en Haití no?
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