Cuando en el 2013 la ONU lo nombró como Presidente de la Comisión Internacional contra la impunidad en Guatemala, Alvaro Uribe bramó desde Colombia y movió sus hilos en la élite de ese país para desacreditar a Iván Velásquez. Salía en cada programa de opinión para enlodar su nombre, emparentarlo con una presunta izquierda terrorista. El presidente guatemalteco Jimmy Morales incluso le bajó el pulgar pero la Corte Suprema de Justicia de ese país lo impidió. Uribe no le perdonaba que buena parte de su carrera hubiera estado ahí para recordarle sus capítulos más oscuros.
Fue él quien le alertó al mundo que Jesús María Valle, un luchador de derechos humanos que denunció, antes de que ocurriera, que paramilitares querían asesinar a gente en el Aro Antioquia. En ese momento Uribe Vélez era gobernador de ese departamento y desestimó las denuncias de Valle quien terminó asesinado. En el 2002 Uribe Vélez llegó a la presidencia de Colombia y tuvo una favorabilidad que llegó a rozar el 80%. Uno de los pocos que no se arrodilló ante él fue Iván Velasquez. Como magistrado auxiliar Velásquez se le metió de lleno a desentrañar el plan macabro que desde el DAS perpetró Uribe para controlar a sus enemigos: las nefastas chuzadas que le hicieron incluso a él mismo y a abogados del colectivo José Alvear.
Sin la intervención de Velásquez Uribe habría sido reelegido y eso nunca le perdonó el expresidente. Velásquez es uno de los protagonistas del nuevo libro de Ramón Jimeno, La impunidad del poder, en donde muestra a dos personajes claves del país, el Coronel Carlos Velásquez, quien combatió la paramilitarización del Ejército en manos de generales corruptos como Rito Alejo del Río, y la historia de un abogado brillante como Iván Velásquez quien incluso llegó a proponer revisar la ley a la hora de actuar contra las personas más pobres.
Con un potente prólogo de Ricardo Silva Romero, Jimeno regresa con todo al ruedo de donde fue importante, el periodismo de alto nivel.
