Los educadores son protagonistas sociales por naturaleza. Cada acción pasa por el lente del escrutinio público. Los resultados de su labor pedagógica pueden impactar en su prestigio o su aniquilación personal y académica, haciendo de esta actividad una profesión soberbiamente sensible, ya que un maestro, en su dilatada labor, puede inspirar cientos de vidas o sencillamente apagar miles de sueños.
Las expectativas sociales que se concentran en los maestros cobraron un duro revés, con esta grave revelación. A finales del mes de mayo, en Radio Programas del Perú, la educadora y líder del Consejo de Mujeres Awajún, Rosemary Pioc, dijo que desde 2010 al 2024, se han registrado 524 denuncias formales, contra maestros por agresión a los estudiantes de la provincia de Condorcanqui, región Amazonas. Este testimonio se hizo eco en los titulares periodísticos y ha generado un debate público que deja mal parado al magisterio peruano.
Con respecto a esta agresión y perjuicio hacia las niñas y niños por parte de estos educadores, considerados superhéroes por los estudiantes y padres espirituales por la sociedad, el Dr. Morgan Quero, actual ministro de educación, lo ha mencionado como una costumbre cultural. Con toda honestidad, creo que el ministro debió condenar este abusivo maltrato e impulsar una exhaustiva investigación y, desde el momento, asignar un equipo de psicólogos que puedan brindar apoyo a los estudiantes afectados y sus familias.
Retornando a la acción docente, no basta que los maestros transmitan conocimientos y ostenten grados académicos en nombre de la meritocracia. Como hemos podido apreciar, no todos los educadores cultivan y ponen en práctica los valores morales como piedra angular de su magisterio, por lo que urge implementar una permanente capacitación y seguimiento constante en habilidades blandas y empatía solidaria que recomienda la Unesco, para humanizar más a esta hermosa profesión.
Dado que la formación del educando se basa en principios éticos, la sociedad no solo debe limitarse a criticar contra las acciones negativas de algunos maestros, sino asumir un compromiso de cooperar estrechamente con el ejército docente, de tal manera que todos eduquemos el hábito saludable de vivir en armonía y respeto. En el aula o fuera de ella, asumamos el reto social de practicar la ética de hacer el bien a los demás y minimizar el sufrimiento a las personas para un mundo más humano y compasivo, argumenta la prestigiosa filósofa española, Adela Cortina.
Los educadores son motores de cambio. Como ingenieros sociales junto a la sociedad, son los llamados a desarrollar un liderazgo compartido para una vida mejor o infeliz de los estudiantes.
© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCP.