Para la diva ser una mujer bonita significa arreglarse incansablemente hasta que la vida no dé más. Las mujeres que se relajen y decidan engordar plácidamente en su vejez son mocos indeseables, gente que no merece ser amada.
Esa esclavitud hacia la belleza no hace sino resaltar las incomodidades que debe pasar una mujer para ser deseada por los hombres. De hecho, esta vanidad no es más que la vieja costumbre que tenían las esposas en la década del cincuenta, antes de la revolución femenina, de no mostrarle a su esposo su rostro sin maquillaje.
Amparo es una mujer imponente y sigue siendo una hermosura físicamente a los sesenta años. No ha envejecido físicamente un ápice. Sin embargo, después de escuchar el debate que tuvo con Alejandra Borrero, en donde mostró atisbos de homofobia y desdén hacia las mujeres que deciden no arreglarse y vivir como les da la gana, podemos decir que espiritualmente es una ancianita que piensa como una abuelita laureanista.
Fue una desilusión. Nos imaginábamos una mujer de vanguardia, siempre dando cara, siempre polémica, pero vemos que en su vida Amparito predica pero no aplica y es el modelo de todas esas mujeres plásticas que nunca toman un libro y que viven pensando solo en su aspecto físico.
Sí, Amparito nos resultó de un machismo insoportable, aunque eso no le quita que sea la gran reina del raiting. Ahí están los resultados. Su aparición en la nueva temporada de Yo me llamo le ha reportado nuevos réditos a Caracol, que no se cansa de apalear a RCN.
Además, a pesar de que ella es tal vez la única estrella de la televisión nacional que puede levantar un programa por su cuenta, todas esas virtudes quedan al margen cuando habla. Amparo representa todas esas cosas que creíamos extirpadas en tiempos de hípsters ambientalistas y de viscerales feministas, es un modelo que si sigue destapando su verdadero ser perderá seguidores.
Amparo tiene que entender que Colombia ha cambiado y sobre todo que las mujeres colombianas han cambiado. Su representante debe recomendarle que se quede callada en cosas de las que no tiene ni idea como, por ejemplo, sobre las libertades individuales de las mujeres
