Hace unos días se conmemoraba el aniversario de la ratificación de la Constitución de 1991, la misma que fue lograda con sangre y dejando a grandes personalidades de la política en el camino. Cabe anotar que fueron los grupos estudiantiles como la Séptima Papeleta y el grupo guerrillero M-19 los precursores y principales solicitantes de una nueva constitución que acabara con todas las irregularidades que estaban presentes en la de 1886.
La revolución triunfó y mediante la Alianza Nacional Constituyente se hizo posible la Carta Magna: esa que es un poema que nos inspira y nos invita a amar, dando esperanzas donde no había; es ese amor de adolescentes que no dejamos de pensar, donde amamos y nos sentimos amados.
Ahora bien, la constitución es inherente a nosotros e inseparable, pero en la práctica cada día está más afuera de nuestro núcleo. Ese amor de adolescentes cada día va acabando y no es porque ese sentimiento mutuo de apacibilidad se vaya desgastando, sino porque terceros se encargan de deteriorar ese nexo, todo a causa de sus propios intereses. Así pues, la relación constitución-ciudadano no permite la obtención de su fin, ya que se realizan acciones para acabar con todo aquello que los une y los protege mutuamente.
La verdadera intención de la Constitución se quedó en la teoría, en meras especulaciones, no hay respeto hacia ella, cada día va perdiendo más fuerza y facultades. En Colombia hemos sido testigos y víctimas de todas las barbaries e injurias que ha recibido nuestra constitución. De qué sirvió todo el esfuerzo de la constituyente si la constitución es violada y omitida día a día por nuestros “representantes”, quienes se pasan por el fajo todo el evangelio que emana de ella.
De verdad, es inaudito pensar que una constitución tan joven tenga en su espalda más de cincuenta reformas, las cuales dejan por el suelo su verdadera intención y sentido. En Colombia no existe la independencia y autonomía de poderes; no existe el pluralismo; y no existe libertad de expresión. Además, no hay salud, ni educación de calidad, sin contar con que la vida cada día vale menos, dejando los derechos individuales y sociales sin ningún tipo de respeto. ¿De qué sirve tener una gran constitución si no se cumple lo que esta proclama?
Podemos hacer un libro de todos los sacrilegios de los cuales ha sido víctima la constitución y de todas las consecuencias que han traído estas medidas. Existe un exceso de poder de reforma de la constitución, lo cual cada día nos llena de inseguridad jurídica, ya que un día es inconstitucional la cadena perpetua, pero al otro día puede que no: todo porque hay falta de seriedad y fortaleza para mitigar con las inconstitucionalidades.
Sin embargo, en un Estado basado en la corrupción es difícil que las violaciones hacia la constitución paren. Todos los principios constitucionales y democráticos se han ido a la basura... Definitivamente no somos un Estado social de derecho, aquí la constitución solo impera y es respetada en el papel.
Están matando a la constitución, el último legado de la revolución en Colombia, nuestra esperanza final.