Diciembre está llegando a su apogeo pero habrá un lugar donde no sabemos si llegará. En el Bajo Cauca antioqueño se siente más la presión que la festividad decembrina, muy al contraste de lo que fuera tiempos antaño.
Recuerdo con inexplicable gozo aquellos años en que bullía el jolgorio, se sonreía con el caló de la particular personalidad del Bajo caucano, indio, negro, sabanero y paisa. La alegría corría por las calles, cantinas y esquinas de los avejentados pueblos; apenas si podía uno girar la cabeza sin presenciar algún chascarrillo, alguna broma, de los hombres en sus trabajos, de las mujeres en sus tiendas o de los niños dueños de las entrecalles y parques. Esa alegría y constante alborozo que caracterizaba los diciembres en estas poblaciones se ha tornado en soledad porque el oro ya no acompaña.
Ahora las calles y esquinas son presa de una rutina más tenue, de una vida aplacada por la carencias que se sienten más en aquellos lugares donde hubo con fuerza la tradición del derroche. Todavía me contagio en el recuerdo de que hubo riquezas y ánimo, los adultos para acabar con el licor que llegara, los niños para asistir a los cánticos y entrega de regalos de las novenas en los barrios desde el más acomodado hasta el más rústico. Las mujeres sacaban sus ollas a adornar la calle y aromatizarla con las energías de los condimentos que se apoderaban de manera casi mágica
de la carne del pollo dado a muerte con las propias manos de la cocinera.
Este diciembre por estas fértiles llanuras colinadas hoy desahuciadas por la sangre que sacamos de sus entrañas, no hay tal movimiento de gentes ni de ollas, los niños ya no corren con el tín tín de antes, y los hombres prefieren la rutinaria buena pero económica comida en sus propias casas. Esto no se debe a que la gente haya perdido el espíritu, difícilmente pueda diluirse la alegría que ha hecho mantener la vida viva en estos lugares tan azotados por la muerte y el desencanto que traen los poderosos; pero como se dice por acá, lo que hace falta es 'moral': dinero, para hacer uso de la alegría atrapada bajo las pieles.
La razón (si es que hay de eso todavía) es la crisis que ha provocado el gobierno nacional, comprometido con la lucha por el control del territorio, términos que la gente no entiende porque en realidad control es lo que sobra... que les afecta indiscutiblemente por estar en la mitad de los que hacen el mal por el mal y los que hacen el mal en nombre del bien.
Esta subregión que ha sido tradicionalmente altibaja, gozando y sufriendo las oleadas de riqueza y pobreza consiguientes, hoy parece estar viviendo la última de sus grandes crisis, no porque la crisis vaya a terminar sino porque parece que no se podrá esta vez levantar cabeza. Las calles ya no huelen a pollo, los niños ya no tropiezan en las calles, y ni un grito me pone en alerta de que el año está acabando, más bien lo que se esta acabando es la región.
Ojalá Diciembre no se olvide pasar por estos pueblos que tanto honor le hacían, así como el gobierno se ha olvidado que estas tierras no son solo guerra, no son solo grupos armados sino que hay pueblo. Que se acuerde que todas las personas tienen que vivir de algo, si son muy dañinos con el ambiente por esta labor pues ayuden a que se haga algo más, ya no queremos más prostitución y extorsión como salida de los jóvenes al hambre y la falta de oficio.
Más trabajo señores, más trabajo es lo que hace falta, que el licor y la alegría se ponen solos. Feliz fin de año a todos los que pueden tenerlo.
