Nunca antes en la historia nadie había ofrecido tanto dinero en una subasta por un loro, no con el ánimo de engalanar su casa, sino de ahorcarlo “por sapo”, aun cuando la noble ave no entendiera nada sobre traición y deslealtad.
La historia ocurrió en Londres y la difundió el diario The Daily Telegraph. Es única en su género.
El protagonista se llama Ziggy. Fue testigo silencioso de los encuentros de Suzy Collins y su amante Gary, cuando el esposo, Chris Taylor, salía de viaje.
El hombre comenzó a sospechar cuando la enorme cornamenta le impedía subirse al auto o cuando, de visita en España, escuchaba un extraño coro en la distancia al pasar por la plaza de toros de Madrid: “Ole… Ole…”, y quería meterse de cabeza en el ruedo.
Una vez regresaba a casa e intentaba hacer avances amatorios con su esposa, el loro —que no diferenciaba entre uno y otro— solía repetir con voz apasionada: “Te amo, Gary”, “Así, más, Gary, eres el mejor”, “Rápido, Gary, no pierdas tiempo, tú puedes”, “Inténtalo de nuevo, Gary, no te rindas…”
La mujer buscaba acallarlo con chocolates, pero el animal insistía. Chris entendió, a fuerza de escuchar una y otra vez lo mismo, que no se trataba de una broma. Y se encendieron sus señales de alarma.
Cayó en cuenta entonces de que los topitos que le estaban saliendo en la frente no eran la consecuencia de una calcificación extrema y que la provocación y rabia que le despertaba ver un trapo rojo no era consecuencia de un daltonismo temprano. No tendría que consultar de nuevo al médico por estos males.
Presionada por las circunstancias, Suzy, con quien llevaba un año de matrimonio, terminó confesando su relación con un compañero de trabajo. Lo hizo a cambio de que se subastara al loro.
Así las cosas, ya comprenderán por qué el londinense Gary quería comprarlo al precio que fuera para retorcerle el pescuezo… “por sapo”.