El 9 de junio de 2015 apareció un artículo en la página de la Universidad EAFIT, entidad que, junto a Caracol y Familia, promueve el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana. El título fue La nueva literatura va por el premio de narrativa, e incluyó a dos invitados: Marcel Ventura, gerente de ficción del Grupo Planeta Colombia, y Ana Roda, editora de Penguin Random House Grupo Editorial. Evitamos comentar dicho artículo en su momento para dar a EAFIT la oportunidad de equilibrar las cargas respecto a lo que consideramos es una anticipación de finalistas o, por qué no, alguno de los ganadores. Dos meses después eso no ha ocurrido.
En primer lugar uno se pregunta por qué para hablar de la narrativa joven en Colombia solo se le da cabida a dos editoriales, así estén entre las más capitalistas del sector. Es curioso, por decir lo menos, que mientras decenas de editoriales luchan hoy en Colombia por mantenerse a flote, EAFIT prefiere a aquellas que cuentan tanto con músculo financiero como estrategias publicitarias suficientes.
Lo más peliagudo, sin embargo, viene de los comentarios de Marcel Ventura. Ventura tuvo oportunidad de promocionar ampliamente a sus escritores, algunos de los cuales llegó a mencionar hasta en tres oportunidades. Tan oportunista resultó, que incluso señaló a los escritores de su cuerda que competirán en la versión 2016 del concurso. La actitud de Roda fue del todo diferente, solo habló un poco de Juan E. Constaín y de algunas generalidades, pero no se dedicó a promocionar a sus autores.
Perdonen la desconfianza, pero Colombia no es precisamente un lugar donde los tejemanejes sean una excepción. La ingenuidad (o malicia) de quien escribió ese artículo deja muy rezagados a las editoriales independientes y, sobretodo, a los escritores que no sean tan visibles para el público. Ricardo Silva, Juan E. Constaín y Margarita García, los finalistas del año anterior, son autores talentosos, qué duda cabe, pero lo cierto es que venían precedidos de reconocimiento y publicidad. Es casi seguro que sus obras hayan merecido ser galardonadas, como también lo es que en este tipo de concursos hay jurados que prefieren “ir a la fija” y apuestan por autores mediáticos. En caso de que alguno de los autores promocionados por Ventura, de editorial Planeta, quede de finalista o ganador, el tufillo a amaño puede convertirse en hedor.
Si de verdad los promotores del Biblioteca Breve esperan que este gane credibilidad y llegue a ser el principal certamen literario del país, entidades como EAFIT deberían ser cuidadosas a fin de evitar convertirse en caja de resonancia de unos pocos autores, máximo si proceden de una sola editorial. No creemos que tales sesgos sean la mejor manera de estimular la producción de obras literarias en Colombia, uno de los objetivos del concurso.