Al mediodía del domingo una corneta estalló en llanto y rompió el cristal del aire con sus lágrimas de bronce. La madre de un policía pasó llorando sus penas, mientras un niño entregaba rosas a los uniformados y una abuela decía "ya estoy vieja y me quedan pocos días, pero quiero paz para mis nietos".
La multitud, como una serpiente cubierta con escamas de gente y penas, avanzaba a lo largo de la carrera séptima. Allí estaba el lotero empuñando su manojo de ilusiones. Un payaso con sus ojos rojos miraba a los lados tratando de encontrar el futuro. Cruzó por allí el senador Robledo con su gorro de canas y sus ojos tristes. Navarro Wolf caminaba erguido con su pierna de palo y sus palabras de oro. Timochenko andaba por ahí cerca cargando su corazón hecho añicos pero con sus ideas claras.
Entonces una mariposa cruzó la calle, mostrando dos soles en sus alas.
También pasó el presidente Duque, quien abrazó a una fila de policías y besó a la madre de un héroe. Álvaro Uribe habló con su voz cansada y sus palabras rebosantes de fuerza. Juanpa cruzó la calle con paso de Nobel y nos recordó que también es colombiano. Pasó un campesino de sombrero blanco y la piel quemada por el sol de muchos trópicos. Una bandera jugando en el viento nos recordó que estábamos vivos y aún teníamos patria.
Luego cruzó una poetisa blandiendo su pluma y dibujo sobre una nube la palabra paz. Una sacerdotisa exorcizó el humo de las explosiones y pregonó su palabra hechicera de proverbios y milagrería. Cruzaron las alfareras deslizarse con sus manos de oro, tras un herborista con el perfume de la selva.
Pasaron unas monjas bordando sueños y unas vendedoras de baratijas. Circularon las recogedoras de café con sus polleras de mariposas y la astróloga cantó: "hoy es el día en que las galaxias y las estrellas antiguas están alineadas con nosotros".
Una profesora de gramática trepó las gradas del alfabeto.
Pasaron las timbaleras inventando ritmos y palabras para cantar.
Una bruja esparció sus hechizos de ilusiones para estigmatizar la violencia. No maten más líderes sociales sollozaba la payasita de un circo, con su cara pintada de lamentos de colores.
Un mimo pasó repartiendo lágrimas invisibles y preguntando, si alguna vez habías amado a alguien. Entonces alguien le devolvió un llanto de verdad. Una fotógrafa hizo disparos al aire con su pirotecnia de flashes.
Pasaron las saltimbanquis montadas en sus zancos. Las trapecistas saltaron y rompieron el aire de vidrio.
Pasaron los colombianos unidos protestando, pues el presidente, con mucha dignidad, había pedido unidad contra el crimen pero jamás había solicitado apoyo para sí mismo, sino para el país.
Pasó la derecha recalcitrante, la izquierda permisiva y el centro indeciso. Cruzaron gentes de todos los colores, pobres y ricos, caribeños y paramunos. Un venezolano gritó "esta es también mi patria que amo". Pasaron todos menos Gustavo Petro, quien aún adormilado en su poltrona disparaba tuits malintencionados contra el presidente, tratando de sacarle partido a la más íntima lágrima de los colombianos. Tan solo unas semanas atrás había fallecido Belisario Betancourt y sobre su cadáver aún tibio también él había lanzado una andanada de dardos envenenados; recordándonos que él era el más sufrido de todos, a quien el ejército y la policía una vez lo habían molido a culatazos.
¿Será posible tanta mezquindad en un ser humano?