La llegada del empresario German Efromovich a Colombia coincidió con el cambio de siglo y llegó con todo. Y para quedarse. Compró en el año 2000, terrenos en el campo Rubiales que la recién creada compañía petrolera fundada por cuatro venezolanos Pacific Rubiales le compraría para iniciar su exitosa explotación petrolera. Y siguió con sus inversiones. Cuatro años más tarde, en el 2004 le compró la mayoría accionaria de Avianca directamente al Julio Mario Santo Domingo, en 65 millones de dólares. Lo llamaron siempre el negocio de la servilleta porque el brasilero hizo rápidas y cerró el negocio.
En ese momento Avianca llevaba veinte meses dentro de la ley de quiebras, tenía sólo 40 millones de dólares que sólo significaban una semana de operaciones para una compañía de su tamaño. Las deudas ascendían a 300 millones de dólares. Sin embargo Efromovich logró el milagro. Además de salvarla financieramente, le regresó la confianza a la marca en donde su personalidad contó mucho.
A comienzos del 2018 no había en Colombia un empresario más admirado que Germán Efromovich. Su carisma, reflejado en algunas decisiones que tomaba, como la de aparecer en el counter de El Dorado atendiendo él mismo a sus clientes, desataba buenos comentarios. Su historia era recitada por los programas de radio y la televisión donde lo invitaban: este hijo de inmigrantes polacos que recayeron en La Paz, Bolivia, había vendido enciclopedias de joven hasta que llegó a poner una fábrica de huevos de codorniz y después, junto con su hermano José, fundó la empresa Brasitest en 1977. Si trofeo después de 15 años en el país era haber puesto a volar Avianca. Pero en el 2015 se le evaporó. La perdió en un golpe de mano su socio en Avianca Holdings, el empresario salvadoreño Roberto Kriete quien aprovechando el incumplimiento del pago de una deuda contraída por Avianca con American Airlines logró el control accionario.
La suerte le había dado la espalda y luego vendría un duro golpe judicial en el Brasil. En el 2021, después de afrontar cargos de corrupción y lavado de dinero en Brasil junto con su hermano tomó una decisión que le ponía distancia de Colombia.
Se propuso un cambio de vida, aunque con muchas inversiones en Colombia. Se instaló en Roma donde vio una oportunidad de negocios a raíz de la quiebra de la emblemática Alitalia. Intentó adquirirla pero en su defecto se propuso llenar el vacío de servicios que esta dejaba fundando una nueva: Aereoitalia.
El mayor dolor de cabeza de Efromovich en Colombia
De todas las aventuras empresariales del brasilero, hay una que lo ronda desde hace 15 años: las tierras que compró en el Cesar para incursionar en la siembra de palma de aceite con lo cual completaba su portafolio agroindustrial que ya incluía cultivos de cítricos y de piña. En el año 2008 un cultivo que en Colombia se volvió muy rentable por la demanda mundial de la fruta de esta palma rica en aceites, con los cuales las exportaciones han ido en crecimiento en los últimos treinta años y extendido a los departamentos del Meta, Cesar, Santander y Magdalena principalmente.
Efromovich creyó ver una buena oportunidad en la compra de la antigua hacienda Bellacruz, rebautizada La Gloria, de propiedad de Marulanda quien fue ministro de desarrollo de Virgilio Barco y del exminsitro de desarrollo ex embajador de Colombia en Belgica en el gobierno Samper, Carlos Arturo Marulanda- Y lo que compró fue un problema monumental. Los conflictos con los poseedores de este predio se remontan muchos años atrás y estos nunca han sido resueltos. En 1950 la familia Marulanda Grillo poseían 25 mil hectáreas de tierra que se extendían entre los municipios de Tamalameque, La Gloria y Pelaya. El Incora, durante la presidencia de Carlos Lleras, les compró 11 mil hectáreas a la familia. Sin embargo habían campesinos que aseguraban que entre las 14 mil hectáreas restantes habían terrenos baldíos de la nación. Por eso se asentaron allí. Los Marulanda los desalojaron a la brava en 1987 cuando Carlos Arturo Marulanda era ministro de desarrollo en el gobierno de Virgilio Barco. Los campesinos viajaron a Bogotá pero Marulanda no los escuchó, así que decidieron tomarse el Incora. La entidad estudió el caso durante años hasta que en 1994 determinó que los Marulanda sólo tenían propiedad legal sobre 7.000 hectáreas. El resto les pertenecía a los ocupantes campesinos que habían pasado a convertirse en poseedores. La tierra les pertenecía y en esa lucha llevan desde entonces.
El problema le estalló a Marulanda siendo embajador en Bruselas. Entre el 11 y el 25 de febrero de 1996 aparecieron muertas cerca de 40 personas y 280 terminaron desplazadas. Los paramilitares quemaron casi 300 ranchos. La acción fue cometida por el paramilitar alias Caballito –hechos ratificados ante Justicia y Paz por el paramilitar Alfredo Ballena en 2011 en las que señaló a su hermano Francisco Alberto de haberle pagado al comandante paramilitar, alias Paso, para montar una base de operaciones en plena finca cuando el administrador era precisamente alias Caballito con el fin de desplazar a los colonos asentados décadas atrás.
La grave situación de orden público en Colombia obligó a Marulanda a renunciar a la embajada y trasladarse a Miami, intentando ampararse en su doble nacionalidad por haber nacido en Nueva York en 1945. Pero nada frenó el escándalo y los lios judiciales. Su hermano Francisco fue detenido por nexos con los paramilitares y a pesar de la huida de Carlos Arturo Marulanda, haciendo uso del pasaporte diplomático por cerca de 10 países, terminó detenido en Madrid.
La compra de Germán Efromovich
A pesar de todos estos antecedentes, Efromovich quien dice que investigó la tradición de esas 6 mil hectáreas, insistió en comprarlas. De hecho 1.500 eran terrenos eran baldíos pertenecientes a la Nación y las demás estaban manchadas por el litigio campesino.
La transacción la realizó a través de la sociedad Dolce Vista y su vocación seria el cultivo de palma de aceite . Un plan que ha cumplido desde su adquisición en el 2008 y desde entonces Efromovich dice haber invertido cerca de USD 120 millones, incluida la instalación de una planta procesadora de aceite para la exportación.
En el 2013 el Incoder, en cabeza de Miryam de Villamizar y con la actual ministra de agricultura Jennifer Mojica como subgerente de tierras de la entidad le ratificó que la tierra les pertenecía a los campesinos. El enfrentamiento con Efremovich además de otros conflictos con el tema de tierras escalaron a la Casa de Nariño sin obtener el respaldo por parte del Presidente Juan Manuel Santos. La subgerente quien además tenía una investigación en curso por parte de la Procuraduria de Alejandro Ordoñez que quince días después se convirtió en un fallo en primera instancia que la destituyó e inhabilitó por 10 años por no cumplir requisitos legales para el cargo, renunció a su cargo el 12 de septiembre de ese mismo año. Cuatro años después, en el 2017 fue absuelta por el entonces procurador Fernando Carrillo. Con la disolución del Incoder y el nacimiento de la Agencia Nacional de Tierras, el conflicto pasó al plano juridíco con esta agencia, que hoy está bajo la dirección de Gerardo Vega con quien trabajó y de quien fue muy cercana la hoy ministra Jennifer Mojica cuyo nombramiento Vega celebró con entusiasmo en su cuenta de twitter.
Antes de llegar a la Agencia Nacional de tierras, Vega dirigía la Fundación Forjando Futuros en la que trabajó Jennifer que llevaba varios casos de estos reclamantes, entre ellos de los afectados en la hacienda La Gloria. Desde diciembre del 2022 hasta la fecha el director de la Agencia Nacional de Tierras ha retomado el litigio con Efromovich el pasado diciembre le solicito públicamente concretar el ofrecimiento de parte suya de resolver el conflicto con los ocupantes de un sector de la hacienda La Gloria y devolverle las tierras.
Según su equipo jurídico están listos para arrancar su round definitivo, ojalá en los mejores términos y dentro de un proceso de conciliación y no con medidas de hecho.
