Desde hace rato en el mundo se viene replanteando el carácter ilustre de algunos personajes históricos, esto con el fin de hacer justicia con aquellos que han sufrido su maltrato y ese mentiroso culto de la personalidad. Por ejemplo, en Estados Unidos la figura de algunos generales confederados ha sido borrada de cualquier monumento: sus nombres han sido quitados de colegios y demás espacios públicos. ¿Por qué? Porque realmente no se le puede reconocer bondades al quien no ha hecho nada bueno. Así de simple. Pero eso pasa allá, en donde los historiadores no son mojigatos y no les da miedo revaluar los acontecimientos históricos. Si uno mira nuestra realidad, pues se nos ha engañado siempre con Simón Bolívar, un hombre del que se han dicho muchas cosas malas, pero al que no se cuestiona como debe ser.
De Bolívar se sabe que era hijo de un violador, de una familia que anheló títulos nobiliarios y que vivió eternamente resentido por ello. Su participación en la lucha independentista se dio gracias al influjo de Francisco de Miranda, quien lo inició como masón y lo orientó hacía una causa que él mismo terminaría apoyando. Se infiere que sus motivaciones de lucha eran más personales que colectivas, dan cuenta de un deseo narcisista y materialista. Sepa usted, amigo lector, que por mujeriego y disipado sus riquezas perdió, así que su recuperación debía venir a través del ideal que otros construyeron. El Bolívar que conocemos no es otro que el que los libros de historia han embellecido a su antojo y que, según ellos, nos liberó del yugo español con mucho altruismo.
No se le puede pedir peras al olmo, así que es una tarea difícil que se revalúe la imagen del llamado libertador. No es saña lo que motiva mí crítica, solamente deseo que se estudie más su persona, para que salgan a relucir las cosas desagradables que los libros de historia omiten descaradamente. Ellos nunca nos han dicho, por ejemplo, que Laureano Gómez y otros conservadores, tal como lo haría un fascista, propiciaron una guerra de partido, la cual terminaría dando origen a toda la violencia que durante más de 60 años nos ha maltratado. Es el momento para que de sus páginas salgan correcciones, aclaraciones que verdaderamente le permitan a cualquier ciudadano conocer a los que siempre vio como hombres intocables.
Las mentiras fácilmente se descubren cuando se vive en una sociedad que comparte la información. Si se han mantenido es porque antes no había como refutarlas, ni mucho menos desnudarlas a falta de pruebas y argumentos que hoy se pueden extraer gracias a la digitalidad, que bien utilizada muchos beneficios le genera al que no le da miedo cuestionar. Solamente les queda a los que se encargan de desempolvar los anaqueles de la historia, el trabajo de desmitificar a esos héroes de barro, como Bolívar, que con bronce han llevado a los pedestales de las grandes ciudades.