Hablar sobre el proceso de paz, la educación para la diversidad y las condiciones sociales de nuestro país parecen ser difícil y espinoso. Desde candentes conversaciones familiares hasta encendidísimos tuits, lo colombianos demuestran que el país no está preparado para asumir los cambios de paradigma que implican ser un país en camino hacia la paz. Una sociedad polarizada que no es capaz de discutir cómo enseñar en la diferencia --que amargamente sigue pensando en la diferencia, no como oportunidad sino como riesgos de contaminación-- explica por qué no estamos preparados para reconciliarnos.
No obstante, las sociedades no maduran a guamazos. Siete décadas de guerra lo han demostrado. Estrategias como la violencia, la decapitación política del enemigo, la tergiversación o la mentira, son síntomas de una enfermedad que nos llevó a la degradación del conflicto, a la glorificación de la corrupción y al contubernio con la ilegalidad. Las transformaciones que se necesitan en este país para educar en la diferencia, respetar el enfoque de derechos y la garantía de estos, va más allá de una simple cartilla. Se necesita entender que el sentido de la otredad, ese otro que siente y vive como yo, seguramente tiene derecho a acceder a un aula, a un hospital y ser tratado con respeto.
Por esto la discusión no se puede centrar en si se debe enseñar que existen parejas del mismo sexo o familias homoparentales. Evidentemente los niños y las niñas no están abstraídos de esta realidad y tanto los medios de comunicación, como las redes y las conversaciones, muestran los cambios que se han dado tanto socialmente como políticamente en razón de los derechos de la comunidad LGBTI. No obstante, se siguen escuchando en las calles, chistes manidos y torpes sobre la condición de género o se ven los famosos memes que ridiculizan una opción. Tampoco esta sociedad enmarcada en un estado social de derecho, Pluri-étnica y multicultural, está lejos de la existencia del racismo y la falta de equidad, pues a más de un buen samaritano le gusta utilizar la frase “no juegues con niños de color extraño". Habría que preguntarnos ¿Qué tanto de nuestros discursos están cargados de odio, miedo e ignorancia?. Incluso los de aquellos que extienden la bandera de los derechos y las libertades y han caído en estos días recientes en el juego del improperio y el fanatismo. Digo esto porque he visto cómo las redes sociales se han convertido en trinchera de unos y de otros. Es necesario invitar a la cordura, a no utilizar los 180 caracteres del twitter como metralleta.
Con esta breve introducción quisiera instalar el problema en las siguientes preguntas ¿Es necesario crear una cátedra sobre Afrodescendencia, otra sobre población LGBTI u otra sobre la importancia de la paz?. Hago esta pregunta porque la diferencia y su riqueza no pueden ser trabajadas desde el concepto de la minoría. El concepto de minoría se ha convertido en un arma de doble filo, la palabra no sólo señala una cantidad poblacional, también traza un circulo de aislamiento y establece la clásica teoría de conjuntos: “ uno de estos animales no es como los otros es diferente de todos los demás”, por tanto estar en la minoría, parece tener inherente un sino trágico. La tragedia de la minoría es la carencia de reconocimiento de sus derechos, el aislamiento social y la carencia de políticas claras. El drama está sociedad en que como ya lo he dicho el lenguaje construye trincheras. Hay que educar para contrarrestar la sintomatología del odio. Hay que educar para las nuevas ciudadanías, por tanto Afrodescendencia, Etnias, Género, paz y ciudadanía no pueden ser trabajadas de manera aislada pues estos temas se desprenden de una raíz central la inequidad. Inequidad que tiene como arma de batalla el lenguaje.
El lenguaje que se convierte en matoneo en el colegio, el lenguaje que señala en el ámbito de lo público por tu preferencia sexual, política o por tu condición social, frases tales como “lo respeto, pero no lo comparto” son una muestra rampante de la homofobia. Si usted no es homosexual no necesita decirlo pues uno sólo comparte su preferencia sexual con quien desea y hay que ver que en temas que apuntan a la sexualidad el deseo es fundamental. O qué tal esta otra perla que escuché en un bus: “usted es tan negro como su alma”. El negro no es el color de la maldad, esa es una gran mentira cultural que se dio para permitir la esclavitud. “Es un indio”,muy utilizado para señalar el comportamiento procaz de alguien, es apenas la punta del iceberg de un proceso de blanqueamiento que ha sufrido esta sociedad. El común denominador no puede ser que entre más blancos, menos gays, menos comunistas mejor estamos. Con esto no estoy diciendo que lo uno está mal y lo otro está bien, sino que lo correcto es que usted revise su lenguaje. Seguro que encontrará una que otra falencia y tara que tenga montada en la cabeza. Seguramente se dará cuenta que el problema no es la cartilla, ni el supuesto comunismo de las Farc (digo esto porque por su funcionamiento durante años esta guerrilla se convirtió en una empresa), sino su capacidad de comprender y aceptar otras realidades.