Hace 10 años, en 2013, falleció el pensador Guillermo Hoyos Vásquez, uno de los filósofos colombianos con mayor reconocimiento de habla hispana. En esta nota recordamos sus aportes a la filosofía, a la vez que resaltamos su legado en la búsqueda de una paz consensuada en Colombia.
El profesor Guillermo Hoyos, uno de los pensadores colombianos más importantes del país, se inició filosóficamente en la fenomenología del pensador alemán Edmund Husserl, ese prolífico filósofo alemán que llamaba a “ir a las cosas mismas” con su nuevo método. Hoyos se doctoró con una tesis titulada "Intencionalidad con responsabilidad. Teleología de la historia y teleología de la intencionalidad en Husserl", la cual se publicó, debido a su alta calidad, en la colección Phaenomenologica de los Archivos- Husserl en 1976, convirtiéndose en el único colombiano con ese mérito. En esta tesis la intencionalidad ya es responsabilidad, y es responsabilidad del filósofo como funcionario de la humanidad, como aquél que busca la realización de un hombre autónomo y libre. Por eso Hoyos confesaba autobiográficamente: "Llego a la responsabilidad desde la fenomenología”. Esta conclusión es la que ha sido ampliada posteriormente con el pensamiento de Kant y de Habermas, cuya Teoría de la acción comunicativa es fundamental para entender su pensamiento. Es por esa razón que la reconocida filósofa española Adela Cortina tituló su nota necrológica sobre Hoyos, en el diario El país de España, como: "Guillermo Hoyos, un filósofo en la estela de Habermas", aunque, desde luego, era mucho más que eso.
Esa reflexión sobre la responsabilidad se articuló en Hoyos con otro tema presente en Edmund Husserl: "el mundo de la vida", concepto que hace referencia a la vida cotidiana misma donde nos movemos, estamos, pensamos, hacemos juicios, valoramos, caminamos, comemos, etc., pero que no ha sido asumida reflexivamente. Y es aquí donde entra Habermas quien se ocupó in extenso del concepto. En efecto, para Habermas "el mundo de la vida" está regido por la comunicación, es un mundo intersubjetivo, donde el tema de lenguaje es fundamental. De ahí se deriva la importancia que Hoyos le dio al diálogo, a la conversación, a la necesidad de respetar la diferencia y construir consensos; el consenso como forma de evitar la violencia y de construir en común unos mínimos para la convivencia. Y en esa convivencia la necesidad ineluctable de la ética. Sin diálogo no hay consensos, no hay acción, no hay participación, no hay derecho y no hay democracia; y tampoco gozan de legitimidad las instituciones.
La teoría de la acción comunicativa y la ética del discurso contenidas en el pensamiento habermasiano le permitieron a Hoyos fundamentar su teoría de la educación, su crítica al positivismo científico y a la necesidad de interrelacionar ciencia, tecnología y cultura. Para Hoyos, un país no vive sólo de ciencia y tecnología. Se necesitaba además afianzar y profundizar en la cultura, en el mundo simbólico, en el mundo de la vida cotidiana. Sólo de esa manera se completaba la modernidad y se creaba una sociedad más justa, con bienestar y sin violencia. Hoyos, pues, abogada para la construcción de la modernidad a partir de la diada modernización-cultura. Esto lo llevó a criticar fuertemente el papel altamente tecnocrático de la educación actual, así como las políticas de Colciencias: "La colonización gradual de nuestro mundo de la vida por la ciencia, la técnica, la tecnología y la innovación nos alerta hoy para que no olvidemos o descartemos las ciencias sociales y humanas y la filosofía, fuentes de la ética y la política, en esa renovada instrumentalización de la educación, ofrecida ahora con ánimo de lucro".
Guillermo Hoyos pensaba, como Luckman y Peter Berger, que el fundamento de la ciencia y de la tecnología se encontraba en el mundo de la vida, en el mundo de los intereses cotidianos. El mundo de la vida también era el horizonte de la ciencia. Por esa razón, el saber científico y la actividad cognoscitiva misma estaban ya mediados por la razón práctica, de tal manera que las ciencias naturales y sociales no son meramente una formulación objetivista pura de la realidad, sino un saber mediado por la vida cotidiana, por los intereses. Es la subjetividad humana la dadora de sentido de la ciencia y la tecnología. Por eso criticó el positivismo que elimina la reflexión sobre el sujeto- el hombre- y que convierte todo en estadística y en dato. Era consciente con Husserl de que "el positivismo, por decirlo así, decapita la filosofía" como decía el pensador alemán en La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental.
Pero la Teoría de la acción comunicativa también le sirvió a Hoyos para abogar por una democracia radical, participativa, deliberativa, donde- como en Habermas- los ciudadanos hacen "uso público de la razón" (Kant) y definen sus asuntos, sus instituciones, construyen sus fines comunes, etc. Para esa necesaria participación se requería la educación- otro de sus temas de interés- la cual permitía la formación, el discernimiento, la ilustración, la crítica y la autocrítica, la comprensión del otro y la necesaria "mayoría de edad" de la que hablaba Kant. Así la educación era fundamental e imprescindible para la construcción de la democracia.
Es necesario recordar aquí que Kant en la Crítica del juicio, en un apartado titulado "Del gusto como una especie de Sensus comunis" (parágrafo 40), hace alusión a la necesidad de pensar por sí mismo, pensar en el lugar de cada otro (o, mejor, ponerse en el lugar del otro) y ser consecuente, filosofemas admirados también por Estanislao Zuleta. Pues bien, fueron precisamente esos principios los que guiaron la actividad filosófica de Guillermo Hoyos durante toda su vida, principios plenamente compatibles con la "responsabilidad del pensar" que ejerció públicamente, dialogando y dando argumentos, construyendo consensos y luchando por una Colombia mejor, al decir de sus discípulos Leonardo Tovar González y Oscar Mejía Quintana, pues desde el gobierno de Belisario Betancourt estuvo al servicio de la paz en Colombia y en defensa de la Constitución de 1991.
Hoy, 10 años después de su muerte, hay que recordar sus obras: "Derechos Humanos, ética y moral" (1996), "Ciencia, tecnología y ética" (2000), "Borradores para una filosofía de la educación" (2007), "Ensayos para una teoría discursiva de la educación" (2011), “Filosofía de la educación” (2013), al igual que sus fundamentales Investigaciones fenomenológicas (2012). Igualmente, hay que decir que sus búsquedas e intereses filosóficos gozan de una innegable actualidad (si bien contiene ciertas cegueras) y que sus aportes a la educación y a las ciencias sociales fueron reconocidos por todas las instancias del país, al igual que por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Su amigo, el profesor ya fallecido Daniel Herrera Restrepo definía su legado de la siguiente manera: “Luchar por la reconciliación entre los colombianos, por la democratización del país, por la formación de una conciencia democrática como proyecto prioritario de los procesos educativos”.