Estoy convencido de que Álvaro Uribe Vélez es un gran patriota y un verdadero estadista, con un marcado sentido del deber, fuerte, independiente y transparente, con responsabilidad política y social. El doctor Uribe es el epítome de la actitud humilde, servicial y creativa, y de diálogo.
Un don raro y precioso, así como un valor por redescubrir, la humildad es un síntoma de la verdadera grandeza. Quien es humilde, quien se hace pequeño, también es sencillo y no en vano la sencillez ha sido el rasgo característico de Uribe tanto en el trabajo como en la vida privada.
Gracias a ello, siempre se ha hecho entender y querer por los habitantes de la Colombia, por generaciones enteras a quienes Uribe ha explicado con inigualable claridad asuntos por naturaleza complicados que abarcan todo el liderato político responsable y un enfoque pragmático y eficiente que ha resultado muy rentable.
Sus discursos y programas políticos a grupos grandes y pequeños, y en cada visita a un rincón del país, eran tan claros y simples que podían ser comprendidos por las mentes más humildes. Álvaro Uribe ha demostrado, por ejemplo, su respeto de los principios básicos de la democracia y del estado de derecho y su voluntad de participar en el diálogo.
Su incansable búsqueda del compromiso y del consenso en algunos asuntos difíciles ha contribuido grandemente a que logremos los resultados que hoy tenemos. Todo ello, le honra a usted presidente y nos proporciona a nosotros tanta alegría que nos hace considerarnos partícipes y socios de sus méritos y de sus empresas.
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El presidente Uribe Vélez es un hombre franco y sensible, responsable, un hombre valiente y humilde, culto y trabajador; sumamente generoso por naturaleza, fiel a sus promesas y honesto en las relaciones con los demás.
Sin embargo, Uribe también es un hombre de opiniones poco convencionales, correcto pero no inclinado a lo políticamente correcto, alérgico a la seriedad construida, amante del contenido más que de la forma, con poco tiempo para cantar y bailar, pero ante todo su sencillez y calidez humana. Esto, sin mencionar el trato honesto en asuntos personales y públicos.
Uribe, por otra parte, nunca ha asumido una actitud agresiva durante las campañas electorales nacionales o la desagradable actitud del político de primera clase, que suele caracterizar a los que saben poco o nada pero que también se consideran expertos.
Fue, es y será siempre el número uno en el campo de la divulgación política, la gobernanza y las buenas prácticas. No obstante, nunca ha hecho alarde de sus primicias, éxitos, resultados, récords, mientras algunos de los expresidentes (o políticos) que han conducido el país con calificaciones y reconocimientos mucho más modestos lo siguen haciendo: un título de orgullo que, incluso puede contribuir a reconocerle una superioridad intelectual, fuerza y autoridad intrínsecas, si no moral.
Siempre recordaremos al político humilde y audaz que se convirtió en uno de los grandes líderes morales de la historia de la patria, quien ha dejado una huella indeleble en la historia colombiana por su sabio consejo y dirección y ante todo por la orientación y la experiencia política que nos ofreció a lo largo de esos dos período presidenciales.
Antes del doctor Uribe, la política era un ámbito reservado a la pequeña élite de los poderosos adeptos. Con Álvaro Uribe como presidente, la política de información se hizo popular y democrática, generando una confianza entre la población local y el gobierno y esto contribuyó a que millones de personas fueran más cultas, más curiosos, más atentos, más informados.
Llenos de energía, ilusión y ganas de seguir y evaluar la política nacional, supervisar y evaluar los proyectos y programas, como medio de mejorar la calidad de la política pública. Nos propuso una Colombia más integrada, más eficaz, más política, más atenta a los ciudadanos y más fuerte tanto interna como externamente.
Solamente puedo elogiar el trabajo llevado a cabo por el expresidente Uribe y su contribución para erigir una Colombia más participativa y pluralista que esté más cerca del ciudadano, más cerca de todos los ciudadanos.
Nuestra sociedad tiende a ser cada vez más desconfiada de año en año, los dirigentes políticos de hoy ya no representan un punto de referencia, un faro, cada vez estamos más orientados a idolatrar personajes sin peso y sin grosor, famosos por nada, sin ningún talento, pero Álvaro Uribe, no sólo por su experiencia en los conflictos, sus causas subyacentes y su capacidad de respuesta, ha sido considerado por todos como una especie de Biblia viva, en carne y hueso, de cuyas palabras, acciones, seriedad y decisiva voluntad política no se puede dudar, habiendo recibido una certificación divina.
A lo largo de su vida, el expresidente Uribe ha mantenido una visión de una Colombia libre, tolerante y democrática, y en torno a esa visión los demás pueden unirse para que se haga realidad.
Les invito a llevar profundamente en el alma esta convicción, porque Uribe siempre será recordado en los libros de historia como un destacado líder, estadista y patriota, cuya dedicación y cuyo compromiso inquebrantables hicieron en realidad su visión de un Estado colombiano independiente y democrático.
En la historia de Colombia ha habido muchos, muchos presidentes, pero Álvaro Uribe será recordado como una persona "humana”, amado y respetado por su pueblo, un hombre intachable que nunca claudicó ni se rindió, un luchador por la libertad y la democracia, que ha servido a su pueblo con dignidad y honor. También lo será de esperanza por la democracia cuando Colombia ganó su libertad con entereza incomparable y su larga batalla contra los violentos y los actos terroristas cometidos contra su población.
Recientemente la Corte Constitucional, ha restituido íntegramente al presidente Uribe parte de esa dignidad humana, reputación y honor de la que las mentes débiles le habían privado durante mucho tiempo. Pero si la verdad está viva, nada la herirá y la calumnia será su propaganda. ¡Muchas gracias, presidente!