A Leandro Díaz algunos lo catalogaron el Homero Vallenato y creo que no exageraron, porque si Homero fue el padre de la poesía griega, Leandro, sin duda, fue el padre de la poesía vallenata y siempre quienes escribimos sobre él nos quedamos cortos en elogiar al campesino de Hato Nuevo Guajira que nació sin poder ver la luz del sol, sin conocer las letras, no obstante fue el compositor que nos describió mejor la belleza de la naturaleza. Hoy Leandro se nos ha ido para siempre y con ello ratifica que se nos están acabando los verdaderos juglares.
En muchas oportunidades compartí, conversé, parrandié, entrevisté a Leandro y siempre supe que tenía al frente a un superdotado, a un ser fuera de serie, una inteligencia desbordada, Leandro era un hombre sin igual en el País Vallenato.
Me imagino el dolor de Ivo, su hijo también cantautor, quien lo acompañó y lo guió en los últimos 30 años, quien quería hablar con Leandro debía antes conversar con Ivo, él era quien lo convencía de dar una entrevista, pero además como Leandro en estos últimos cinco años estaba perdiendo la audición Ivo le hablaba al oído transmitiéndole las preguntas para que Leandro con su sabiduría descomunal respondiera.
Leandro fue un hombre tan enamorado de la vida como de las mujeres, recuerdo que una vez en una parranda que tuvimos en Bogotá, me llamó y me preguntó quién era la mujer que lo había besado, una vez le di el nombre, el me la describió tal cual como era y me dijo que le gustaba, ese era Leandro Díaz.
*Nota ciudadana