Ingrid Betancourt nunca había estado frente a los comandantes de las FARC después de haber sido rescatada en la Operación Jaque el 2 de julio del 2008. Estuvo secuestrada seis años y su testimonio se convirtió en uno de los libros más desgarradores que se ha escrito sobre la miseria de estar amarrado en medio de la selva: No hay silencio que no termine debería ser una lectura obligatorio en los colegios del país.
Con ese mismo tono, preciso, implacable, sin visos de odio, claro, Ingrid Betancourt le vio los ojos a Rodrigo Londoño, a Pastor Alape y les habló de frente: "Este es un ejercicio espiritual que nos obliga a mirarnos desde adentro. El valor de este encuentro reside en que quienes actuaron como señores de la guerra y quienes los padecimos, todos los que estuvimos en el ojo del huracán de la guerra, nos levantamos ante Colombia para decir que la guerra es un fracaso. Que solo sirve para que nada cambie y que lo único que hace es postergar el futuro de nuestra juventud. Nunca imaginé tener la posibilidad de un diálogo humano con mis captores. La violencia nunca ha sido ni será la solución. Si hemos podido escucharnos con todo lo que nos cuesta, entonces podremos decir que el amor es más grande. Si hay esperanza, hay futuro”.
Este fue el discurso que se constituyó en el punto más alto del encuentro de las FARC con sus víctimas este 23 de junio: