Mucho se ha escrito sobre cómo Barranquilla pasó de ser las barrancas de San Nicolás a una ciudad que impulsó el desarrollo en Colombia, producto de su bendecida posición geográfica junto a la desembocadura del río Magdalena.
Hacer un recorrido por la historia es un acto enriquecedor que deleita el hambre por el conocimiento, es un manjar exquisito que se disfruta lentamente al recrearlo con la imaginación.
Y eso fue precisamente lo que experimenté luego de escuchar un foro auspiciado por una universidad de la ciudad de Barranquilla que hizo un recorrido no solo por la historia, sino que dejó ver todas las incidencias que ha tenido que soportar la ciudad para tener un puerto digno.
Conocer el tema portuario no es tarea fácil, o cuando menos no es algo que se aprenda a la luz de una charla. En lo personal me tocó recurrir a Google para poder entender conceptos técnicos que fueron mencionados y que hizo que en varias oportunidades me sintiera en el lugar equivocado.
Quienes hemos vivido en Barranquilla, constantemente hemos escuchado de la llegada de dragas para limpiar el canal del acceso al puerto, en procura de mejorar la navegabilidad sobre el río, ya que las embarcaciones pueden quedar encalladas y llegar a paralizar las operaciones portuarias.
Pero después de escuchar el foro, mi percepción cambió, ya que el tema es bastante complejo. Mantener el canal navegable por el río Magdalena no se agota con el simple trabajo de una draga que limpia el sedimento arrastrado por la corriente durante todo su recorrido, sino que además existen otras variables que contribuyen a que las cosas funcionen como un reloj.
El río es casi un ser viviente, tiene sus reglas, tiene una dinámica, tiene una lógica que solo aquellos instruidos en el tema pueden entenderlo, lo que hace necesario estudiarlo constantemente, que fue lo que se hizo por algún tiempo, pero por decisiones digamos que equivocas dejó de hacerse.
Hablarles por medio de estas líneas de todo lo relevante que escuché tomaría varios escritos gracias a la cantidad de nombres, datos históricos y técnicos que recogí, sin embargo, decidí destacar uno solo, que considero es el eje de este parto eterno que parece no encontrar la luz.
Tristemente, sobre los destinos del puerto de Barranquilla han estado y están los intereses mezquinos y ególatras de una clase política de pigmeos mentales que con sus decisiones e influencias han afectado para mal el desarrollo de la ciudad y que no han permitido que el puerto tenga la importancia que una vez tuvo, porque hoy somos importantes, pero de nombre.
Las consecuencias directas de no tener una clase política local comprometida y un puerto que funciona a medias nos colocan en el rezago frente a otros como los de Buenaventura, Cartagena, Tumaco y Santa Marta. Por ejemplo, hubo un dato que un forista conocedor de la historia del puerto de Barranquilla mencionó, y es que la ciudad en su época dorada, movió el 63 % del comercio exterior, mientras hoy solo mueve el 5,5 %, un dato muy diciente.
La conclusión a la que se llegó después de escuchar a gente que por su profesión ha dedicado años a conocer el río es que el puerto y la navegabilidad por el mismo necesitan sobre todo una atención integral, que involucra conocimientos técnicos, científicos, tecnológicos, legales, y, por último, requiere una gestión política impecable, nada menos.
Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.