Asombra la ceguera de los occidentales para reconocer la corresponsabilidad en la violencia mundial. No existe la mínima autocrítica sobre cómo nuestras acciones son generadoras de violencia, o son violencia en sí mismas. Creemos que el discurso de la seguridad por la paz es nuestra única verdad, sin caer en cuenta que las palabras, los dibujos —caricaturas— pueden ser tanto o más violentos que un proyectil o una bomba, pues van directo contra las creencias, valores y emociones de aquellos con quienes somos intolerantes.
Leí un comunicado donde el caricaturista asegura: “Un lápiz no es un arma, es un medio de expresión". Claro y evidente que un lápiz puede ser arma mortal cuando con sátira y burla expresa la rabia reprimida de quien dibuja o escribe por no poder cambiar una situación que rechaza. Miedo contra las creencias que no le son acordes. Ira consigo mismo. Definición: "La sátira es un género literario que expresa indignación hacia alguien o algo, con propósito moralizador, lúdico o meramente burlesco”, otra: "Dicho corrosivo y mordaz con el que se critica algo o a alguien”. Esto es violento. La burla sobre sí mismo no es frecuente. Denigrar de uno cuesta tanto trabajo que no se usa nunca o casi nunca. No somos violentos con nosotros sino con los demás.
Son las emociones quienes desencadenan la guerra, no la primera bala. Esas emociones que son despertadas por la palabra, hablada o escrita. El lápiz puede ser un arma de destrucción individual o masiva, por algo ha destruido de un solo plumazo reputaciones, tumbado presidentes o sencillamente separado parejas, padres, hijos, aniquilado empresas. Las emociones que occidentales desencadenan al polarizar la humanidad, viene tan de vieja data como la religión impuesta sobre las creencias de los nativos alrededor del mundo. No es la herida física ni la muerte del cuerpo lo que define la violencia, es herir al otro en su autonomía, en su diversidad —con el lápiz—.
Libertad de expresión, sofisma de distracción, eufemismo con el que se pretende maquillar una realidad para desconocer que sí hay límites en el periodismo, que mis limites están donde comienzan los derechos de los demás. Señores, la libertad de expresión tiene sus deberes también, no solo derechos.