En los procesos electorales se dan muchos factores adversos a la democracia, pero algunos lo son más por afectar la correspondencia que siempre debiera haber entre la voluntad de los electores y los resultados que certifica la Registraduría.
Aspectos tales como la falta de transparencia de los organismos oficiales que tutelan el proceso, la carencia de objetividad de los formadores de opinión, especialmente la de los grandes medios, y la poca disposición de los organismos jurisdiccionales a administrar una cumplida y oportuna justicia representan un cuadro de carencias éticas que enturbian nuestros comicios eleccionarios a todo nivel.
Tan anómalos factores no han recibido nunca un rechazo ciudadano suficientemente contundente, lo cual ha dado pie para que tampoco se asuma una actitud enérgica contra otros aspectos que, sumados a los anteriores, tienen convertida en caricatura nuestra democracia.
En cada evento, es de repetida ocurrencia la compra de votos, la promesa de puestos y contratos condicionada al apoyo y triunfo de determinado candidato, los conteos amañados en las mesas de votación, la parcialidad en los escrutinios y el accionar judicial, muchas veces torcido o extemporáneo.
Recordemos el fallo de marzo de 2018, mediante el cual se reconoció al partido Mira su derecho a tres curules en el Senado, ganadas en 2014, que habían sido asignadas fraudulentamente a otros partidos.
A las anteriores anomalías hay que sumar una más, aunque contra ella nunca ha habido mayores pronunciamientos: La relacionada con los discursos de muchos candidatos y sus alfiles, normalmente cargados de promesas falsas, datos distorsionados y diatribas injustas contra quienes los adversan, a los cuales les endilgan propósitos que nunca han tenido y que el electorado repudia.
En la presente campaña, Gustavo Petro ha sido la víctima más afectada por tales procederes, orientados todos a restarle votos, pero ha permanecido estoico para no dar pie a hechos de violencia que empañen aún más el proceso electoral.
Esa fauna politiquera ha dicho, por ejemplo, que Petro nos va a expropiar. ¿Acaso no ha sido ella la que nos ha expropiado? Nos expropió la salud en un monto equivalente al que se echan al bolsillo las EPS.
Nos expropió el derecho a pensionarnos en una cuantía igual a la que cobran por intermediación los fondos privados, además de lo producido mediante reformas que nos hacen aportar más y esperar menos.
Nos expropiaron el campo con el desplazamiento de enormes contingentes de campesinos que hoy pueblan los cinturones de miseria de las ciudades.
Nos expropiaron la paz haciendo trizas los acuerdos con las Farc, y nos seguirán expropiando si los Ficos, Fajardos o Rodolfos logran encaramarse al solio de Bolívar.